Los Madriles

expresión popular referida a la ciudad de Madrid

Los madriles se refiere a la villa de Madrid, la capital de España,[1] sobre todo «la pluralidad de identidades culturales y sociales».[2][nota 1]

  • «Doña Perfecta, la de Orbajosa, la inmortalizada por Galdós, está muy viejecita; pero todavía vive. Vive todavía, y con tan buenos ánimos, que está criando a sus pechos (en la metafórica acepción de la crianza) media docena de Caballucos para cuando haga falta reñir la batalla definitiva en pro de "nuestras veneradas tradiciones". Doña Perfecta ha venido estos días a los pecaminosos y nefandos madriles, algo menos nefandos y algo menos pecaminosos desde que funciona el Gobierno actual».[4]
  • «La "anastasia" no es, como de primera intención pudiera creerse, una buena moza de los Madriles, sino lo contrario de la "estasia": es la estabilidad».[5]
  • «[...] Mientras quede en los Madriles
    una moza de ojos negros,
    y una mantilla de encaje,
    y una peina, y el de flecos,
    Madrid no pierde el aroma
    de alegre, castizo y bueno;
    y nunca mejor la frase
    que aquí: «De Madrid al cielo».[6]
  • «Pues dígale a V. M. […] que tome mi consejo, y ya que se ha empeñado en ser caballero andante, y sabe que enderezar tuertos es reparar agravios, repare sin detención el que ha hecho a los españoles, quitándoles su Rey, y robándoles sus bienes, y quemando sus pueblos, y deshonrando a sus hijas y esposas, y profanando sus templos, y ultrajando a sus sacerdotes y las santas imágenes, y todas las demás fechurías [sic] tan malas y escandalosas, porque de lo contrario ha de salir a campaña tañida la santa hermandad de todos los españoles, que ya se zunzunea que se ha juntado en los Aranjueces o en los Madriles, y tanto se le da a ella de V. M. y de todos sus fechos y caballerías, como del rey que rabió por gachas».[7]
  • «Si vas a los Madriles/día del Señor/tráeme de la Tarasca/la moda mejor».[8]
    • Fuente: Seguidilla[8]

Citas por autor

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Benito Pérez Galdós

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  • «A punto estuvo Thiers de incomodarse, pues la benevolencia de su amigo como que parecía preludio de una defección. Siguió Bringas desfogando su ira contra los progresistas, la Milicia Nacional, Espartero, sin olvidar el chas-cás; contra el titulado Himno de Riego, contra los llamados demócratas y todo bicho viviente, hasta que Pez, hastiado, llevó la conversación al asunto de su viaje. Él no tenía impaciencia ni creía que fuese absolutamente necesario para su salud abandonar los Madriles; pero sus niñas le acosaban tanto para que las llevase pronto a San Sebastián, que ya no podía dilatar más la expedición».[9]
  • El 2 de enero de 1871 vimos entrar en los Madriles al Monarca constitucional elegido por las Cortes, Amadeo de Saboya, hijo del llamado re galantuomo, Víctor Manuel II, soberano de la nueva Italia. En las calles, alfombradas de nieve, se agolpaba el pueblo, ansioso de ver al príncipe italiano, de cuyo liberalismo y caballerosidad se hacían lenguas los amigos de Prim, que le habían buscado y traído para felicidad de estos abatidos reinos. Como los españoles no habíamos visto, en lo que iba de siglo, Rey ni Roque a la moderna, más arrimados a la Libertad que al feo absolutismo, ardíamos en curiosidad por ver el cariz, el gesto, la prestancia del que nos mandaba Italia en reemplazo de los en buen hora despedidos Borbones.[10]
    • Fuente: Amadeo I, 1910
    • Nota: Primera frase de la novela
  • «Muy gustoso le prometí prologar el libro en que resplandece el donaire picaresco del habla plebeya en estos amenos Madriles, y como he tardado más de lo que quise en cumplir mi promesa, el buen Casero me ha perdonado mi lentitud, y viene a mi como ferviente compañero de letras y fatigas, pidiéndome que no desampare su libro [...] La Musa de los Madriles, no necesita de ajenos encomios para que lleguen al público las gracias y los donaires acumulados en estos versos que expresan el fértil ingenio y los donaires del pueblo de Madrid. Los majos y chisperos del donoso D. Ramón, los payos que ahora se llaman paletos, los petimetres que ahora se llaman señoritos más ó menos cursis, reviven en las poesias de Antonio Casero, demostrando la perenne vitaldad de esa Musa de nuestros queridos Madriles. El habla vibrante y desenfadada, se caracteriza hoy como en el pasado siglo por la constante invención de vocablos y modismos. Es un léxico que no tiene fin: las formas de lenguaje desechadas hoy, mañana se sustituyen por otras igualmente audaces y peregrinas. Antonio Casero es el admirable conservador de esta Academia del decir plebeyo que al propio tiempo es el sentir penetrante de las clases humildes, cuya donosura alegra la triste existencia de esta heroica Villa».[11]
  • «... salió Benina, y se fue por toda la calle adelante, atisbando a un lado y otro. Esperaba distinguir en alguno de aquellos calvos oteros la figura del marroquí tomando el sol o entregado a sus melancolías. Pasadas las casas de Ulpiano, no se ven a la derecha más que taludes áridos y pedregosos, vertederos de escombros, escorias y arena. [...] Junto a la estación, al lado de Oriente, un arroyo de aguas de alcantarilla, negras como tinta, baja por un cauce abierto en los taludes, y salvando el camino por una atarjea, corre a fecundar las huertas antes de verterse en el río. Detúvose allí la mendiga, examinando con su vista de lince el zanjón, por donde el agua se despeña con turbios espumarajos, y las huertas, que a mano izquierda se extienden hasta el río, plantadas de acelgas y lechugas. Aún siguió más adelante, pues sabía que al africano le gustaba la soledad del campo y la ruda intemperie. El día era apacible: luz vivísima acentuaba el verde chillón de las acelgas y el morado de las lombardas, derramando por todo el paisaje notas de alegría. Anduvo y se paró varias veces la anciana, mirando las huertas que recreaban sus ojos y su espíritu, y los cerros áridos, y nada vio que se pareciese a la estampa de un moro ciego tomando el sol. De vuelta a la explanada, bajó a la margen del río, y recorrió los lavaderos y las casuchas que se apoyan en el contrafuerte, sin encontrar ni rastros de Mordejai. Desalentada, se volvió a los Madriles de arriba, con propósito de repetir al día siguiente sus indagaciones».[13]
  • «Tengo yo para mí que las amazonas de que habla el cronista de Felipe II, muy señor mío, eran unas desvergonzadas chulapas del siglo XVI; más no sé con qué vocablo las designaba entonces el vulgo. Lo que sí puedo asegurar es que desciende de ellas, por línea de bastardía, o sea por sucesión directa de hembras marimachos sin padre conocido, la terrible Estefanía la del Peñon, Chanfaina, o como demonios se llame. Porque digo con toda verdad que se me despega la pluma, cuando quiero aplicárselo, el apacible nombre de mujer, y que me bastará dar conocimiento a mis lectores de su facha, andares, vozarrón, lenguaje y modos para que reconozcan en ella la más formidable tarasca que vieron los antiguos Madriles y esperan ver los venideros».[14]
    • Fuente: Nazarín, 1895
  • «-Tomaremos el tren, y en el tren iremos hasta donde podamos -dijo Celipín con generoso entusiasmo-. Y después pediremos limosna hasta llegar a los Madriles del Rey de España; y una vez que estemos en los Madriles del Rey de España, tú te pondrás a servir en una casa de marqueses y condeses y yo en otra, y así mientras yo estudie tú podrás aprender muchas finuras. ¡Córcholis!, de todo lo que yo vaya aprendiendo te iré enseñando a ti un poquillo, un poquillo nada más, porque las mujeres no necesitan tantas sabidurías como nosotros los señores médicos».[15]
  • Vieron los chicos, no muchos días después, que entraba en la casa el clérigo de más exigua talla que sin duda existía en toda la cristiandad, D. Ventura Gavilanes, y al punto comprendieron que era el confesor manchego solicitado por su buena madre con tanta piedad como patriotismo. Mantuviéronse los muchachos silenciosos en su habitación, mientras Doña Leandra, que ya no salía del lecho, confesaba con el cura minúsculo; y cuando su hermana Lea les dijo que muy pronto se traería el Viático, hicieron sus cálculos para la distribución del tiempo en aquella tarde, pues no podían ni querían dejar de asistir a la piadosa ceremonia en su casa y al propio tiempo deseaban echar un vistazo a los Príncipes franceses, Aumale y Montpensier, que harían su entrada solemne en la Corte; suceso extraordinario y aparatoso que despertaba curiosidad vivísima en el vecindario de los Madriles.[16]
    • Fuente: Bodas reales, 1900
  • -Y el gobierno de Madrid le escribe oficios con mucha vuecencia en el rétulo... [...] Aquí no vienen casi nunca soldados de los Madriles; cuando han estado, todos los días corría la sangre, porque Caballuco les buscaba camorra por un no y por un sí. Ahora parece que vive en la pobreza y se ha quedado con la conducción del correo; pero está metiendo fuego en el Ayuntamiento para que haya otra vez fielato y rematarlo él. No sé cómo no le ha oído Vd. nombrar en Madrid, porque es hijo de un famoso Caballuco que estuvo en la facción, el cual Caballuco padre era hijo de otro Caballuco abuelo, que también estuvo en la facción de más allá... Y como ahora andan diciendo que vuelve a haber facción, porque todo está torcido y revuelto, tememos que Caballuco se nos vaya también a ella, poniendo fin de esta manera a las hazañas de su padre y abuelo, que por gloria nuestra nacieron en esta ciudad.[17]
  1. Aunque se suele mencionar su uso a finales del siglo XIX, como se ve en al menos una fuente y su correspondiente referencia en esta página, aparece impreso en 1809.

Referencias

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  1. S. L. «¿Por qué se utiliza el plural «Madriles» para hablar de Madrid?». ABC. Consultado el 20 de junio de 2021.
  2. Temes, José Luis. El Siglo de la Zarzuela: 1850-1950, sin página. Siruela, 2014. ISBN 8416120471, 9788416120475. En Google Libros. Consultado el 21 de junio de 2021.
  3. Álvarez, Carlos Luis (Cándido). En: ABC, 26 feb. 1966, p. 73. ISSN 1136-0143. ABC. Consultado el 20 de junio de 2021.
  4. Cavia, Mariano de. «Doña Perfecta ante las lecciones del progreso» El Sol, 14 de mayo de 1919. Biblioteca Nacional de España. Consultado el 20 de junio de 2021.
  5. Ortega y Gasset, José. Obras completas, Volume 9, p. 30. Revista de Occidente, 1963. En Google Libros. Consultado el 23 de junio de 2021.
  6. Casero y Barranco, Antonio. La musa de los madriles (poesías madrileñas). p. 149. Madrid, Imp. Saenz de Jubera, 1914. En Internet Archive. Consultado el 23 de junio de 2021.
  7. 7,0 7,1 López Navia, Santiago. «La recreación literaria de don Quijote a la luz del nacionalismo españolista: don Quijote y Napoleón en la Guerra de la Independencia». Actas del VI Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas (2008). CVC. Consultado el 20 de junio de 2021.
  8. 8,0 8,1 Álvarez Barrientos, Joaquín; Antonio Cea Gutiérrez. Actas de las Jornadas sobre Teatro Popular en España, p. 18. Editorial CSIC-CSIC Press, 1987. ISBN 840006691X, 9788400066918. En Google Libros. Consultado el 23 de junio de 2021.
  9. Pérez Galdós (1884), La de Bringas, pp. 229-230. Madrid, Imprenta y Litografía de La Guirnalda. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Consultado el 23 de junio de 2021.
  10. Pérez Galdós, Benito. Amadeo I, p. 5. Madrid, Perlado, Páez y Compañía, 1910. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Consultado el 20 de junio de 2021.
  11. Pérez Galdós, Benito. «Prólogo». EN: Casero y Barranco, Antonio. La musa de los madriles (poesías madrileñas). Madrid, Imp. Saenz de Jubera, 1914. En Internet Archive. Consultado el 23 de junio de 2021.
  12. El Libro Español, números 7-12. p. 335. Instituto Nacional del Libro Español, 1958. En Google Libros. Consultado el 23 de junio de 2021.
  13. Pérez Galdós, Benito. Misericordia, pp. 254-255. Madrid, Est. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello, 1897. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Consultado el 20 de junio de 2021.
  14. Urey, Diane F. Galdós and the Irony of Language, p. 56. Cambridge University Press, 2005. ISBN 0521673321, 9780521673327. Consultado el 23 de junio de 2021.
  15. Pérez Galdós, Benito. Marianela, p. 215. Madrid, Imprenta y Litografía de La Guirnalda, 1878. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Consultado el 20 de junio de 2021.
  16. Pérez Galdós, Benito. Bodas reales, p. 324. Madrid, Est. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello, 1900. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Consultado el 20 de junio de 2021.
  17. Pérez Galdós, Benito. Doña Perfecta, pp. 20-21. Madrid, Imp. de J. Noguera, a cargo de M. Martínez, 1876. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Consultado el 20 de junio de 2021.