Cipriano de Valera

traductor español
Cipriano de Valera
«Dos puntos hay que, comúnmente, mueven a los hombres a apreciar mucho una cosa: su excelencia en sí misma y el provecho que recibimos o esperamos de ella».
«Dos puntos hay que, comúnmente, mueven a los hombres a apreciar mucho una cosa: su excelencia en sí misma y el provecho que recibimos o esperamos de ella».
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Cipriano de Valera (Fregenal de la Sierra –Badajoz–, 1531/2-Londres?, no antes de 1602), monje jerónimo y humanista, autor de la llamada Biblia del Cántaro (1602).

  • «Dos puntos hay que, comúnmente, mueven a los hombres a apreciar mucho una cosa: su excelencia en sí misma y el provecho que recibimos o esperamos de ella».[1]
  • «La causa por la que los adversarios prohíben la Escritura y persiguen a fuego y a sangre a los que la leen es que entienden
    –por la gran experiencia que tienen– que es el único medio que Dios ha dejado en el mundo para saber entender y conocer cuál es la verdadera religión y cuál la falsa».[3]
  • «No hay vidas de reyes ni emperadores –sean cristianos, paganos, judíos, turcos, escitas o de cualesquiera otras naciones– tan confusa y diversamente escritas como las de los papas».[4]
  • «Plugo a nuestro Dios, movido de la misma misericordia que antes, inspirar en el corazón de Benito Arias, natural de Frexenal de la Sierra (por eso se llama "Montano"), [la necesidad] de hacer una nueva impresión para que la Iglesia de Dios no careciese de tanto bien».[5]
  • «Porque la fe que antes teníais no era sino una fe histórica, una fe muerta, como la que los impíos y aun los demonios tienen; los cuales, como dice Santiago, creen y tiemblan».[6]
  • «[Que Sevilla es] riquísima se ve claramente, pues que todos los tesoros de las Indias Occidentales vienen a ella, y pues que de ella ha el rey un millón y medio de ducados cada año. La cual es tan gran renta que pocos reyes hay que tengan tanto de todo un reino entero: A esta ciudad, el Padre de las misericordias no solamente ha enriquecido haciéndola tan civil, populosa, rica, antigua, fructífera y de suntuosos edificios, más aun la ha enriquecido y bendecido para que ella fuese la primera ciudad de nuestra España que, en nuestros tiempos, conociese los abusos, supersticiones e idolatrías de la Iglesia de Roma, con que tanto tiempo España ha estado engañada, y conociéndolas las publicase, como las ha publicado y divulgado, para que se reformase».[7]
  • «Si no fuese por la gran necesidad que nuestra España tiene de conocer las vidas de los papas –para, conociéndolas, guardarse de ellos y no hacer caso de su autoridad contra todo derecho divino y humano–, nunca, cristiano lector, me hubiera metido en un laberinto tan confuso y escabroso».[8]

Sobre el escritor

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  • «Don Nicolás Antonio, cuando trata de Arias Montano y de cuál fue su patria, se acerca más a la opinión de que era de Fregenal de la Sierra, cuya opinión, dice, veo confirmada por Cipriano de Valera en el prólogo de la obra de los libros españoles de la edición de Amsterdam del año de 1602. Valera estudió Teología en la Universidad de Sevilla al tiempo que la estudiaba Arias Montano; Esto bien pudo ser así, porque eran casi de una edad y es notorio que ambos estudiaron Teología en la Universidad de Sevilla, de cuya verdad no se duda».[9]
  • «En momentos de inestabilidad política o religiosa, Oxford ofreció su hospitalidad a eminentes estudiosos españoles como Cipriano de Valera, autor de la preciosa Biblia Castellana que, modernizada, todavía se sigue publicando».
Palabras de Su Majestad el Rey a la comunidad académica al ser investido doctor «honoris causa» en Derecho civil por la Universidad de Oxford. Reino Unido (Oxford), 24 de abril de 1986.[10]
  • «Se le llamó por excelencia "el hereje español" (1906). Escribía con donaire y soltura; pero, aparte de esto y de su fecundidad literaria, es un hereje vulgar. En nuestro tiempo hubiera sido periodista de mucho crédito. Me detendré poco en él porque sus méritos son harto inferiores a su fama y, por otra parte, sus obras son más conocidas y han sido más veces reimpresas que las de ninguno de nuestros protestantes».[11]

Referencias

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  1. Valera, Cipriano de (1597). «A todos los fieles de la nación española…». Calvino, Juan (1536). Institución de la religión cristiana («En casa de Ricardo del Campo»): iij. 
  2. Valera, Cipriano de (1602). «Exhortación al lector». Biblia del Cántaro (Amsterdam: «En casa de Lorenço Iacobi»).  s/p.
  3. Valera, Cipriano de (1602). «Exhortación al lector». Biblia del Cántaro (Amsterdam: «En casa de Lorenço Iacobi»).  s/p.
  4. Valera, Cipriano de (1599). «Epístola al cristiano lector». Dos tratado («En casa de Ricardo del Campo»).  s/p.
  5. Valera, Cipriano de (1602). «Exhortación al lector». Biblia del Cántaro (Amsterdam: «En casa de Lorenço Iacobi»).  s/p.
  6. Valera, Cipriano de (1594). Tratado para confirmar en la fe cristiana a los cautivos de Berbería («En casa de Pedro Shorto»): 6-7. 
  7. Nieto, José C. (1997). El Renacimiento y la otra España. Visión cultural socioespiritual Genève: Librairie Droz S. A.: p. 181.
  8. Valera, Cipriano de (1599). «Epístola al cristiano lector». Dos tratado… («En casa de Ricardo del Campo»): A 2. 
  9. Ortiz de Zúñiga, Diego (1796). Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla «Madrid, en la Imprenta Real»: p. 425.
  10. Palabras de Su Majestad el Rey a la comunidad académica.
  11. Menéndez Pelayo, Marcelino (1978). Historia de los heterodoxos españoles. Edición digital basada en la de Madrid; La Editorial Católica: p. 643.