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==El dolor paraguayo==
 
* La civilización no consiste en exportar mucho, ni en caminar de prisa, ni en escribir con ortografía. Consiste en la dulzura de las costumbres, en el amor y en la tolerancia, en la elevación nativa de los sentimientos y de las ideas.
El dolor paraguayo. Artículos publicados a inicios del siglo XX.
 
* Dichoso el día en que ni la fortuna ni la miseria se hereden.
 
* Es humillante la corona adquirida por el hecho de haber nacido; al lograr el honor en virtud del propio esfuerzo, introducimos en nuestra existencia la lógica, la unidad indispensable a los bellos destinos.
La civilización no consiste en exportar mucho, ni en caminar de prisa, ni en escribir con ortografía. Consiste en la dulzura de las costumbres, en el amor y en la tolerancia, en la elevación nativa de los sentimientos y de las ideas.
 
* Por el mate se absorben casi todas las medicinas silvestres. Mediante el mate se enamora, se mata y se embruja.
 
* El mate lo ha escuchado todo, lo ha adivinado todo, confidencias terribles, esperanzas siempre abatidas, juramentos sombríos. Aplicadle el oído, y percibiréis en él las mil voces confusas del inmenso pasado, como en el viejo caracol los rumores del mar.
Dichoso el día en que ni la fortuna ni la miseria se hereden.
 
* No es preciso estar loco para caer en el antro. Basta sobrar
 
Es humillante la corona adquirida por el hecho de haber nacido; al lograr el honor en virtud del propio esfuerzo, introducimos en nuestra existencia la lógica, la unidad indispensable a los bellos destinos.
 
 
Por el mate se absorben casi todas las medicinas silvestres. Mediante el mate se enamora, se mata y se embruja.
 
 
El mate lo ha escuchado todo, lo ha adivinado todo, confidencias terribles, esperanzas siempre abatidas, juramentos sombríos. Aplicadle el oído, y percibiréis en él las mil voces confusas del inmenso pasado, como en el viejo caracol los rumores del mar.
 
 
No es preciso estar loco para caer en el antro. Basta sobrar
(El manicomio)
 
* No debemos juzgar su mal, debemos curarlo.
 
 
¿Para qué convertir a los niños en malos fonógrafos, para qué profanar su tierna inteligencia? Basta excitar su curiosidad libre, mantener la elasticidad de su ingenio nativo, tan fácilmente asfixiado bajo las idiotas lecciones de texto; basta conservar el juego de su salud mental.
 
 
En la escuela hay que adquirir el hábito de no mentir y de atender a las molestias y a los sufrimientos del prójimo. Hay que salir de ella verídico, compasivo y cortés. Esto es lo importante. Y de lo que nadie se ocupa.
 
 
No es la razón, más o menos amueblada, sino la voluntad lo que hace marchar al mundo.
 
 
Todos los pobladores saben leer y escribir en China; en ningún sitio arrastran las masas tan lamentable existencia.
 
 
La obra no es sencilla; no se trata de meses, sino de largos años de paciente labor educadora y consoladora; no se trata de buscar capital en bolsillos ajenos para entrampar más y más a esta sociedad quebrada por inútil, sino de buscar amor; no se trata de enseñar el merodeo, la intriga, el arte de adquirir un crédito falso, sino de enseñar a no mentir, a no prometer lo que no se ha de cumplir, a cumplir lo que se promete, a trabajar y a comprender que el que no mantiene a sus hijos y come de la hembra no tiene perdón ni merece salvarse.
 
 
Aquí la política, lo mismo que en todo lo que se refiere a los problemas esenciales de los pueblos, tal vez sea capaz de hacer el mal, pero es impotente para hacer el bien; o es una calamidad, o no es nada; nunca es más generosa y útil que cuando se abstiene.
 
 
Cuando miro las viviendas desalquiladas de Asunción –ya que muchas familias no aguantan más y huyen al campo- pienso en la tierra. ¡Bendita crisis descentralizadora! ¡Caballeros elegantes y tronados, id a rascar la tierra fecunda! ¡Señoras empolvadas, no contempléis más tiempo los figurines de Buenos Aires; id a criar gallinas! La tierra nos salvará, la tierra en que retoñan las razas.
 
 
La fortuna llovida del cielo corrompe y arruina. Es común la idea falsa de que la agricultura y la industria exigen para desenvolverse fuertes capitales. Lo contrario es lo cierto. Lo que dura y prospera y perdura es lo que nació humildemente y se fue nutriendo de su propia sustancia.
 
 
Son cómicas las lamentaciones del gringo industrial, ex proletario que viene a hacer la América.
 
 
Si el sombrío peón suspendiera un instante su mudo desprecio a los cacicastros, piratas políticos y hombrecillos de negocios que le chupan la sangre, y se decidiera a desplegar los labios diría: “No me importa el dinero, porque apenas lo tenga me lo quitarán. No planto un árbol ni siembro el huerto porque apenas mi campo se valorice me despojarán de él. No me preocupa la prosperidad del país porque si el país prospera será a mi costa, y los muros de mi cárcel serán más gruesos todavía. No trabajo porque no hay esperanza. Nada me seduce más que escapar de este mundo por una puerta cualquiera: alcohol, juego, lujuria, contemplación, sueño, muerte”
 
 
Por eso lo más fuerte del hombre es una idea que no se dobla, y lo más formidable de una nación es la pureza de su genio, y el austero afán de conservarlo idéntico a sí mismo.
 
 
El ciudadano que en este asunto, como en todos, quiera el bien de su patria, debe dedicarse a enriquecer y concentrar el genio nacional. Debe conocerlo y para ello debe amarlo, porque sólo se conoce a fondo lo que se ama. Debe preocuparle poco la pequeñez del territorio, si el alma de los que lo pueblan no es pequeña. Debe preocuparle poco que no haya mucho dinero, si el que hay es de quien no lo ha robado. Debe preocuparle poco que no haya muchos cañones, si no se teme la muerte.
 
 
Nada detiene a una raza animada de ideas que no se doblan, y sostenida por el austero afán de guardarse idéntica a sí misma. Nada, ni el acero de las armas, ni el oro de las opulencias, salva a una raza que pierde el carácter.
 
 
Política. La buena fe de los que comienzan a pensar y a luchar es evidente; sin embargo, su error es un error fundamental. ¿Quieren corregir la política? Desprécienla. Estudien en silencio, edifiquen su espíritu y su nido; forjen en su rincón el pedazo de armadura que les toque, y la nación, reunidas sus vértebras, será fuerte. Un buen médico, un buen ingeniero, un buen músico, he aquí algo mucho más importante que un buen presidente de la República.
 
 
Las autoridades no son verdaderamente lo que deberían ser. De ellas suele partir el desorden y el peligro. A veces es necesario un motín para restablecer el orden.
 
 
* ¿Para qué convertir a los niños en malos fonógrafos, para qué profanar su tierna inteligencia? Basta excitar su curiosidad libre, mantener la elasticidad de su ingenio nativo, tan fácilmente asfixiado bajo las idiotas lecciones de texto; basta conservar el juego de su salud mental.
La tortura ha desaparecido del Código. Cosa diferente es que desaparezca de las costumbres.
 
* En la escuela hay que adquirir el hábito de no mentir y de atender a las molestias y a los sufrimientos del prójimo. Hay que salir de ella verídico, compasivo y cortés. Esto es lo importante. Y de lo que nadie se ocupa.
 
* No es la razón, más o menos amueblada, sino la voluntad lo que hace marchar al mundo.
Detrás del doctor hay que construir al hombre. Hay, por de pronto, que ponerse a estudiar.
 
* Todos los pobladores saben leer y escribir en China; en ningún sitio arrastran las masas tan lamentable existencia.
 
* La obra no es sencilla; no se trata de meses, sino de largos años de paciente labor educadora y consoladora; no se trata de buscar capital en bolsillos ajenos para entrampar más y más a esta sociedad quebrada por inútil, sino de buscar amor; no se trata de enseñar el merodeo, la intriga, el arte de adquirir un crédito falso, sino de enseñar a no mentir, a no prometer lo que no se ha de cumplir, a cumplir lo que se promete, a trabajar y a comprender que el que no mantiene a sus hijos y come de la hembra no tiene perdón ni merece salvarse.
Una sublevación de cuarteles ha lanzado del poder a un partido y ha instalado a otro. Esta operación ha necesitado ciento cincuenta heridos y sesenta muertos.
 
* Aquí la política, lo mismo que en todo lo que se refiere a los problemas esenciales de los pueblos, tal vez sea capaz de hacer el mal, pero es impotente para hacer el bien; o es una calamidad, o no es nada; nunca es más generosa y útil que cuando se abstiene.
 
* Cuando miro las viviendas desalquiladas de Asunción –ya que muchas familias no aguantan más y huyen al campo- pienso en la tierra. ¡Bendita crisis descentralizadora! ¡Caballeros elegantes y tronados, id a rascar la tierra fecunda! ¡Señoras empolvadas, no contempléis más tiempo los figurines de Buenos Aires; id a criar gallinas! La tierra nos salvará, la tierra en que retoñan las razas.
Tenemos soldados para defender la patria, y principalmente para destrozarla de cuando en cuando.
 
* La fortuna llovida del cielo corrompe y arruina. Es común la idea falsa de que la agricultura y la industria exigen para desenvolverse fuertes capitales. Lo contrario es lo cierto. Lo que dura y prospera y perdura es lo que nació humildemente y se fue nutriendo de su propia sustancia.
 
* Son cómicas las lamentaciones del gringo industrial, ex proletario que viene a hacer la América.
El país está a merced de un grupo que se atreva.
 
* Si el sombrío peón suspendiera un instante su mudo desprecio a los cacicastros, piratas políticos y hombrecillos de negocios que le chupan la sangre, y se decidiera a desplegar los labios diría: “No me importa el dinero, porque apenas lo tenga me lo quitarán. No planto un árbol ni siembro el huerto porque apenas mi campo se valorice me despojarán de él. No me preocupa la prosperidad del país porque si el país prospera será a mi costa, y los muros de mi cárcel serán más gruesos todavía. No trabajo porque no hay esperanza. Nada me seduce más que escapar de este mundo por una puerta cualquiera: alcohol, juego, lujuria, contemplación, sueño, muerte.
 
* Por eso lo más fuerte del hombre es una idea que no se dobla, y lo más formidable de una nación es la pureza de su genio, y el austero afán de conservarlo idéntico a sí mismo.
No hagáis revoluciones políticas: ceded, aguardad, estudiad, meditad. Lo violento es estéril. Lo único seguro en una revolución es mancharse de sangre. Haced sí, revoluciones económicas. Que los que producen recojan el fruto de su labor. Expulsad, no al extranjero, importador de pensamientos, sino al burgués, exportador de oro, al que es extranjero en todas partes, y sobre todo en su propia patria.
 
* El ciudadano que en este asunto, como en todos, quiera el bien de su patria, debe dedicarse a enriquecer y concentrar el genio nacional. Debe conocerlo y para ello debe amarlo, porque sólo se conoce a fondo lo que se ama. Debe preocuparle poco la pequeñez del territorio, si el alma de los que lo pueblan no es pequeña. Debe preocuparle poco que no haya mucho dinero, si el que hay es de quien no lo ha robado. Debe preocuparle poco que no haya muchos cañones, si no se teme la muerte.
 
* Nada detiene a una raza animada de ideas que no se doblan, y sostenida por el austero afán de guardarse idéntica a sí misma. Nada, ni el acero de las armas, ni el oro de las opulencias, salva a una raza que pierde el carácter.
Alzaos hacia la claridad sagrada, convenceos de que el trabajo es lo único fecundo, de que contra él son impotentes el destino, el azar y hasta los dioses, si dioses hay. Convenceos de que la paz es más heroica que la guerra. Preparémonos a vivir y a morir sin miedo.
 
* Política. La buena fe de los que comienzan a pensar y a luchar es evidente; sin embargo, su error es un error fundamental. ¿Quieren corregir la política? Desprécienla. Estudien en silencio, edifiquen su espíritu y su nido; forjen en su rincón el pedazo de armadura que les toque, y la nación, reunidas sus vértebras, será fuerte. Un buen médico, un buen ingeniero, un buen músico, he aquí algo mucho más importante que un buen presidente de la República.
 
* Las autoridades no son verdaderamente lo que deberían ser. De ellas suele partir el desorden y el peligro. A veces es necesario un motín para restablecer el orden.
En el gobierno reina el terror, y no hay cosa tan cruel como el miedo, cuando tiene el miedo las armas en la mano.
 
* La tortura ha desaparecido del Código. Cosa diferente es que desaparezca de las costumbres.
 
* Detrás del doctor hay que construir al hombre. Hay, por de pronto, que ponerse a estudiar.
Se parecen tanto unos a otros los partidos, que la única manera de distinguirlos es ponerles un color.
 
* Una sublevación de cuarteles ha lanzado del poder a un partido y ha instalado a otro. Esta operación ha necesitado ciento cincuenta heridos y sesenta muertos.
 
* Tenemos soldados para defender la patria, y principalmente para destrozarla de cuando en cuando.
Los hombres se atan al cuello un pañuelo celeste o rojo, con lo cual se ahorran juiciosamente la molestia de inventar un programa.
 
* El país está a merced de un grupo que se atreva.
 
* No hagáis revoluciones políticas: ceded, aguardad, estudiad, meditad. Lo violento es estéril. Lo único seguro en una revolución es mancharse de sangre. Haced sí, revoluciones económicas. Que los que producen recojan el fruto de su labor. Expulsad, no al extranjero, importador de pensamientos, sino al burgués, exportador de oro, al que es extranjero en todas partes, y sobre todo en su propia patria.
Los que no comen del Estado sienten arder el patriotismo en sus venas, y se lanzan a la lucha.
 
* Alzaos hacia la claridad sagrada, convenceos de que el trabajo es lo único fecundo, de que contra él son impotentes el destino, el azar y hasta los dioses, si dioses hay. Convenceos de que la paz es más heroica que la guerra. Preparémonos a vivir y a morir sin miedo.
 
* En el gobierno reina el terror, y no hay cosa tan cruel como el miedo, cuando tiene el miedo las armas en la mano.
El papel paraguayo –no el papel del libro, de la revista o del diario, sino el papel moneda- vale, según dicen, cada vez menos. Hay gentes que se consternan ante este fenómeno. Yo no: me felicito de que el dinero pierda su valor, y deseo que llegue el día en que no tenga ninguno. Entonces dejaremos de ocuparnos de él, y nos habremos emancipado de una superstición que nos rebaja.
 
* Se parecen tanto unos a otros los partidos, que la única manera de distinguirlos es ponerles un color.
 
* Los hombres se atan al cuello un pañuelo celeste o rojo, con lo cual se ahorran juiciosamente la molestia de inventar un programa.
Oro, dinero... suprimid todo el oro del mundo ¿habrá disminuido en un átomo nuestra verdadera riqueza?
 
* Los que no comen del Estado sienten arder el patriotismo en sus venas, y se lanzan a la lucha.
 
* El papel paraguayo –no el papel del libro, de la revista o del diario, sino el papel moneda- vale, según dicen, cada vez menos. Hay gentes que se consternan ante este fenómeno. Yo no: me felicito de que el dinero pierda su valor, y deseo que llegue el día en que no tenga ninguno. Entonces dejaremos de ocuparnos de él, y nos habremos emancipado de una superstición que nos rebaja.
Si suprimiéramos el oro ¿qué motivo de acción nos restaría? Sin terror ¿qué nos sacaría de la inmovilidad? Inventaríamos el amor, la solidaridad de los esfuerzos; descubriríamos que el egoísmo, o sea la repulsión recíproca, no es mejor cemento para dar cohesión y eficacia a la sociedad... graves inconvenientes, utopías, locuras. Si hay algo prácticamente absurdo, es el sentido común.
 
* Oro, dinero... suprimid todo el oro del mundo ¿habrá disminuido en un átomo nuestra verdadera riqueza?
 
* Si suprimiéramos el oro ¿qué motivo de acción nos restaría? Sin terror ¿qué nos sacaría de la inmovilidad? Inventaríamos el amor, la solidaridad de los esfuerzos; descubriríamos que el egoísmo, o sea la repulsión recíproca, no es mejor cemento para dar cohesión y eficacia a la sociedad... graves inconvenientes, utopías, locuras. Si hay algo prácticamente absurdo, es el sentido común.
¡Siempre la habilísima estratagema de convertir en cuestiones de beneficencia las cuestiones de derecho!
 
* ¡Siempre la habilísima estratagema de convertir en cuestiones de beneficencia las cuestiones de derecho!
 
* Pero si queréis ver a ese pueblo, cara a cara, si queréis tocar y oler esa carne que suda y que sufre, no tenéis necesidad, no, de que yo os lleve a las soledades de Yabebyry. Id a vuestra cocina, oh doctores, y allí encontraréis alguna sierva que os lava platos y lame vuestras sobras. Preguntadla cómo se alimenta “el pueblo soberano” y cómo vive. Preguntadla por la salud de sus hijos, y si sus hijos pueden contestar, preguntadles quién fue su padre.
 
* Mientras el dolor no os abrase las entrañas, mientras un día de hambre y abandono –siquiera un día- no os haya devuelto a la vasta humanidad, no la comprenderéis.
 
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Mientras el dolor no os abrase las entrañas, mientras un día de hambre y abandono –siquiera un día- no os haya devuelto a la vasta humanidad, no la comprenderéis.
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