Discusión:Friedrich Schelling
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- «La tarea consiste en volver al sujeto-objeto tan objetivo y en sacarlo fuera de sí mismo hasta alcanzar el punto en el que coincida con la naturaleza (como producto) formando un Uno. Ese punto en el que ese sujeto-objeto se vuelve naturaleza es también aquel en el que aquello que tiene en él de ilimitado se eleva al Yo y en el que la oposición que la conciencia común establece entre Yo y naturaleza desaparece por completo, de modo que la naturaleza = Yo y el Yo = naturaleza. A partir de ese punto en el que todo lo que en la naturaleza sigue siendo actividad (y no producto) ha pasado al Yo, la naturaleza sólo sigue durando y viviendo en ese Yo, un Yo que ahora es uno y todo y encierra dentro de sí todas las cosas (...) Dentro de la filosofía de la naturaleza, yo contemplo a ese sujeto-objeto, que llamo naturaleza, en su autoconstrucción. Para entender esto hay que elevarse a la intuición intelectual de la naturaleza. El empirista no se eleva hasta allí y es precisamente por eso por lo que siempre es él el que construye en todas sus explicaciones». Escritos sobre filosofía de la naturaleza. p. 266 / 271.
- «Cuanto más perfecto sea el concepto eterno del individuo, más capaz será el productor de manifestar cosas distintas de sí mismo, de distanciarse por completo incluso de su individualidad y, por el contrario, cuanto más imperfecto y aislado, más incapaz será de revelar otra cosa que sí mismo [...] Todo lo que es, en relación con el absoluto es, en tanto que ideal inmediatamente también real y en tanto que real inmediatamente también ideal. Es evidente que esto no es el caso en nuestro conocer, ya que en este ocurre más bien que lo ideal, el concepto, aparece como mera posibilidad, y por el contrario lo real, la cosa, como realidad [...] En el absoluto las cosas estarán expresadas en él en tanto que suprema unidad del pensar y el intuir, y sin relación alguna con el tiempo y en unidad absoluta de posibilidad y realidad [...] La relación de lo finito con lo infinito en el absoluto no es, por ello, la de causa y efecto sino la que tiene una parte del cuerpo orgánico con las demás [...] En esta unidad absoluta todo es perfecto y en sí mismo absoluto, nada es distinguible de lo demás, pues las cosas se distinguen únicamente por sus imperfecciones y por los límites que les impone la diferencia entre la esencia y la forma. En aquella naturaleza supremamente perfecta, en cambio, la forma es siempre igual a la esencia, porque lo finito, lo único en que se da una diferencia relativa entre ambas, es contenido en sí mismo no como finito, sino infinitamente, sin diferencia alguna entre ellas [...] No creerás que las cosas individuales están contenidas en el universo realmente con la separación con que tú las contemplas, sino que, antes bien, se separan meramente para ti, y cada ser participa de la unidad en la medida en la que él mismo se ha separado de ella [...] Ni el alma ni el cuerpo son algo en sí pues cada uno de ellos es temporal tan sólo en el otro; en sí existe sólo la unidad de ambos en lo que no está sujeto a la duración, en la naturaleza supremamente bienaventurada donde no están separadas la posibilidad de la realidad, el pensar del ser, el ideal en verdad increado e imperecedero [...] ¿Qué esperanza tiene entonces de encontrar la filosofía quien busca la lógica? Ninguna. Así pues, de todos los que la buscan en esta forma de conocimiento y pretenden hacer patente el ser de lo absoluto sin más o por este camino, juzgaremos que no han traspasado todavía el umbral de la filosofía [...] El ser supremo que no sale de sí ni actúa, es al propio tiempo intuir absoluto y suprema idealidad. Y en tanto que tal, según se mire a lo subjetivo o a lo objetivo cuya oposición está respecto de él mismo por completo aniquilada, suprema indiferenciación de actividad y ser». Bruno, o sobre el principio divino y natural de las cosas . Ediciones Orbis 1986. ISBN 84-7634-250-0, pp. 30/90.
- «La angustia de la vida misma aleja al hombre del centro en que fue creado, pues éste, como la esencia más pura de toda voluntad, es el fuego devorador para toda voluntad particular; para poder vivir en él, el hombre debe sofocar toda particularidad, por lo cual es casi una tentación necesaria el salir de ésta a la periferia con el objeto de buscar en ella una paz para su ipseidad. (...) el mal sigue siendo siempre particular elección del hombre, el mal, como tal, no puede ser hecho por el fundamento, y toda criatura cae por su propia culpa [...] Sólo la ipseidad superada, o sea reconducida de la actividad a la potencialidad, es el bien, y por la potencia, como dominada por el bien, subsiste también siempre en éste. «(...) ¿En qué actuaría la fuerza repulsiva si la atractiva no le ofreciera un objeto (...)? (...) quien no tiene en sí materia ni fuerza para el mal, también es incapaz para el bien. (...) Las pasiones son fuerzas cada una de las cuales tiene una raíz común con la virtud que le corresponde [...] La excitación de la voluntad particular se opera solamente para que el amor halle en el hombre una materia o contraste en que realizarse» Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana (1809). Editorial Gredos 2012. ISBN 978-84-249-3650-1