Marcelo T. de Alvear

presidente de Argentina
(Redirigido desde «Marcelo t de alvear»)
Máximo Marcelo Torcuato de Alvear
«Los hombres somos transitorios, pero los partidos organizados, con sus virtudes y defectos, son fuerzas permanentes y necesarias, llamadas a progresar y a perfeccionarse».
«Los hombres somos transitorios, pero los partidos organizados, con sus virtudes y defectos, son fuerzas permanentes y necesarias, llamadas a progresar y a perfeccionarse».
Véase también
Biografía en Wikipedia.
Multimedia en Wikimedia Commons.
Datos en Wikidata.
Esta página contiene citas de una persona fallecida hace 82 años.

Máximo Marcelo Torcuato de Alvear (Buenos Aires, 4 de octubre de 1868 - Don Torcuato, Buenos Aires; 23 de marzo de 1942) fue un político y presidente argentino (1922 - 1928) y presidente del comité nacional Unión Cívica Radical (1931 - 1942).

  • «Leandro Alem fue el tribuno que con su temperamento romántico concibió esta gran fuerza y se entregó a ella enteramente. El destino lo quebró en un momento de amargura, tal vez dudando de que la obra a la que entregaba su vida pudiera realizarse: ¡triste destino! Por eso su memoria tiene contornos trágicos de emoción profunda para todos los radicales.»[1]
  • «Lo que voy a pediros, si los dáis, será para que pueda realizar en bien de la República, lo que a mí­ no me fue dado ejecutar. Me refiero a tanta iniciativa fecunda que el Honorable Congreso tiene en sus carpetas, esfuerzos de investigación y construcción doctrinaria esterilizados porque los legisladores que compartieron con el gobierno la misión de velar por el bien público, no hallaron oportuno o conveniente prestarles su atención. Nadie nos aliviará del cargo y tristeza con que hemos de recordar lo que pudo ser y no se hizo.»[2]
  • «Me consideraba con derecho al respeto de todas las clases sociales, porque supe gobernarlas con legalidad, orden y prudencia. Me apartan de su seno manos crispadas.»[1]
  • «Yo conozco a ese radicalismo y a los conservadores de Buenos Aires, desde hace cincuenta años, y convengamos que en esos conservadores no han mejorado en nada, no han hecho nada en bien de la provincia. Hace cincuenta años que los conozco, porque he actuado allí. Tenían a su servicio matones y urnas de doble fondo. Yo rompí una en Morón. Hoy se preparan para usar las mismas armas.»[1]
  • «Puedo decirlo con jactancia y lo digo sin reparos: nunca, absolutamente nunca, en ningún momento de mi gobierno, he tomado una medida con el propósito de favorecer a mis amigos, lesionando siquiera sea indirectamente los legítimos intereses de nadie, así hayan sido mis más encarnizados adversarios. Por encima de todo está el concepto y el honor del gobernante, y debe estar su incansable afán de gobernar para su pueblo, para todos lo argentinos, lo repito, y no para un grupo de partidarios circunstanciales.»[1]
  • «El radicalismo quiere resolver el problema de las habitaciones obreras. El obrero del riel debe poseer una habitación comoda y barata. El jornal que recibe el obrero es insumido por tres necesidades fundamentales: habitación, alimento y vestido. Ademas, es indispensable que pueda tener una ilusión en la vida, y para ello es necesario que tenga un superávit en su presupuesto, para hacer economías, si lo desea, o para gastarlo en los placeres que apetezca. Esto, hablando relativamente del problema concreto de vosotros los ferroviarios. Pero no por ser obreros del riel dejáis de ser argentinos. Las preocupaciones gremiales que podáis tener en el carácter de obreros, no os permiten desconocer los grandes problemas argentinos. Sois argentinos, y nobles argentinos, porque trabajáis y en el trabajo, así como se endurece el músculo, también se educa un espíritu fuerte y un carácter firme, características fundamentales de quienes quieren, sobre todo, el bien de su patria. Si os digo esto ahora, es porque en este caso coinciden y se acumulan vuestros intereses gremiales con os intereses superiores del país, que defiende el radicalismo. Sin un gobierno democrático que represente la voluntad popular, la patria no podrá ser feliz.» (Acto en proclamación en Tucumán, agosto de 1937).[1]
  • «Si los pueblos quieren realmente la paz; si consideran que ella es un bien inapreciable y que la guerra es la peor y más funesta de las calamidades, deben luchar contra los enemigos que la perturban. La conciencia universal debe someterse a los principios de justicia, de derecho y humanidad, característicos de la civilización contemporánea.» [3]
  • «Así como la asistencia social es un deber del gobernante hacia su pueblo, también la disposición de todos los recursos federales para poner en valor la riqueza de sus provincias, es un deber esencial.» [4]
  • «Tanto el fascismo como el comunismo buscan el estado totalitario, es decir, la abolición del individuo en beneficio de la entidad del Estado. La vieja fórmula liberal: el Estado se funda para facilitar el desenvolvimiento y los derechos y asegurar las garantías del individuo, ha sido reemplazada por el siguiente concepto: el Estado antes y sobre todo; el individuo no es más que un factor de los tantos que se deben concurrir a fortalecer el Estado como entidad superior e ideal.» (La Prensa, 1937).[1]; Mensaje a la asamblea legislativa, 1926.[5]
  • «Al inaugurar las sesiones ordinarios de 1925 formulé mis más sinceros y fervientes votos para que el mayor acierto os acompañara en la tarea de estudiar y resolver los múltiples asuntos de importancia fundamental, que el Poder Ejecutivo había sometido y propusieron luego a vuestra ilustrada consideración, y para que vuestra labor perfeccionara y superase, en bien del país, las iniciativas del Poder Ejecutivo [...]
    Y bien, causas diversas que el Poder Ejecutivo respeta, han reducido a una mínima parte la coparticipación que pidió y esperaba de Vuestra Honorabilidad. Las sesiones ordinarias transcurrieron sin que práctica a la labor parlamentaria, y el Poder Ejecutivo se vio compelido, por la fuerza de las circunstancias, a recurrir a los árbitros legales pero limitados y poco eficientes que la Constitución y las leyes y las practicas gubernamentales poner en sus manos para no paralizar la administración, para hacer frente a las exigencias más perentorias de los servicios públicos y para afrontar las consecuencias de la falta de sanciones legales propicias al progreso general [...]
    El cuadro que ofrecen las actividades productoras, que se mueven bajo el impulso libre e inteligente de las instituciones y organizaciones particulares del país destaca la precariedad de nuestra obra de gobierno. Estamos poco menos que ausentes de la acción constructiva que en materias tan fundamentales como la política de colonización y el aprovechamiento de la tierra publica, la construcción de caminos y la ampliación de las obras de regadío, debemos impulsar sin perdida de tiempo. Nuestra política de colonización sigue siendo reducida a la distribución material de los contingentes inmigratorios, sin que hayamos logrado organizar, en la forma debida, los estudios para la clasificación, adquisición y adjudicación de la tierra pública, indispensables para la radicación del colono; y mientras tanto gran cantidad de energía se pierde en la política defensiva del patrimonio nacional actual pero ineficaz desde el punto de vista constructivo,de librar a esa tierra de la avidez acaparadora que la acecha.»

Sobre Alvear

editar
  • "Tengo que pedirle de antemano que me disculpe las irreverentes caricaturas que pienso hacer de "su excelencia". -Desde ahora queda autorizado a hacer lo que quiera -me responde-, pues tengo sobre la caricatura, un concepto muy a la europea", Ramón Columba, editor argentino, circa 1950.

Fuentes

editar

Referencias

editar
  1. 1,0 1,1 1,2 1,3 1,4 1,5 Cattaruzza, 1997
  2. Presidencia de Alvear
  3. "Marcelo T. de Alvear ¡Argentinos!". 1940.
  4. "Marcelo T. de Alvear Acción Democrática". 1937.
  5. Titto, Ricardo de (director y compilador); López, Germán (prólogo) (2010). El pensamiento del radicalismo. Claves del Bicentenario. Página 87. Buenos Aires: Editorial El Ateneo. ISBN 978-950-02-0491-0.

Bibliografía

editar
  • Cattaruzza, Alejandro (1997). Los nombres del poder: Marcelo T. de Alvear. ISBN 950-557-230-1.