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'''[[w:Francisco de Asís|Francisco de Asís]]''', santo italiano (1181-1226), fundador de la orden de frailes menores conocida como la orden franciscana.
 
== Citas de Francisco de Asís ==
== Referencias ==
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[[Categoría:Santos italianos]]
[[Categoría:Monjes]]
[[Categoría:Religiosos]]
[[Categoría:Personas de la Edad Media]]
[[Categoría:Personas fallecidas hace más de 100 años]]San Francisco de Asís (en italiano San Francesco d’Assisi, nacido Giovanni di Pietro Bernardone; Asís, 1181/1182[5]​-ibidem, 3 de octubre de 1226)[1]​ es un santo umbro (italiano), diácono,[6]​[7]​ y fundador de la Orden Franciscana, de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas y una tercera conocida como tercera orden seglar, todas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia católica en la Edad Media. Destaca como una de las grandes figuras de la espiritualidad en la historia de la cristianidad.[8]​[9]​[10]​
 
* «Allí donde reinan la quietud y la meditación, no hay lugar para las preocupaciones ni para la disipación». <ref>Vallejo Gago, Alfonso. Alma Peregrina. Editorial Bebookness, 2016. ISBN 9788416640393.</ref>
San Francisco de Asís
San Francesco.jpg
Representación de San Francisco de Asís, en un fresco de Cimabue en la Basílica de Asís, se cree que es la imagen más fiel del santo
Fundador de la Orden de los Frailes Menores
Nombre
Giovanni di Pietro Bernardone
Nacimiento
1181/1182
Asís (Umbría-Ducado de Spoleto-Sacro Imperio Romano Germánico)
Fallecimiento
3 de octubre de 1226 (44 años)[1]​
Asís (Umbría-Estados Pontificios)
Venerado en
Iglesia católica, Iglesia anglicana. La Iglesia luterana evangélica en América lo conmemora como «renovador de la Iglesia».[2]​
Canonización
16 de julio de 1228, en Asís, por el papa Gregorio IX
Principal santuario
Basílica de San Francisco de Asís (Italia)
Orden religiosa
Orden de Frailes Menores Ver y modificar los datos en Wikidata
Festividad
4 de octubre[3]​[4]​
17 de septiembre Impresión de los Sacros Estigmas a San Francisco.
Atributos
estigmas, calavera (en representación no sólo del rechazo de la vida de placer, sino de la "hermana muerte"), lobo, aves
Patronazgo
animales, medio ambiente, belenistas, comerciantes (en particular fabricantes de telas, sastres y tejedores), Italia, Perú, Filipinas, Quito (Ecuador), Milagro (Ecuador), Azogues (Ecuador), Meycauayan (Filipinas), Arribeños (Argentina), Telchac Pueblo (México), Tlaltenco (México), San Francisco de Conchos (México), California (EE. UU.), Real de Catorce (México), San Francisco del Rincón, Iguala (México).
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De ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. En Egipto, intentó infructuosamente la conversión de los musulmanes al cristianismo.[11]​ Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Tal forma de vivir no fue aceptada por algunos de los nuevos miembros de la orden mientras ésta crecía; aun así, Francisco no fue reticente a una reorganización. Es el primer caso conocido en la historia de estigmatizaciones visibles y externas.[12]​ Fue canonizado por la Iglesia católica en 1228, y su festividad se celebra el 4 de octubre.[3]​[4]​ En italiano es conocido también como il poverello d'Assisi, es decir, 'el pobrecillo de Asís'.
 
* «Ama de veras a su enemigo el que no se duele de la injuria que se le hace, sino que, por el amor de Dios, se requema por el pecado que hay en su alma. Y muéstrele su amor con obras». <ref>Saint Francis (of Assisi), Saint Clare (of Assisi). Los escritos de Francisco y Clara de Asís. Editorial Aránzazu, 1980.</ref>
Índice
Contexto histórico
 
* «Todas las cosas de la creación son hijos del Padre y hermanos del hombre... Dios quiere que ayudemos a los animales si necesitan ayuda. Cada criatura en desgracia tiene el mismo derecho a ser protegida». <ref>Pensamientos sobre el planeta Tierra. Editorial Paulinas. ISBN 9789586695923. p. 126.</ref>
 
* «¿Cómo podéis asesinar y devorar despiadadamente a esas adorables criaturas que mansa y amorosamente os ofrecen su ayuda, amistad y compañía?». <ref>Citado en Alberto Álvarez, Ariel. ''Yoga Occidentalis''. Editorial Punto Rojo Libros, 2014. ISBN 9781629347998. p. 56.</ref>
Cruz cátara, también cruz de Occitania.
En el siglo XII se hicieron cambios fundamentales en la sociedad de la época: el comienzo de las Cruzadas y el incremento demográfico, entre otros motivos, influyeron en el incremento del comercio y el desarrollo de las ciudades. La economía seguía teniendo su base fundamental en el campo dominado por el modo de producción feudal, pero los excedentes de su producción se canalizaban con mayor dinamismo que en la Alta Edad Media. Aunque todavía no se estaba produciendo una clara transición del feudalismo al capitalismo y los estamentos privilegiados (nobleza y clero) seguían siendo los dominantes, como lo fueron hasta la Edad Contemporánea, los burgueses (artesanos, mercaderes, profesionales liberales y hombres de negocios) comenzaban a tener posibilidades de ascenso social, y el comercio y la Banca crecían dominados por el constante afán de lucro.[13]​ La Iglesia, protagonista de ese tiempo, también se vio influida por la nueva riqueza: no eran pocas las críticas a algunos de sus ministros que se preocupaban más por el crecimiento patrimonial y sus relaciones políticas de conveniencia.
 
* «Conozco a Cristo pobre y crucificado, y eso me basta».
 
* «Cuando el servidor de Dios es visitado por el Señor en la oración con alguna nueva consolación, antes de terminarla debe levantar los ojos al cielo y, juntas las manos, decir al Señor: “Señor, a mi, pecador e indigno, me has enviado del cielo esta consolación y dulzura; te las devuelvo a ti para que me las reserves, pues yo soy un ladrón de tu tesoro.” Y también: “Señor, arrebátame tu bien en este siglo y resérvamelo para el futuro.” Así debe ser, de modo que, cuando salga de la oración, se presente a los demás tan pobrecito y pecador como si no hubiera obtenida ninguna gracia nueva. Por una pequeña recompensa se pierde algo que es inestimable y se provoca fácilmente al Dador a no dar más».
Bajorrelieve de terracota policromada que representa el encuentro de san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán, exponentes decisivos de las órdenes mendicantes del siglo XII. Museo Nacional Alinari de la Fotografía.
 
* «Cuanto más tentado te veas, sábete que eres más amado».
Debido a ello, diversos movimientos religiosos surgieron en rechazo a la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica en esa época, o se dedicaron a vivir más de acuerdo con los postulados de una vida pobre y evangélica.[14]​ Algunos de ellos medraron afuera de la institución y vivieron a su manera; tales movimientos fueron condenados hasta el punto de considerarlos herejes, como el caso de los cátaros que predicaban entre otras cosas el rechazo al mundo material, a los sacramentos, a las imágenes y a la cruz.[15]​ En cambio, otras organizaciones —como las creadas por san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán— nacieron bajo sumisión a la autoridad católica y sus miembros fueron conocidos con el nombre genérico de «monjes mendicantes».[13]​ Este movimiento extremó la práctica del voto de pobreza: sus miembros ya no vivían del trabajo de las tierras como el Císter reformado por san Bernardo de Claraval, sino que renunciaban incluso a poseer bienes propios. Así, las órdenes mendicantes terminaron por desempeñar un papel de primer orden en la vida de la Iglesia,[13]​ al lograr que la mayoría de los católicos se alejase de la búsqueda de la opulencia, algo que tornaría en el siglo XIV.
 
* «Dios creó a todas las criaturas con amor y bondad, grandes, pequeñas, con forma humana o animal todos son hijos del Padre y fue tan perfecto en su creación que dio a cada uno su propio entorno y a sus animales un hogar lleno de arroyos, árboles y prados hermosos como el propio paraíso. Aquellos hombres capaces de irrumpir con la voluntad de Dios y arrebatar de la madre tierra a sus animales estarán cometiendo un gran error y siempre serán juzgados por aquellos que sí respetan la creación divina de Dios tal y como él la creo».
Infancia y juventud
 
*«El diablo se alegra, sobre todo, cuando logra arrebatar la alegría del corazón del servidor de Dios. Llena de polvo las rendijas más pequeñas de la conciencia que puedan ensuciar el candor del espíritu y la pureza de la vida. Pero cuando la alegría espiritual llena los corazones, la serpiente derrama en vano su veneno mortal».
Francisco de Asís nació bajo el nombre de Giovanni. Sus padres fueron Pietro Bernardone dei Moriconi y Donna Pica Bourlemont, provenzal; tuvo al menos un hermano más, de nombre Angelo.[16]​ Su padre era un próspero comerciante de telas que formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a las ferias locales. Entre algunas versiones, fue la afición a esta tierra por lo que su padre lo apodó después como Francesco o el francesito; también es probable que el pequeño fuera conocido más adelante de este modo por su afición a la lengua francesa y los cantos de los trovadores.[17]​
 
*«El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote».
Francisco recibió la educación regular de la época, en la que aprendió latín. De joven se caracterizó por su vida despreocupada: no tenía reparos en hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, en sus correrías periódicas, ni en dar pródigas limosnas;[18]​ como cualquier hijo de un potentado tenía ambiciones de ser exitoso.
 
*«El Señor te bendiga y te guarde; te muestre su rostro y tenga misericordia de ti. Vuelva a ti su mirada y te conceda la paz».
En sus años juveniles la ciudad ya estaba envuelta en conflictos para reclamar su autonomía del Sacro Imperio. En 1197 lograron quitarse la autoridad germánica, pero desde 1201 se enfrascaron en otra guerra contra Perusa (Perugia), apoyada por los nobles desterrados de Asís. En la batalla de Ponte San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y estuvo cautivo por lo menos un año.[19]​
** «Bendición al Hermano León».
 
* «El siervo de Dios que no se enoja ni se turba por cosa alguna, vive, en verdad, sin nada propio».
Desde 1198 el pontificado se hallaba en conflicto con el Imperio, y Francisco formó parte del ejército papal bajo las órdenes de Gualterio de Brienne contra los germanos.[20]​
 
* «Espíritus malignos y falsos, hagan en mi todo lo que quieran. Yo sé bien que no pueden hacer más de lo que les permita la mano del Señor. Por mi parte, estoy dispuesto a sufrir con mucho gusto todo lo que él les deje hacer en mí».
 
* «Feliz el servidor capaz de soportar con paciencia las correcciones, las acusaciones y las reprensiones que le vienen de otro como si se las hiciera él mismo».
Estatua de San Francisco en Asís que lo representa regresando a la ciudad tras abandonar la guerra.
 
* «La cortesía es hermana de la caridad, que apaga el odio y fomenta el amor». <ref name="dorlu"/>
La renuncia a los bienes terrenales, según Giotto.
De acuerdo con los relatos, fue en un viaje a Apulia (1205)[20]​ mientras marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una voz que le recomendaba regresar a Asís. Así lo hizo y volvió ante la sorpresa de quienes lo vieron, siempre jovial pero envuelto ahora en meditaciones solitarias.
 
* «Los animales son mis amigos, y yo no me como a mis amigos». <ref name="dorlu"/>
Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal. Un día en que se mostró en un estado de quietud y paz sus amigos le preguntaron si estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: Estais en lo correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual.[21]​ Hasta ese momento todavía no sabía él mismo exactamente el camino que había de tomar de ahí en adelante; fue después de reflexiones y oraciones que supo que la dama a quien se refería era la Pobreza.
 
* «Los demonios no son los que le han crucificado, eres tú quien con ellos lo has crucificado y lo sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los pecados».
El punto culminante de su transformación se dio cuando convivió con los leprosos, a quienes tiempo antes le parecía extremadamente amargo mirar.[22]​ Se dedicó después a la reconstrucción de la capilla de San Damián. Según los relatos, lo hizo después de haber visto al crucifijo de esta iglesia decirle: Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas.[23]​ Entonces decidió vender el caballo y las mercancías de su padre en Foligno, regresó a San Damián con lo ganado y se lo ofreció al sacerdote, pero este lo rechazó.
 
* «Mi Dios y mi todo».
Su padre, al darse cuenta de la conducta de su hijo, fue enojado en su búsqueda, pero Francisco estaba escondido y no lo halló. Un mes después fue él mismo el que decidió encarar a su padre. En el camino a su casa, las personas con que se encontró lo recibieron mal y, creyéndolo un lunático, le lanzaron piedras y lodo.
 
* «Si existen hombres que excluyen a cualquiera de las criaturas de Dios del amparo de la compasión y la misericordia, existirán hombres que tratarán a sus hermanos de la misma manera».
Francisco ante las autoridades eclesiales
Su padre lo reprendió severamente, tanto que lo encadenó y lo encerró en un calabozo.[24]​ Al ausentarse el airado padre por los negocios, la madre lo liberó de las cadenas. Cuando regresó, fue ella quien recibió las reprimendas del señor de la casa, y fue otra vez en búsqueda del muchacho a San Damián, pero Francisco se plantó con calma y le reafirmó que enfrentaría cualquier cosa por amor a Cristo. Pietro Bernardone, más preocupado por lo perdido de su patrimonio,[24]​ acudió a las autoridades civiles a forzarlo a presentarse, pero el joven rehusó hacerlo con el argumento de no pertenecer ya a la jurisdicción civil, por lo que las autoridades dejaron el caso en manos de la Iglesia.
 
* «Soy tan solo lo que soy ante Dios».
Francisco se sometió al llamado de la autoridad eclesial. Ante el requerimiento de devolver el dinero frente a su padre y al obispo de Asís, de nombre Guido, no sólo lo hizo, sino que se despojó de todas sus vestimentas ante los jueces, proclamando a Dios desde ese momento como su verdadero Padre. Ante esto, el obispo lo abrazó y le envolvió con su manto.[25]​
 
* «Tenemos que amar mucho el amor del que nos ha amado mucho».
Comienzos de la orden
 
* «Tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero».
 
* «Yo necesito pocas cosas y las pocas que necesito, las necesito poco». <ref name="dorlu">Dorian Lucas. 99% feliz: 99 recetas de grandes pensadores para disfrutar de cada día. Editorial Penguin Random House Grupo Editorial España, 2015. ISBN 9788415594727.</ref>
Porciúncula.
No se sabe con certeza cuántas iglesias en ruinas o deterioradas reconstruyó; entre ellas, a la que más estima tenía era la capilla de la Porciúncula (“la partecita”, llamada así porque estaba junto a una construcción mayor).
 
== Citas sobre San Francisco de Asís ==
Allí fue donde recibió la revelación definitiva de su misión, probablemente el 24 de febrero de 1208,[26]​ cuando escuchó estas palabras del Evangelio: No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos... (Lc., 10).[27]​ Así, cambió su afán de reconstruir las iglesias por la vida austera y la prédica del Evangelio. Después de someterse a las burlas de quienes lo veían vestido casi de trapos, ahora su mensaje era escuchado con atención, y al contrario de otros grupos reformadores de la época, el suyo no era un mensaje de descalificaciones ni anatemas.
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* «Francisco nos recuerda que en la creación se despliega la sabiduría y la benevolencia del Creador. Él entiende la naturaleza como un lenguaje en el que Dios habla con nosotros, en el que la realidad se vuelve transparente y podemos hablar de Dios y con Dios».
En unos meses sus discípulos eran once: Bernardo di Quintavalle, Pedro Catani, Gil, Morico, Bárbaro, Sabatino, Bernardo Vigilante, Juan de San Constanzo, Angelo Tancredo, Felipe y Giovanni de la Capella.[28]​
** [[Benedicto XVI]] [http://www.franciscanos.org/docpontificios/sanfranciscoasis1.html]
 
*«Francisco fue un gran santo y un hombre alegre. Su sencillez, su humildad, su fe, su amor a Cristo, su bondad con todo hombre y toda mujer lo hicieron alegre en cualquier situación. En efecto, entre la santidad y la alegría existe una relación íntima e indisoluble».
Bajo la pobreza que Francisco predicaba y pedía, los frailes hacían sus labores diarias atendiendo leprosos, empleándose en faenas humildes para los monasterios y casas particulares, y trabajando para granjeros. Pero las necesidades cotidianas hacían la colecta de limosna inevitable, labor que Francisco alentaba con alegría por haber elegido el camino de la pobreza. Comenzó también la expansión del mensaje evangélico, y para ello los estimuló a viajar de dos en dos.[29]​
** [[Benedicto XVI]] [http://www.franciscanos.org/docpontificios/sanfranciscoasis1.html]
 
* «Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación».
Audiencia ante el papa para la aprobación de la regla
** [[Francisco|Papa Francisco]] explicando el porque del origen de su nombre [http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/30642.php?index=30642&lang=it#TRADUZIONE%20IN%20LINGUA%20SPAGNOLA].
 
== Referencias ==
Francisco de Asís en la pintura de Francisco Pacheco (Museo de Bellas Artes de Sevilla).
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Hacia abril o mayo de 1209,[30]​ Francisco se decidió a presentarse ante el papa Inocencio III, para que le aprobara la primera regla de la Orden. Con ese fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma.
[[Categoría:Santos italianos]]
 
[[Categoría:Monjes]]
Fue bajo la intervención del obispo Guido de Asís como pudo tener audiencia con el papa. Éste y ciertos cardenales objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y a la falta de una mínima base material de la orden; pero bajo la influencia del cardenal Juan de San Pablo y su apoyo, Francisco pudo tener una nueva audiencia para que se considerara la aprobación de su hermandad de pobres.
[[Categoría:Religiosos]]
 
[[Categoría:Personas de la Edad Media]]
El papa por fin aprobó la regla verbalmente, al convencerse de que la ayuda de un hombre como Francisco reforzaría la imagen de la Iglesia con su prédica y su práctica del Evangelio. No se conoce el contenido de esta primera regla.[31]​ Fue por esta época (seis años después de su conversión según Celano)[32]​ cuando fundó, junto a Clara de Asís, la llamada segunda orden.
[[Categoría:Personas fallecidas hace más de 100 años]]
 
Rivotorto
Camino de vuelta a Asís, él y sus acompañantes se ubicaron en un lugar llamado Rivotorto, donde consolidaron sus principios de vivir en la pobreza, conviviendo entre los campesinos locales y atendiendo a leprosos; desde entonces se hacían llamar a sí mismos Hermanos Menores o Frailes Menores (el nombre fundacional de la congregación es Ordo Fratrum Minorum, abreviado O.F.M.).
 
Después de la estadía en Rivotorto, buscó una sede para su orden; para ello pidió la ayuda del obispo Guido, pero no consiguió respuesta favorable. Fue un abad benedictino del Monte Subasio quien le ofreció la capilla de la Porciúncula y un terreno adyacente (propiamente la partecita, la porcioncita). Francisco aceptó, pero no como un regalo, sino que pagaba como renta canastas con peces.[33]​
 
Crecimiento y expansión
 
 
Francisco dando un sermón a las aves, según fresco de Giotto en la Basílica dedicada al santo.
Dentro del ánimo de la época de los viajes hacia el Este, hizo un intento de ir a Siria para la expansión del Evangelio en la tierra de los llamados «infieles». Esto sucedió probablemente a finales del año 1212 y nuevamente dos años más tarde. Ambas empresas se frustraron.[34]​
 
Antes de 1215 el número de frailes se había incrementado, no sólo en Italia sino en el sur de Francia y en los reinos de España. Viajaban los franciscanos de dos en dos y convivían con la gente común; además, establecían ermitas en las afueras de las ciudades.[35]​
 
Concilio de Letrán
Durante el Concilio de Letrán de 1215, la organización adquirió un fuerte estatus legal; en ese año se decretó que toda nueva orden debía adoptar la Regla de San Benito o la de San Agustín. Para los Frailes Menores no hubo necesidad de esto, por haber sido aceptados seis años antes (aunque de palabra y no oficialmente). En este concilio el papa Inocencio III tomó la letra Tau como símbolo de conversión y señal de la cruz;[36]​ de ahí en adelante el poverello fue devoto de este símbolo.[37]​
 
En esa época, el cardenal Hugolino les ofreció a él y a Domingo de Guzmán la posibilidad de formar cardenales de las filas de sus órdenes. Francisco, según las crónicas de Tomás de Celano, acorde con sus principios respondió: «Eminencia: mis hermanos son llamados frailes menores, y ellos no intentan convertirse en mayores. Su vocación les enseña a permanecer siempre en condición humilde. Mantenedlos así, aún en contra de su voluntad, si Vuestra Eminencia los considera útiles para la Iglesia. Y nunca, os lo ruego, les permitáis convertirse en prelados».[38]​
 
Indulgencia en la Porciúncula
Bajo el pontificado de Honorio III en 1216, se promovió la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del papa para que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto privilegio.[39]​
 
Desde el año 1217[40]​ organizó capítulos en el que los Frailes Menores se reunían para intercambiar experiencias; para la organización apropiada de los territorios en que los frailes se habían dispersado, organizó también provincias de evangelización.[41]​
 
Viaje a Oriente
 
Captura de Damieta durante las cruzadas, óleo de Cornelis Claesz. van Wieringen.
Hacia el capítulo de 1219, la orden tuvo sus primeras disensiones respecto de las normas de pobreza dictadas por Francisco. Algunos persuadieron al cardenal Hugolino para que hablara con él, a fin de que la orden fuera dirigida por hermanos «más sabios»[42]​ y de acuerdo con reglas como la de San Benito, a lo que el poverello se opuso recalcando la forma de vida de humildad y simplicidad.[42]​ La innovación que brotó de este encuentro fue la organización de misiones a las llamadas «tierras paganas».
 
En 1219 se embarcó hacia el oriente, pasando por Chipre, San Juan de Acre y Damieta en el delta del Nilo, donde los cruzados estaban bajo la orden del duque Leopoldo VI de Austria. Allí, Francisco los previno de que había sido alertado por Dios de que no realizaran ningún ataque; ante sus palabras, los soldados se burlaron de él. El resultado de la siguiente batalla fue un desastre para los cruzados.[43]​ Continuó su estadía y el aprecio hacia su persona crecía, incluso algunos caballeros abandonaron las armas para convertirse en frailes menores.[44]​
 
Frente al sultán de Egipto
 
Cuerno entregado por el sultán de Egipto a San Francisco de Asís.
Tomó como misión la conversión de los musulmanes. Para ello se acompañó del hermano Illuminato para adentrarse en esas tierras; al encontrarse con los primeros soldados sarracenos fue golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el sultán de Egipto al-Malik al-Kamil.
 
Según las crónicas de Buenaventura, el poverello, en su afán de convertirlo al cristianismo, invitó a los ministros religiosos musulmanes a entrar con él en una gran fogata (equivalente a una ordalía o prueba del fuego), para así demostrar qué religión era la verdadera; los mulás rehuyeron la propuesta. Francisco ofreció entrar solo y retó al Sultán a que, si salía ileso, se convertiría al cristianismo e incitaría a su pueblo a hacerlo; el príncipe rechazó también esa posibilidad. Al final, sus pretensiones se frustraron.[45]​ En reconocimiento, el sultán de Egipto entregó a Francisco un cuerno de marfil finamente tallado que habría oficiado de pasaporte en tierras musulmanas y que se conserva en la Basílica de Asís. Tiempo después, Francisco obtuvo del sultán al-Mu'azzam de Damasco, hermano de al-Malik, permiso solo para visitar Siria y Tierra Santa.[46]​
 
Crisis y reorganización
 
La orden, durante su ausencia, sufrió una crisis: hubo disensiones, falta de organización y desacuerdos con la ruda vida diaria. El rumor sobre la muerte de Francisco en el Oriente dio pie a implantar reformas, entre ellas ciertas medidas disciplinarias, ayunos e incluso la institución de una casa de estudio en Bolonia; muchos consideraron estos cambios contrarios a la idea original del fundador. Enterado de estos sucesos, Francisco fue ante el papa Honorio III y le rogó que designara al cardenal Hugolino para reorganizar la orden.[47]​
 
Las nuevas disposiciones tuvieron un nuevo Ministro General, Elías Bombarone, y una nueva regla, la de 1221 (Regla no bulada) que entre otros temas trató el año de noviciado, la prohibición del vagabundeo y de la desobediencia ante órdenes contrarias a los principios franciscanos.[48]​
 
La tercera orden
Ante el incremento de las vocaciones y el peligro de inclusión de gente de dudosa vocación espiritual, nació la llamada Tercera Orden, para permitir a hombres y mujeres laicos vivir el Evangelio tras las huellas de Francisco. Obtuvo su estatus legal en 1221 también con la ayuda del cardenal Hugolino. Es en posteriores escritos como se rescata su contenido, porque el original se perdió. Consistía de trece capítulos en los que se reglamentaba la santificación personal de los terciarios, su vida social y la organización de la nueva fraternidad.[49]​
 
Bajo influencia nuevamente de este cardenal, la orden reabrió el convento de Bolonia para el estudio, a pesar de la convicción de Francisco de la primacía de la oración y la prédica de los Evangelios por sobre la educación formal.[50]​
 
La regla definitiva
 
La regla definitiva
Bajo la insistencia de ministros de la orden, fue obligado a redactar una nueva regla, ya que ciertos opositores a la entonces vigente consideraban que le faltaba consistencia y definición, y que eso le impedía obtener una definitiva aprobación por parte de la Santa Sede. Nuevamente aceptó las exigencias. Para ello se retiró dos veces a la ermita de Fonte Colombo cerca de Rieti, a redactar una definitiva regla bajo ayuno y oración.[51]​ El 29 de noviembre de 1223, con otra participación del cardenal Hugolino, la regla tuvo su forma definitiva[52]​ y fue aprobada por el papa Honorio III.
 
Navidad en Greccio
 
Terminada la labor de aprobación de la regla definitiva, Francisco decidió retornar a Umbría. Debido a la cercanía de la Navidad, a la que él tenía especial aprecio, quiso celebrarla de manera particular ese año de 1223; para ello convidó a un noble de la ciudad de Greccio, de nombre Juan, a festejar el nacimiento de Jesucristo en una loma rodeada de árboles y llena de cuevas de un terreno de su propiedad.
 
Pretendió que la celebración se asemejara lo más posible a la natividad de Jesús de Nazaret, y montó un pesebre con animales y heno; pobladores y frailes de los alrededores acudieron a la misa en procesión. Allí el poverello asistió como diácono y predicó un sermón. Aunque no fue la primera celebración de este tipo, es considerada un importante acontecimiento religioso, una fiesta única.[53]​
 
Los estigmas
 
 
La estigmatización según un fresco en la Basílica de San Francisco.
 
San Francisco de Asís recibiendo los estigmas según José de Arce, imagen del siglo XVII, titular de la Parroquia de San Francisco de Asís y Santuario Mariano de Nuestra Señora de la Soledad, Las Palmas de Gran Canaria, Canarias.
Francisco asistió en junio de 1224 a lo que fue su último capítulo general de la orden. Hacia principios de agosto decidió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para este viaje a algunos de sus compañeros: León, Angelo, Illuminato, Rufino y Masseo, a quien el poverello puso al mando del grupo.
 
Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando, quien llevaba provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a manera de celda, donde después se aisló. La oración ocupó un lugar central en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el silencio y soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose, ayunando, e incluso, gesticulando.
 
En ese lugar, fray León fue testigo de los actos de su soledad: lamentos por el futuro de la orden y estados de éxtasis. Al saber que era espiado, decidió irse a un sitio más apartado en una saliente de montaña. En la fiesta de la Asunción Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días.
 
Por órdenes del poverello, fray León lo visitaba dos veces para llevarle pan y agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de León, éste fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por ocurrir.[54]​ Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.
 
Probablemente el 14 de septiembre de 1224,[54]​ oró para recibir dos gracias antes de morir: sentir la Pasión de Jesús, y una enfermedad larga con una muerte dolorosa. Después de intensas oraciones, entonces en un trance profundo —según relato de San Buenaventura—[55]​ el mismo Nazareno se le presentó, crucificado, rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los pies y el costado; posteriormente, sus hermanos vieron los estigmas de Francisco, que él conservó por el resto de su vida.[56]​ Sin embargo, Francisco —al igual que otros santos estigmatizados— hizo todo lo posible para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse indigno, no del dolor que sentía, sino de ser portador de las señales de la Pasión de Cristo.[57]​ Por eso, fue desde entonces con las manos metidas entre las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.
 
San Francisco en oración (Diego de Velázquez) 1632
San Francisco en oración, círculo de Francisco de Herrera el Viejo.[58]​
Muerte
 
 
Basílica de San Francisco.
Retornó a la Porciúncula acompañado sólo por León; en su camino hubo muestras de veneración al estigmatizado, aparentemente su acompañante hacía saber a todos acerca del prodigio.[59]​ Mientras tanto, su salud —que desde mucho tiempo antes nunca fue buena del todo— empeoraba: El sangrado de sus heridas lo hacía sufrir constantemente. En el verano de 1225 pasó un tiempo en San Damián bajo el cuidado de sus allegados.
 
Fue durante esta temporada cuando compuso el Cántico de las criaturas, que hizo también cantar a sus compañeros.[60]​ Se encaminó luego a Rieti, rodeado del entusiasmo popular por tocarlo o arrancar algún pedacito del paupérrimo sayo que vestía, y se instaló en el palacio del obispo. Después se hospedó en Fonte Colombo, donde fue sometido a tratamiento médico, que incluyó cauterizar con un hierro ardiente la zona desde la oreja hasta la altura de la ceja de uno de sus ojos; según los relatos, Francisco no sintió dolor al «platicar» con el fuego para que no lo dañara.[61]​ Otro intento para ser tratado por renombrados médicos fue hecho en Siena, sin buen resultado.
 
Deseó volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días. Arribó a Asís y fue llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres armados, puesto que la localidad estaba en estado de guerra.[62]​ En su lecho escribió su Testamento.[22]​ En sus últimos momentos entonó nuevamente su Cántico al Hermano Sol —al que agregó un nuevo verso dedicado a la hermana Muerte— junto a Angelo y León.[63]​
 
 
La tumba de Francisco en Asís.
De acuerdo con su último deseo, fue encaminado a la Porciúncula, donde se estableció en una cabaña cercana a la capilla. Murió el 3 de octubre de 1226 a la edad de 44.
 
Así relata San Buenaventura la verificación de las llagas de Francisco después de su muerte:
 
Al emigrar de este mundo, el bienaventurado Francisco dejó impresas en su cuerpo las señales de la Pasión de Cristo. Se veían en aquellos dichosos miembros unos clavos de su misma carne, fabricados maravillosamente por el poder divino y tan connaturales a ella, que, si se les presionaba por una parte, al momento sobresalían por la otra, como si fueran nervios duros y de una sola pieza. Apareció también muy visible en su cuerpo la llaga del costado, semejante a la del costado herido del Salvador. El aspecto de los clavos era negro, parecido al hierro; mas la herida del costado era rojiza y formaba, por la contracción de la carne, una especie de círculo, presentándose a la vista como una rosa bellísima. El resto de su cuerpo, que antes, tanto por la enfermedad como por su modo natural de ser, era de color moreno, brillaba ahora con una blancura extraordinaria. Los miembros de su cuerpo se mostraban al tacto tan blandos y flexibles, que parecían haber vuelto a ser tiernos como los de la infancia. Tan pronto como se tuvo noticia del tránsito del bienaventurado Padre y se divulgó la fama del milagro de la estigmatización, el pueblo en masa acudió en seguida al lugar para ver con sus propios ojos aquel portento, que disipara toda duda de sus mentes y colmara de gozo sus corazones afectados por el dolor. Muchos ciudadanos de Asís fueron admitidos para contemplar y besar las sagradas llagas. Uno de ellos llamado Jerónimo, caballero culto y prudente además de famoso y célebre, como dudase de estas sagradas llagas, siendo incrédulo como Tomás, movió con mucho fervor y audacia los clavos y con sus propias manos tocó las manos, los pies y el costado del Santo en presencia de los hermanos y de otros ciudadanos; y resultó que, a medida que iba palpando aquellas señales auténticas de las llagas de Cristo, amputaba de su corazón y del corazón de todos la más leve herida de duda. Por lo cual desde entonces se convirtió, entre otros, en un testigo cualificado de esta verdad conocida con tanta certeza, y la confirmó bajo juramento poniendo las manos sobre los libros sagrados.[64]​
San Buenaventura, Leyenda Mayor de San Francisco 15,4San Francisco de Asís (en italiano San Francesco d’Assisi, nacido Giovanni di Pietro Bernardone; Asís, 1181/1182[5]​-ibidem, 3 de octubre de 1226)[1]​ es un santo umbro (italiano), diácono,[6]​[7]​ y fundador de la Orden Franciscana, de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas y una tercera conocida como tercera orden seglar, todas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia católica en la Edad Media. Destaca como una de las grandes figuras de la espiritualidad en la historia de la cristianidad.[8]​[9]​[10]​
 
San Francisco de Asís
San Francesco.jpg
Representación de San Francisco de Asís, en un fresco de Cimabue en la Basílica de Asís, se cree que es la imagen más fiel del santo
Fundador de la Orden de los Frailes Menores
Nombre
Giovanni di Pietro Bernardone
Nacimiento
1181/1182
Asís (Umbría-Ducado de Spoleto-Sacro Imperio Romano Germánico)
Fallecimiento
3 de octubre de 1226 (44 años)[1]​
Asís (Umbría-Estados Pontificios)
Venerado en
Iglesia católica, Iglesia anglicana. La Iglesia luterana evangélica en América lo conmemora como «renovador de la Iglesia».[2]​
Canonización
16 de julio de 1228, en Asís, por el papa Gregorio IX
Principal santuario
Basílica de San Francisco de Asís (Italia)
Orden religiosa
Orden de Frailes Menores Ver y modificar los datos en Wikidata
Festividad
4 de octubre[3]​[4]​
17 de septiembre Impresión de los Sacros Estigmas a San Francisco.
Atributos
estigmas, calavera (en representación no sólo del rechazo de la vida de placer, sino de la "hermana muerte"), lobo, aves
Patronazgo
animales, medio ambiente, belenistas, comerciantes (en particular fabricantes de telas, sastres y tejedores), Italia, Perú, Filipinas, Quito (Ecuador), Milagro (Ecuador), Azogues (Ecuador), Meycauayan (Filipinas), Arribeños (Argentina), Telchac Pueblo (México), Tlaltenco (México), San Francisco de Conchos (México), California (EE. UU.), Real de Catorce (México), San Francisco del Rincón, Iguala (México).
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De ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. En Egipto, intentó infructuosamente la conversión de los musulmanes al cristianismo.[11]​ Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Tal forma de vivir no fue aceptada por algunos de los nuevos miembros de la orden mientras ésta crecía; aun así, Francisco no fue reticente a una reorganización. Es el primer caso conocido en la historia de estigmatizaciones visibles y externas.[12]​ Fue canonizado por la Iglesia católica en 1228, y su festividad se celebra el 4 de octubre.[3]​[4]​ En italiano es conocido también como il poverello d'Assisi, es decir, 'el pobrecillo de Asís'.
 
Índice
Contexto histórico
 
 
Cruz cátara, también cruz de Occitania.
En el siglo XII se hicieron cambios fundamentales en la sociedad de la época: el comienzo de las Cruzadas y el incremento demográfico, entre otros motivos, influyeron en el incremento del comercio y el desarrollo de las ciudades. La economía seguía teniendo su base fundamental en el campo dominado por el modo de producción feudal, pero los excedentes de su producción se canalizaban con mayor dinamismo que en la Alta Edad Media. Aunque todavía no se estaba produciendo una clara transición del feudalismo al capitalismo y los estamentos privilegiados (nobleza y clero) seguían siendo los dominantes, como lo fueron hasta la Edad Contemporánea, los burgueses (artesanos, mercaderes, profesionales liberales y hombres de negocios) comenzaban a tener posibilidades de ascenso social, y el comercio y la Banca crecían dominados por el constante afán de lucro.[13]​ La Iglesia, protagonista de ese tiempo, también se vio influida por la nueva riqueza: no eran pocas las críticas a algunos de sus ministros que se preocupaban más por el crecimiento patrimonial y sus relaciones políticas de conveniencia.
 
 
Bajorrelieve de terracota policromada que representa el encuentro de san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán, exponentes decisivos de las órdenes mendicantes del siglo XII. Museo Nacional Alinari de la Fotografía.
 
Debido a ello, diversos movimientos religiosos surgieron en rechazo a la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica en esa época, o se dedicaron a vivir más de acuerdo con los postulados de una vida pobre y evangélica.[14]​ Algunos de ellos medraron afuera de la institución y vivieron a su manera; tales movimientos fueron condenados hasta el punto de considerarlos herejes, como el caso de los cátaros que predicaban entre otras cosas el rechazo al mundo material, a los sacramentos, a las imágenes y a la cruz.[15]​ En cambio, otras organizaciones —como las creadas por san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán— nacieron bajo sumisión a la autoridad católica y sus miembros fueron conocidos con el nombre genérico de «monjes mendicantes».[13]​ Este movimiento extremó la práctica del voto de pobreza: sus miembros ya no vivían del trabajo de las tierras como el Císter reformado por san Bernardo de Claraval, sino que renunciaban incluso a poseer bienes propios. Así, las órdenes mendicantes terminaron por desempeñar un papel de primer orden en la vida de la Iglesia,[13]​ al lograr que la mayoría de los católicos se alejase de la búsqueda de la opulencia, algo que tornaría en el siglo XIV.
 
Infancia y juventud
 
Francisco de Asís nació bajo el nombre de Giovanni. Sus padres fueron Pietro Bernardone dei Moriconi y Donna Pica Bourlemont, provenzal; tuvo al menos un hermano más, de nombre Angelo.[16]​ Su padre era un próspero comerciante de telas que formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a las ferias locales. Entre algunas versiones, fue la afición a esta tierra por lo que su padre lo apodó después como Francesco o el francesito; también es probable que el pequeño fuera conocido más adelante de este modo por su afición a la lengua francesa y los cantos de los trovadores.[17]​
 
Francisco recibió la educación regular de la época, en la que aprendió latín. De joven se caracterizó por su vida despreocupada: no tenía reparos en hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, en sus correrías periódicas, ni en dar pródigas limosnas;[18]​ como cualquier hijo de un potentado tenía ambiciones de ser exitoso.
 
En sus años juveniles la ciudad ya estaba envuelta en conflictos para reclamar su autonomía del Sacro Imperio. En 1197 lograron quitarse la autoridad germánica, pero desde 1201 se enfrascaron en otra guerra contra Perusa (Perugia), apoyada por los nobles desterrados de Asís. En la batalla de Ponte San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y estuvo cautivo por lo menos un año.[19]​
 
Desde 1198 el pontificado se hallaba en conflicto con el Imperio, y Francisco formó parte del ejército papal bajo las órdenes de Gualterio de Brienne contra los germanos.[20]​
 
 
Estatua de San Francisco en Asís que lo representa regresando a la ciudad tras abandonar la guerra.
 
La renuncia a los bienes terrenales, según Giotto.
De acuerdo con los relatos, fue en un viaje a Apulia (1205)[20]​ mientras marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una voz que le recomendaba regresar a Asís. Así lo hizo y volvió ante la sorpresa de quienes lo vieron, siempre jovial pero envuelto ahora en meditaciones solitarias.
 
Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal. Un día en que se mostró en un estado de quietud y paz sus amigos le preguntaron si estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: Estais en lo correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual.[21]​ Hasta ese momento todavía no sabía él mismo exactamente el camino que había de tomar de ahí en adelante; fue después de reflexiones y oraciones que supo que la dama a quien se refería era la Pobreza.
 
El punto culminante de su transformación se dio cuando convivió con los leprosos, a quienes tiempo antes le parecía extremadamente amargo mirar.[22]​ Se dedicó después a la reconstrucción de la capilla de San Damián. Según los relatos, lo hizo después de haber visto al crucifijo de esta iglesia decirle: Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas.[23]​ Entonces decidió vender el caballo y las mercancías de su padre en Foligno, regresó a San Damián con lo ganado y se lo ofreció al sacerdote, pero este lo rechazó.
 
Su padre, al darse cuenta de la conducta de su hijo, fue enojado en su búsqueda, pero Francisco estaba escondido y no lo halló. Un mes después fue él mismo el que decidió encarar a su padre. En el camino a su casa, las personas con que se encontró lo recibieron mal y, creyéndolo un lunático, le lanzaron piedras y lodo.
 
Francisco ante las autoridades eclesiales
Su padre lo reprendió severamente, tanto que lo encadenó y lo encerró en un calabozo.[24]​ Al ausentarse el airado padre por los negocios, la madre lo liberó de las cadenas. Cuando regresó, fue ella quien recibió las reprimendas del señor de la casa, y fue otra vez en búsqueda del muchacho a San Damián, pero Francisco se plantó con calma y le reafirmó que enfrentaría cualquier cosa por amor a Cristo. Pietro Bernardone, más preocupado por lo perdido de su patrimonio,[24]​ acudió a las autoridades civiles a forzarlo a presentarse, pero el joven rehusó hacerlo con el argumento de no pertenecer ya a la jurisdicción civil, por lo que las autoridades dejaron el caso en manos de la Iglesia.
 
Francisco se sometió al llamado de la autoridad eclesial. Ante el requerimiento de devolver el dinero frente a su padre y al obispo de Asís, de nombre Guido, no sólo lo hizo, sino que se despojó de todas sus vestimentas ante los jueces, proclamando a Dios desde ese momento como su verdadero Padre. Ante esto, el obispo lo abrazó y le envolvió con su manto.[25]​
 
Comienzos de la orden
 
 
Porciúncula.
No se sabe con certeza cuántas iglesias en ruinas o deterioradas reconstruyó; entre ellas, a la que más estima tenía era la capilla de la Porciúncula (“la partecita”, llamada así porque estaba junto a una construcción mayor).
 
Allí fue donde recibió la revelación definitiva de su misión, probablemente el 24 de febrero de 1208,[26]​ cuando escuchó estas palabras del Evangelio: No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos... (Lc., 10).[27]​ Así, cambió su afán de reconstruir las iglesias por la vida austera y la prédica del Evangelio. Después de someterse a las burlas de quienes lo veían vestido casi de trapos, ahora su mensaje era escuchado con atención, y al contrario de otros grupos reformadores de la época, el suyo no era un mensaje de descalificaciones ni anatemas.
 
En unos meses sus discípulos eran once: Bernardo di Quintavalle, Pedro Catani, Gil, Morico, Bárbaro, Sabatino, Bernardo Vigilante, Juan de San Constanzo, Angelo Tancredo, Felipe y Giovanni de la Capella.[28]​
 
Bajo la pobreza que Francisco predicaba y pedía, los frailes hacían sus labores diarias atendiendo leprosos, empleándose en faenas humildes para los monasterios y casas particulares, y trabajando para granjeros. Pero las necesidades cotidianas hacían la colecta de limosna inevitable, labor que Francisco alentaba con alegría por haber elegido el camino de la pobreza. Comenzó también la expansión del mensaje evangélico, y para ello los estimuló a viajar de dos en dos.[29]​
 
Audiencia ante el papa para la aprobación de la regla
 
Francisco de Asís en la pintura de Francisco Pacheco (Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Hacia abril o mayo de 1209,[30]​ Francisco se decidió a presentarse ante el papa Inocencio III, para que le aprobara la primera regla de la Orden. Con ese fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma.
 
Fue bajo la intervención del obispo Guido de Asís como pudo tener audiencia con el papa. Éste y ciertos cardenales objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y a la falta de una mínima base material de la orden; pero bajo la influencia del cardenal Juan de San Pablo y su apoyo, Francisco pudo tener una nueva audiencia para que se considerara la aprobación de su hermandad de pobres.
 
El papa por fin aprobó la regla verbalmente, al convencerse de que la ayuda de un hombre como Francisco reforzaría la imagen de la Iglesia con su prédica y su práctica del Evangelio. No se conoce el contenido de esta primera regla.[31]​ Fue por esta época (seis años después de su conversión según Celano)[32]​ cuando fundó, junto a Clara de Asís, la llamada segunda orden.
 
Rivotorto
Camino de vuelta a Asís, él y sus acompañantes se ubicaron en un lugar llamado Rivotorto, donde consolidaron sus principios de vivir en la pobreza, conviviendo entre los campesinos locales y atendiendo a leprosos; desde entonces se hacían llamar a sí mismos Hermanos Menores o Frailes Menores (el nombre fundacional de la congregación es Ordo Fratrum Minorum, abreviado O.F.M.).
 
Después de la estadía en Rivotorto, buscó una sede para su orden; para ello pidió la ayuda del obispo Guido, pero no consiguió respuesta favorable. Fue un abad benedictino del Monte Subasio quien le ofreció la capilla de la Porciúncula y un terreno adyacente (propiamente la partecita, la porcioncita). Francisco aceptó, pero no como un regalo, sino que pagaba como renta canastas con peces.[33]​
 
Crecimiento y expansión
 
 
Francisco dando un sermón a las aves, según fresco de Giotto en la Basílica dedicada al santo.
Dentro del ánimo de la época de los viajes hacia el Este, hizo un intento de ir a Siria para la expansión del Evangelio en la tierra de los llamados «infieles». Esto sucedió probablemente a finales del año 1212 y nuevamente dos años más tarde. Ambas empresas se frustraron.[34]​
 
Antes de 1215 el número de frailes se había incrementado, no sólo en Italia sino en el sur de Francia y en los reinos de España. Viajaban los franciscanos de dos en dos y convivían con la gente común; además, establecían ermitas en las afueras de las ciudades.[35]​
 
Concilio de Letrán
Durante el Concilio de Letrán de 1215, la organización adquirió un fuerte estatus legal; en ese año se decretó que toda nueva orden debía adoptar la Regla de San Benito o la de San Agustín. Para los Frailes Menores no hubo necesidad de esto, por haber sido aceptados seis años antes (aunque de palabra y no oficialmente). En este concilio el papa Inocencio III tomó la letra Tau como símbolo de conversión y señal de la cruz;[36]​ de ahí en adelante el poverello fue devoto de este símbolo.[37]​
 
En esa época, el cardenal Hugolino les ofreció a él y a Domingo de Guzmán la posibilidad de formar cardenales de las filas de sus órdenes. Francisco, según las crónicas de Tomás de Celano, acorde con sus principios respondió: «Eminencia: mis hermanos son llamados frailes menores, y ellos no intentan convertirse en mayores. Su vocación les enseña a permanecer siempre en condición humilde. Mantenedlos así, aún en contra de su voluntad, si Vuestra Eminencia los considera útiles para la Iglesia. Y nunca, os lo ruego, les permitáis convertirse en prelados».[38]​
 
Indulgencia en la Porciúncula
Bajo el pontificado de Honorio III en 1216, se promovió la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del papa para que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto privilegio.[39]​
 
Desde el año 1217[40]​ organizó capítulos en el que los Frailes Menores se reunían para intercambiar experiencias; para la organización apropiada de los territorios en que los frailes se habían dispersado, organizó también provincias de evangelización.[41]​
 
Viaje a Oriente
 
Captura de Damieta durante las cruzadas, óleo de Cornelis Claesz. van Wieringen.
Hacia el capítulo de 1219, la orden tuvo sus primeras disensiones respecto de las normas de pobreza dictadas por Francisco. Algunos persuadieron al cardenal Hugolino para que hablara con él, a fin de que la orden fuera dirigida por hermanos «más sabios»[42]​ y de acuerdo con reglas como la de San Benito, a lo que el poverello se opuso recalcando la forma de vida de humildad y simplicidad.[42]​ La innovación que brotó de este encuentro fue la organización de misiones a las llamadas «tierras paganas».
 
En 1219 se embarcó hacia el oriente, pasando por Chipre, San Juan de Acre y Damieta en el delta del Nilo, donde los cruzados estaban bajo la orden del duque Leopoldo VI de Austria. Allí, Francisco los previno de que había sido alertado por Dios de que no realizaran ningún ataque; ante sus palabras, los soldados se burlaron de él. El resultado de la siguiente batalla fue un desastre para los cruzados.[43]​ Continuó su estadía y el aprecio hacia su persona crecía, incluso algunos caballeros abandonaron las armas para convertirse en frailes menores.[44]​
 
Frente al sultán de Egipto
 
Cuerno entregado por el sultán de Egipto a San Francisco de Asís.
Tomó como misión la conversión de los musulmanes. Para ello se acompañó del hermano Illuminato para adentrarse en esas tierras; al encontrarse con los primeros soldados sarracenos fue golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el sultán de Egipto al-Malik al-Kamil.
 
Según las crónicas de Buenaventura, el poverello, en su afán de convertirlo al cristianismo, invitó a los ministros religiosos musulmanes a entrar con él en una gran fogata (equivalente a una ordalía o prueba del fuego), para así demostrar qué religión era la verdadera; los mulás rehuyeron la propuesta. Francisco ofreció entrar solo y retó al Sultán a que, si salía ileso, se convertiría al cristianismo e incitaría a su pueblo a hacerlo; el príncipe rechazó también esa posibilidad. Al final, sus pretensiones se frustraron.[45]​ En reconocimiento, el sultán de Egipto entregó a Francisco un cuerno de marfil finamente tallado que habría oficiado de pasaporte en tierras musulmanas y que se conserva en la Basílica de Asís. Tiempo después, Francisco obtuvo del sultán al-Mu'azzam de Damasco, hermano de al-Malik, permiso solo para visitar Siria y Tierra Santa.[46]​
 
Crisis y reorganización
 
La orden, durante su ausencia, sufrió una crisis: hubo disensiones, falta de organización y desacuerdos con la ruda vida diaria. El rumor sobre la muerte de Francisco en el Oriente dio pie a implantar reformas, entre ellas ciertas medidas disciplinarias, ayunos e incluso la institución de una casa de estudio en Bolonia; muchos consideraron estos cambios contrarios a la idea original del fundador. Enterado de estos sucesos, Francisco fue ante el papa Honorio III y le rogó que designara al cardenal Hugolino para reorganizar la orden.[47]​
 
Las nuevas disposiciones tuvieron un nuevo Ministro General, Elías Bombarone, y una nueva regla, la de 1221 (Regla no bulada) que entre otros temas trató el año de noviciado, la prohibición del vagabundeo y de la desobediencia ante órdenes contrarias a los principios franciscanos.[48]​
 
La tercera orden
Ante el incremento de las vocaciones y el peligro de inclusión de gente de dudosa vocación espiritual, nació la llamada Tercera Orden, para permitir a hombres y mujeres laicos vivir el Evangelio tras las huellas de Francisco. Obtuvo su estatus legal en 1221 también con la ayuda del cardenal Hugolino. Es en posteriores escritos como se rescata su contenido, porque el original se perdió. Consistía de trece capítulos en los que se reglamentaba la santificación personal de los terciarios, su vida social y la organización de la nueva fraternidad.[49]​
 
Bajo influencia nuevamente de este cardenal, la orden reabrió el convento de Bolonia para el estudio, a pesar de la convicción de Francisco de la primacía de la oración y la prédica de los Evangelios por sobre la educación formal.[50]​
 
La regla definitiva
 
La regla definitiva
Bajo la insistencia de ministros de la orden, fue obligado a redactar una nueva regla, ya que ciertos opositores a la entonces vigente consideraban que le faltaba consistencia y definición, y que eso le impedía obtener una definitiva aprobación por parte de la Santa Sede. Nuevamente aceptó las exigencias. Para ello se retiró dos veces a la ermita de Fonte Colombo cerca de Rieti, a redactar una definitiva regla bajo ayuno y oración.[51]​ El 29 de noviembre de 1223, con otra participación del cardenal Hugolino, la regla tuvo su forma definitiva[52]​ y fue aprobada por el papa Honorio III.
 
Navidad en Greccio
 
Terminada la labor de aprobación de la regla definitiva, Francisco decidió retornar a Umbría. Debido a la cercanía de la Navidad, a la que él tenía especial aprecio, quiso celebrarla de manera particular ese año de 1223; para ello convidó a un noble de la ciudad de Greccio, de nombre Juan, a festejar el nacimiento de Jesucristo en una loma rodeada de árboles y llena de cuevas de un terreno de su propiedad.
 
Pretendió que la celebración se asemejara lo más posible a la natividad de Jesús de Nazaret, y montó un pesebre con animales y heno; pobladores y frailes de los alrededores acudieron a la misa en procesión. Allí el poverello asistió como diácono y predicó un sermón. Aunque no fue la primera celebración de este tipo, es considerada un importante acontecimiento religioso, una fiesta única.[53]​
 
Los estigmas
 
 
La estigmatización según un fresco en la Basílica de San Francisco.
 
San Francisco de Asís recibiendo los estigmas según José de Arce, imagen del siglo XVII, titular de la Parroquia de San Francisco de Asís y Santuario Mariano de Nuestra Señora de la Soledad, Las Palmas de Gran Canaria, Canarias.
Francisco asistió en junio de 1224 a lo que fue su último capítulo general de la orden. Hacia principios de agosto decidió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para este viaje a algunos de sus compañeros: León, Angelo, Illuminato, Rufino y Masseo, a quien el poverello puso al mando del grupo.
 
Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando, quien llevaba provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a manera de celda, donde después se aisló. La oración ocupó un lugar central en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el silencio y soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose, ayunando, e incluso, gesticulando.
 
En ese lugar, fray León fue testigo de los actos de su soledad: lamentos por el futuro de la orden y estados de éxtasis. Al saber que era espiado, decidió irse a un sitio más apartado en una saliente de montaña. En la fiesta de la Asunción Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días.
 
Por órdenes del poverello, fray León lo visitaba dos veces para llevarle pan y agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de León, éste fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por ocurrir.[54]​ Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.
 
Probablemente el 14 de septiembre de 1224,[54]​ oró para recibir dos gracias antes de morir: sentir la Pasión de Jesús, y una enfermedad larga con una muerte dolorosa. Después de intensas oraciones, entonces en un trance profundo —según relato de San Buenaventura—[55]​ el mismo Nazareno se le presentó, crucificado, rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los pies y el costado; posteriormente, sus hermanos vieron los estigmas de Francisco, que él conservó por el resto de su vida.[56]​ Sin embargo, Francisco —al igual que otros santos estigmatizados— hizo todo lo posible para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse indigno, no del dolor que sentía, sino de ser portador de las señales de la Pasión de Cristo.[57]​ Por eso, fue desde entonces con las manos metidas entre las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.
 
San Francisco en oración (Diego de Velázquez) 1632
San Francisco en oración, círculo de Francisco de Herrera el Viejo.[58]​
Muerte
 
 
Basílica de San Francisco.
Retornó a la Porciúncula acompañado sólo por León; en su camino hubo muestras de veneración al estigmatizado, aparentemente su acompañante hacía saber a todos acerca del prodigio.[59]​ Mientras tanto, su salud —que desde mucho tiempo antes nunca fue buena del todo— empeoraba: El sangrado de sus heridas lo hacía sufrir constantemente. En el verano de 1225 pasó un tiempo en San Damián bajo el cuidado de sus allegados.
 
Fue durante esta temporada cuando compuso el Cántico de las criaturas, que hizo también cantar a sus compañeros.[60]​ Se encaminó luego a Rieti, rodeado del entusiasmo popular por tocarlo o arrancar algún pedacito del paupérrimo sayo que vestía, y se instaló en el palacio del obispo. Después se hospedó en Fonte Colombo, donde fue sometido a tratamiento médico, que incluyó cauterizar con un hierro ardiente la zona desde la oreja hasta la altura de la ceja de uno de sus ojos; según los relatos, Francisco no sintió dolor al «platicar» con el fuego para que no lo dañara.[61]​ Otro intento para ser tratado por renombrados médicos fue hecho en Siena, sin buen resultado.
 
Deseó volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días. Arribó a Asís y fue llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres armados, puesto que la localidad estaba en estado de guerra.[62]​ En su lecho escribió su Testamento.[22]​ En sus últimos momentos entonó nuevamente su Cántico al Hermano Sol —al que agregó un nuevo verso dedicado a la hermana Muerte— junto a Angelo y León.[63]​
 
 
La tumba de Francisco en Asís.
De acuerdo con su último deseo, fue encaminado a la Porciúncula, donde se estableció en una cabaña cercana a la capilla. Murió el 3 de octubre de 1226 a la edad de 44.
 
Así relata San Buenaventura la verificación de las llagas de Francisco después de su muerte:
 
Al emigrar de este mundo, el bienaventurado Francisco dejó impresas en su cuerpo las señales de la Pasión de Cristo. Se veían en aquellos dichosos miembros unos clavos de su misma carne, fabricados maravillosamente por el poder divino y tan connaturales a ella, que, si se les presionaba por una parte, al momento sobresalían por la otra, como si fueran nervios duros y de una sola pieza. Apareció también muy visible en su cuerpo la llaga del costado, semejante a la del costado herido del Salvador. El aspecto de los clavos era negro, parecido al hierro; mas la herida del costado era rojiza y formaba, por la contracción de la carne, una especie de círculo, presentándose a la vista como una rosa bellísima. El resto de su cuerpo, que antes, tanto por la enfermedad como por su modo natural de ser, era de color moreno, brillaba ahora con una blancura extraordinaria. Los miembros de su cuerpo se mostraban al tacto tan blandos y flexibles, que parecían haber vuelto a ser tiernos como los de la infancia. Tan pronto como se tuvo noticia del tránsito del bienaventurado Padre y se divulgó la fama del milagro de la estigmatización, el pueblo en masa acudió en seguida al lugar para ver con sus propios ojos aquel portento, que disipara toda duda de sus mentes y colmara de gozo sus corazones afectados por el dolor. Muchos ciudadanos de Asís fueron admitidos para contemplar y besar las sagradas llagas. Uno de ellos llamado Jerónimo, caballero culto y prudente además de famoso y célebre, como dudase de estas sagradas llagas, siendo incrédulo como Tomás, movió con mucho fervor y audacia los clavos y con sus propias manos tocó las manos, los pies y el costado del Santo en presencia de los hermanos y de otros ciudadanos; y resultó que, a medida que iba palpando aquellas señales auténticas de las llagas de Cristo, amputaba de su corazón y del corazón de todos la más leve herida de duda. Por lo cual desde entonces se convirtió, entre otros, en un testigo cualificado de esta verdad conocida con tanta certeza, y la confirmó bajo juramento poniendo las manos sobre los libros sagrados.[64]​
San Buenaventura, Leyenda Mayor de San Francisco 15,4San Francisco de Asís (en italiano San Francesco d’Assisi, nacido Giovanni di Pietro Bernardone; Asís, 1181/1182[5]​-ibidem, 3 de octubre de 1226)[1]​ es un santo umbro (italiano), diácono,[6]​[7]​ y fundador de la Orden Franciscana, de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas y una tercera conocida como tercera orden seglar, todas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia católica en la Edad Media. Destaca como una de las grandes figuras de la espiritualidad en la historia de la cristianidad.[8]​[9]​[10]​
 
San Francisco de Asís
San Francesco.jpg
Representación de San Francisco de Asís, en un fresco de Cimabue en la Basílica de Asís, se cree que es la imagen más fiel del santo
Fundador de la Orden de los Frailes Menores
Nombre
Giovanni di Pietro Bernardone
Nacimiento
1181/1182
Asís (Umbría-Ducado de Spoleto-Sacro Imperio Romano Germánico)
Fallecimiento
3 de octubre de 1226 (44 años)[1]​
Asís (Umbría-Estados Pontificios)
Venerado en
Iglesia católica, Iglesia anglicana. La Iglesia luterana evangélica en América lo conmemora como «renovador de la Iglesia».[2]​
Canonización
16 de julio de 1228, en Asís, por el papa Gregorio IX
Principal santuario
Basílica de San Francisco de Asís (Italia)
Orden religiosa
Orden de Frailes Menores Ver y modificar los datos en Wikidata
Festividad
4 de octubre[3]​[4]​
17 de septiembre Impresión de los Sacros Estigmas a San Francisco.
Atributos
estigmas, calavera (en representación no sólo del rechazo de la vida de placer, sino de la "hermana muerte"), lobo, aves
Patronazgo
animales, medio ambiente, belenistas, comerciantes (en particular fabricantes de telas, sastres y tejedores), Italia, Perú, Filipinas, Quito (Ecuador), Milagro (Ecuador), Azogues (Ecuador), Meycauayan (Filipinas), Arribeños (Argentina), Telchac Pueblo (México), Tlaltenco (México), San Francisco de Conchos (México), California (EE. UU.), Real de Catorce (México), San Francisco del Rincón, Iguala (México).
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De ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. En Egipto, intentó infructuosamente la conversión de los musulmanes al cristianismo.[11]​ Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Tal forma de vivir no fue aceptada por algunos de los nuevos miembros de la orden mientras ésta crecía; aun así, Francisco no fue reticente a una reorganización. Es el primer caso conocido en la historia de estigmatizaciones visibles y externas.[12]​ Fue canonizado por la Iglesia católica en 1228, y su festividad se celebra el 4 de octubre.[3]​[4]​ En italiano es conocido también como il poverello d'Assisi, es decir, 'el pobrecillo de Asís'.
 
Índice
Contexto histórico
 
 
Cruz cátara, también cruz de Occitania.
En el siglo XII se hicieron cambios fundamentales en la sociedad de la época: el comienzo de las Cruzadas y el incremento demográfico, entre otros motivos, influyeron en el incremento del comercio y el desarrollo de las ciudades. La economía seguía teniendo su base fundamental en el campo dominado por el modo de producción feudal, pero los excedentes de su producción se canalizaban con mayor dinamismo que en la Alta Edad Media. Aunque todavía no se estaba produciendo una clara transición del feudalismo al capitalismo y los estamentos privilegiados (nobleza y clero) seguían siendo los dominantes, como lo fueron hasta la Edad Contemporánea, los burgueses (artesanos, mercaderes, profesionales liberales y hombres de negocios) comenzaban a tener posibilidades de ascenso social, y el comercio y la Banca crecían dominados por el constante afán de lucro.[13]​ La Iglesia, protagonista de ese tiempo, también se vio influida por la nueva riqueza: no eran pocas las críticas a algunos de sus ministros que se preocupaban más por el crecimiento patrimonial y sus relaciones políticas de conveniencia.
 
 
Bajorrelieve de terracota policromada que representa el encuentro de san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán, exponentes decisivos de las órdenes mendicantes del siglo XII. Museo Nacional Alinari de la Fotografía.
 
Debido a ello, diversos movimientos religiosos surgieron en rechazo a la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica en esa época, o se dedicaron a vivir más de acuerdo con los postulados de una vida pobre y evangélica.[14]​ Algunos de ellos medraron afuera de la institución y vivieron a su manera; tales movimientos fueron condenados hasta el punto de considerarlos herejes, como el caso de los cátaros que predicaban entre otras cosas el rechazo al mundo material, a los sacramentos, a las imágenes y a la cruz.[15]​ En cambio, otras organizaciones —como las creadas por san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán— nacieron bajo sumisión a la autoridad católica y sus miembros fueron conocidos con el nombre genérico de «monjes mendicantes».[13]​ Este movimiento extremó la práctica del voto de pobreza: sus miembros ya no vivían del trabajo de las tierras como el Císter reformado por san Bernardo de Claraval, sino que renunciaban incluso a poseer bienes propios. Así, las órdenes mendicantes terminaron por desempeñar un papel de primer orden en la vida de la Iglesia,[13]​ al lograr que la mayoría de los católicos se alejase de la búsqueda de la opulencia, algo que tornaría en el siglo XIV.
 
Infancia y juventud
 
Francisco de Asís nació bajo el nombre de Giovanni. Sus padres fueron Pietro Bernardone dei Moriconi y Donna Pica Bourlemont, provenzal; tuvo al menos un hermano más, de nombre Angelo.[16]​ Su padre era un próspero comerciante de telas que formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a las ferias locales. Entre algunas versiones, fue la afición a esta tierra por lo que su padre lo apodó después como Francesco o el francesito; también es probable que el pequeño fuera conocido más adelante de este modo por su afición a la lengua francesa y los cantos de los trovadores.[17]​
 
Francisco recibió la educación regular de la época, en la que aprendió latín. De joven se caracterizó por su vida despreocupada: no tenía reparos en hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, en sus correrías periódicas, ni en dar pródigas limosnas;[18]​ como cualquier hijo de un potentado tenía ambiciones de ser exitoso.
 
En sus años juveniles la ciudad ya estaba envuelta en conflictos para reclamar su autonomía del Sacro Imperio. En 1197 lograron quitarse la autoridad germánica, pero desde 1201 se enfrascaron en otra guerra contra Perusa (Perugia), apoyada por los nobles desterrados de Asís. En la batalla de Ponte San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y estuvo cautivo por lo menos un año.[19]​
 
Desde 1198 el pontificado se hallaba en conflicto con el Imperio, y Francisco formó parte del ejército papal bajo las órdenes de Gualterio de Brienne contra los germanos.[20]​
 
 
Estatua de San Francisco en Asís que lo representa regresando a la ciudad tras abandonar la guerra.
 
La renuncia a los bienes terrenales, según Giotto.
De acuerdo con los relatos, fue en un viaje a Apulia (1205)[20]​ mientras marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una voz que le recomendaba regresar a Asís. Así lo hizo y volvió ante la sorpresa de quienes lo vieron, siempre jovial pero envuelto ahora en meditaciones solitarias.
 
Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal. Un día en que se mostró en un estado de quietud y paz sus amigos le preguntaron si estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: Estais en lo correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual.[21]​ Hasta ese momento todavía no sabía él mismo exactamente el camino que había de tomar de ahí en adelante; fue después de reflexiones y oraciones que supo que la dama a quien se refería era la Pobreza.
 
El punto culminante de su transformación se dio cuando convivió con los leprosos, a quienes tiempo antes le parecía extremadamente amargo mirar.[22]​ Se dedicó después a la reconstrucción de la capilla de San Damián. Según los relatos, lo hizo después de haber visto al crucifijo de esta iglesia decirle: Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas.[23]​ Entonces decidió vender el caballo y las mercancías de su padre en Foligno, regresó a San Damián con lo ganado y se lo ofreció al sacerdote, pero este lo rechazó.
 
Su padre, al darse cuenta de la conducta de su hijo, fue enojado en su búsqueda, pero Francisco estaba escondido y no lo halló. Un mes después fue él mismo el que decidió encarar a su padre. En el camino a su casa, las personas con que se encontró lo recibieron mal y, creyéndolo un lunático, le lanzaron piedras y lodo.
 
Francisco ante las autoridades eclesiales
Su padre lo reprendió severamente, tanto que lo encadenó y lo encerró en un calabozo.[24]​ Al ausentarse el airado padre por los negocios, la madre lo liberó de las cadenas. Cuando regresó, fue ella quien recibió las reprimendas del señor de la casa, y fue otra vez en búsqueda del muchacho a San Damián, pero Francisco se plantó con calma y le reafirmó que enfrentaría cualquier cosa por amor a Cristo. Pietro Bernardone, más preocupado por lo perdido de su patrimonio,[24]​ acudió a las autoridades civiles a forzarlo a presentarse, pero el joven rehusó hacerlo con el argumento de no pertenecer ya a la jurisdicción civil, por lo que las autoridades dejaron el caso en manos de la Iglesia.
 
Francisco se sometió al llamado de la autoridad eclesial. Ante el requerimiento de devolver el dinero frente a su padre y al obispo de Asís, de nombre Guido, no sólo lo hizo, sino que se despojó de todas sus vestimentas ante los jueces, proclamando a Dios desde ese momento como su verdadero Padre. Ante esto, el obispo lo abrazó y le envolvió con su manto.[25]​
 
Comienzos de la orden
 
 
Porciúncula.
No se sabe con certeza cuántas iglesias en ruinas o deterioradas reconstruyó; entre ellas, a la que más estima tenía era la capilla de la Porciúncula (“la partecita”, llamada así porque estaba junto a una construcción mayor).
 
Allí fue donde recibió la revelación definitiva de su misión, probablemente el 24 de febrero de 1208,[26]​ cuando escuchó estas palabras del Evangelio: No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos... (Lc., 10).[27]​ Así, cambió su afán de reconstruir las iglesias por la vida austera y la prédica del Evangelio. Después de someterse a las burlas de quienes lo veían vestido casi de trapos, ahora su mensaje era escuchado con atención, y al contrario de otros grupos reformadores de la época, el suyo no era un mensaje de descalificaciones ni anatemas.
 
En unos meses sus discípulos eran once: Bernardo di Quintavalle, Pedro Catani, Gil, Morico, Bárbaro, Sabatino, Bernardo Vigilante, Juan de San Constanzo, Angelo Tancredo, Felipe y Giovanni de la Capella.[28]​
 
Bajo la pobreza que Francisco predicaba y pedía, los frailes hacían sus labores diarias atendiendo leprosos, empleándose en faenas humildes para los monasterios y casas particulares, y trabajando para granjeros. Pero las necesidades cotidianas hacían la colecta de limosna inevitable, labor que Francisco alentaba con alegría por haber elegido el camino de la pobreza. Comenzó también la expansión del mensaje evangélico, y para ello los estimuló a viajar de dos en dos.[29]​
 
Audiencia ante el papa para la aprobación de la regla
 
Francisco de Asís en la pintura de Francisco Pacheco (Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Hacia abril o mayo de 1209,[30]​ Francisco se decidió a presentarse ante el papa Inocencio III, para que le aprobara la primera regla de la Orden. Con ese fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma.
 
Fue bajo la intervención del obispo Guido de Asís como pudo tener audiencia con el papa. Éste y ciertos cardenales objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y a la falta de una mínima base material de la orden; pero bajo la influencia del cardenal Juan de San Pablo y su apoyo, Francisco pudo tener una nueva audiencia para que se considerara la aprobación de su hermandad de pobres.
 
El papa por fin aprobó la regla verbalmente, al convencerse de que la ayuda de un hombre como Francisco reforzaría la imagen de la Iglesia con su prédica y su práctica del Evangelio. No se conoce el contenido de esta primera regla.[31]​ Fue por esta época (seis años después de su conversión según Celano)[32]​ cuando fundó, junto a Clara de Asís, la llamada segunda orden.
 
Rivotorto
Camino de vuelta a Asís, él y sus acompañantes se ubicaron en un lugar llamado Rivotorto, donde consolidaron sus principios de vivir en la pobreza, conviviendo entre los campesinos locales y atendiendo a leprosos; desde entonces se hacían llamar a sí mismos Hermanos Menores o Frailes Menores (el nombre fundacional de la congregación es Ordo Fratrum Minorum, abreviado O.F.M.).
 
Después de la estadía en Rivotorto, buscó una sede para su orden; para ello pidió la ayuda del obispo Guido, pero no consiguió respuesta favorable. Fue un abad benedictino del Monte Subasio quien le ofreció la capilla de la Porciúncula y un terreno adyacente (propiamente la partecita, la porcioncita). Francisco aceptó, pero no como un regalo, sino que pagaba como renta canastas con peces.[33]​
 
Crecimiento y expansión
 
 
Francisco dando un sermón a las aves, según fresco de Giotto en la Basílica dedicada al santo.
Dentro del ánimo de la época de los viajes hacia el Este, hizo un intento de ir a Siria para la expansión del Evangelio en la tierra de los llamados «infieles». Esto sucedió probablemente a finales del año 1212 y nuevamente dos años más tarde. Ambas empresas se frustraron.[34]​
 
Antes de 1215 el número de frailes se había incrementado, no sólo en Italia sino en el sur de Francia y en los reinos de España. Viajaban los franciscanos de dos en dos y convivían con la gente común; además, establecían ermitas en las afueras de las ciudades.[35]​
 
Concilio de Letrán
Durante el Concilio de Letrán de 1215, la organización adquirió un fuerte estatus legal; en ese año se decretó que toda nueva orden debía adoptar la Regla de San Benito o la de San Agustín. Para los Frailes Menores no hubo necesidad de esto, por haber sido aceptados seis años antes (aunque de palabra y no oficialmente). En este concilio el papa Inocencio III tomó la letra Tau como símbolo de conversión y señal de la cruz;[36]​ de ahí en adelante el poverello fue devoto de este símbolo.[37]​
 
En esa época, el cardenal Hugolino les ofreció a él y a Domingo de Guzmán la posibilidad de formar cardenales de las filas de sus órdenes. Francisco, según las crónicas de Tomás de Celano, acorde con sus principios respondió: «Eminencia: mis hermanos son llamados frailes menores, y ellos no intentan convertirse en mayores. Su vocación les enseña a permanecer siempre en condición humilde. Mantenedlos así, aún en contra de su voluntad, si Vuestra Eminencia los considera útiles para la Iglesia. Y nunca, os lo ruego, les permitáis convertirse en prelados».[38]​
 
Indulgencia en la Porciúncula
Bajo el pontificado de Honorio III en 1216, se promovió la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del papa para que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto privilegio.[39]​
 
Desde el año 1217[40]​ organizó capítulos en el que los Frailes Menores se reunían para intercambiar experiencias; para la organización apropiada de los territorios en que los frailes se habían dispersado, organizó también provincias de evangelización.[41]​
 
Viaje a Oriente
 
Captura de Damieta durante las cruzadas, óleo de Cornelis Claesz. van Wieringen.
Hacia el capítulo de 1219, la orden tuvo sus primeras disensiones respecto de las normas de pobreza dictadas por Francisco. Algunos persuadieron al cardenal Hugolino para que hablara con él, a fin de que la orden fuera dirigida por hermanos «más sabios»[42]​ y de acuerdo con reglas como la de San Benito, a lo que el poverello se opuso recalcando la forma de vida de humildad y simplicidad.[42]​ La innovación que brotó de este encuentro fue la organización de misiones a las llamadas «tierras paganas».
 
En 1219 se embarcó hacia el oriente, pasando por Chipre, San Juan de Acre y Damieta en el delta del Nilo, donde los cruzados estaban bajo la orden del duque Leopoldo VI de Austria. Allí, Francisco los previno de que había sido alertado por Dios de que no realizaran ningún ataque; ante sus palabras, los soldados se burlaron de él. El resultado de la siguiente batalla fue un desastre para los cruzados.[43]​ Continuó su estadía y el aprecio hacia su persona crecía, incluso algunos caballeros abandonaron las armas para convertirse en frailes menores.[44]​
 
Frente al sultán de Egipto
 
Cuerno entregado por el sultán de Egipto a San Francisco de Asís.
Tomó como misión la conversión de los musulmanes. Para ello se acompañó del hermano Illuminato para adentrarse en esas tierras; al encontrarse con los primeros soldados sarracenos fue golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el sultán de Egipto al-Malik al-Kamil.
 
Según las crónicas de Buenaventura, el poverello, en su afán de convertirlo al cristianismo, invitó a los ministros religiosos musulmanes a entrar con él en una gran fogata (equivalente a una ordalía o prueba del fuego), para así demostrar qué religión era la verdadera; los mulás rehuyeron la propuesta. Francisco ofreció entrar solo y retó al Sultán a que, si salía ileso, se convertiría al cristianismo e incitaría a su pueblo a hacerlo; el príncipe rechazó también esa posibilidad. Al final, sus pretensiones se frustraron.[45]​ En reconocimiento, el sultán de Egipto entregó a Francisco un cuerno de marfil finamente tallado que habría oficiado de pasaporte en tierras musulmanas y que se conserva en la Basílica de Asís. Tiempo después, Francisco obtuvo del sultán al-Mu'azzam de Damasco, hermano de al-Malik, permiso solo para visitar Siria y Tierra Santa.[46]​
 
Crisis y reorganización
 
La orden, durante su ausencia, sufrió una crisis: hubo disensiones, falta de organización y desacuerdos con la ruda vida diaria. El rumor sobre la muerte de Francisco en el Oriente dio pie a implantar reformas, entre ellas ciertas medidas disciplinarias, ayunos e incluso la institución de una casa de estudio en Bolonia; muchos consideraron estos cambios contrarios a la idea original del fundador. Enterado de estos sucesos, Francisco fue ante el papa Honorio III y le rogó que designara al cardenal Hugolino para reorganizar la orden.[47]​
 
Las nuevas disposiciones tuvieron un nuevo Ministro General, Elías Bombarone, y una nueva regla, la de 1221 (Regla no bulada) que entre otros temas trató el año de noviciado, la prohibición del vagabundeo y de la desobediencia ante órdenes contrarias a los principios franciscanos.[48]​
 
La tercera orden
Ante el incremento de las vocaciones y el peligro de inclusión de gente de dudosa vocación espiritual, nació la llamada Tercera Orden, para permitir a hombres y mujeres laicos vivir el Evangelio tras las huellas de Francisco. Obtuvo su estatus legal en 1221 también con la ayuda del cardenal Hugolino. Es en posteriores escritos como se rescata su contenido, porque el original se perdió. Consistía de trece capítulos en los que se reglamentaba la santificación personal de los terciarios, su vida social y la organización de la nueva fraternidad.[49]​
 
Bajo influencia nuevamente de este cardenal, la orden reabrió el convento de Bolonia para el estudio, a pesar de la convicción de Francisco de la primacía de la oración y la prédica de los Evangelios por sobre la educación formal.[50]​
 
La regla definitiva
 
La regla definitiva
Bajo la insistencia de ministros de la orden, fue obligado a redactar una nueva regla, ya que ciertos opositores a la entonces vigente consideraban que le faltaba consistencia y definición, y que eso le impedía obtener una definitiva aprobación por parte de la Santa Sede. Nuevamente aceptó las exigencias. Para ello se retiró dos veces a la ermita de Fonte Colombo cerca de Rieti, a redactar una definitiva regla bajo ayuno y oración.[51]​ El 29 de noviembre de 1223, con otra participación del cardenal Hugolino, la regla tuvo su forma definitiva[52]​ y fue aprobada por el papa Honorio III.
 
Navidad en Greccio
 
Terminada la labor de aprobación de la regla definitiva, Francisco decidió retornar a Umbría. Debido a la cercanía de la Navidad, a la que él tenía especial aprecio, quiso celebrarla de manera particular ese año de 1223; para ello convidó a un noble de la ciudad de Greccio, de nombre Juan, a festejar el nacimiento de Jesucristo en una loma rodeada de árboles y llena de cuevas de un terreno de su propiedad.
 
Pretendió que la celebración se asemejara lo más posible a la natividad de Jesús de Nazaret, y montó un pesebre con animales y heno; pobladores y frailes de los alrededores acudieron a la misa en procesión. Allí el poverello asistió como diácono y predicó un sermón. Aunque no fue la primera celebración de este tipo, es considerada un importante acontecimiento religioso, una fiesta única.[53]​
 
Los estigmas
 
 
La estigmatización según un fresco en la Basílica de San Francisco.
 
San Francisco de Asís recibiendo los estigmas según José de Arce, imagen del siglo XVII, titular de la Parroquia de San Francisco de Asís y Santuario Mariano de Nuestra Señora de la Soledad, Las Palmas de Gran Canaria, Canarias.
Francisco asistió en junio de 1224 a lo que fue su último capítulo general de la orden. Hacia principios de agosto decidió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para este viaje a algunos de sus compañeros: León, Angelo, Illuminato, Rufino y Masseo, a quien el poverello puso al mando del grupo.
 
Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando, quien llevaba provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a manera de celda, donde después se aisló. La oración ocupó un lugar central en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el silencio y soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose, ayunando, e incluso, gesticulando.
 
En ese lugar, fray León fue testigo de los actos de su soledad: lamentos por el futuro de la orden y estados de éxtasis. Al saber que era espiado, decidió irse a un sitio más apartado en una saliente de montaña. En la fiesta de la Asunción Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días.
 
Por órdenes del poverello, fray León lo visitaba dos veces para llevarle pan y agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de León, éste fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por ocurrir.[54]​ Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.
 
Probablemente el 14 de septiembre de 1224,[54]​ oró para recibir dos gracias antes de morir: sentir la Pasión de Jesús, y una enfermedad larga con una muerte dolorosa. Después de intensas oraciones, entonces en un trance profundo —según relato de San Buenaventura—[55]​ el mismo Nazareno se le presentó, crucificado, rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los pies y el costado; posteriormente, sus hermanos vieron los estigmas de Francisco, que él conservó por el resto de su vida.[56]​ Sin embargo, Francisco —al igual que otros santos estigmatizados— hizo todo lo posible para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse indigno, no del dolor que sentía, sino de ser portador de las señales de la Pasión de Cristo.[57]​ Por eso, fue desde entonces con las manos metidas entre las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.
 
San Francisco en oración (Diego de Velázquez) 1632
San Francisco en oración, círculo de Francisco de Herrera el Viejo.[58]​
Muerte
 
 
Basílica de San Francisco.
Retornó a la Porciúncula acompañado sólo por León; en su camino hubo muestras de veneración al estigmatizado, aparentemente su acompañante hacía saber a todos acerca del prodigio.[59]​ Mientras tanto, su salud —que desde mucho tiempo antes nunca fue buena del todo— empeoraba: El sangrado de sus heridas lo hacía sufrir constantemente. En el verano de 1225 pasó un tiempo en San Damián bajo el cuidado de sus allegados.
 
Fue durante esta temporada cuando compuso el Cántico de las criaturas, que hizo también cantar a sus compañeros.[60]​ Se encaminó luego a Rieti, rodeado del entusiasmo popular por tocarlo o arrancar algún pedacito del paupérrimo sayo que vestía, y se instaló en el palacio del obispo. Después se hospedó en Fonte Colombo, donde fue sometido a tratamiento médico, que incluyó cauterizar con un hierro ardiente la zona desde la oreja hasta la altura de la ceja de uno de sus ojos; según los relatos, Francisco no sintió dolor al «platicar» con el fuego para que no lo dañara.[61]​ Otro intento para ser tratado por renombrados médicos fue hecho en Siena, sin buen resultado.
 
Deseó volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días. Arribó a Asís y fue llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres armados, puesto que la localidad estaba en estado de guerra.[62]​ En su lecho escribió su Testamento.[22]​ En sus últimos momentos entonó nuevamente su Cántico al Hermano Sol —al que agregó un nuevo verso dedicado a la hermana Muerte— junto a Angelo y León.[63]​
 
 
La tumba de Francisco en Asís.
De acuerdo con su último deseo, fue encaminado a la Porciúncula, donde se estableció en una cabaña cercana a la capilla. Murió el 3 de octubre de 1226 a la edad de 44.
 
Así relata San Buenaventura la verificación de las llagas de Francisco después de su muerte:
 
Al emigrar de este mundo, el bienaventurado Francisco dejó impresas en su cuerpo las señales de la Pasión de Cristo. Se veían en aquellos dichosos miembros unos clavos de su misma carne, fabricados maravillosamente por el poder divino y tan connaturales a ella, que, si se les presionaba por una parte, al momento sobresalían por la otra, como si fueran nervios duros y de una sola pieza. Apareció también muy visible en su cuerpo la llaga del costado, semejante a la del costado herido del Salvador. El aspecto de los clavos era negro, parecido al hierro; mas la herida del costado era rojiza y formaba, por la contracción de la carne, una especie de círculo, presentándose a la vista como una rosa bellísima. El resto de su cuerpo, que antes, tanto por la enfermedad como por su modo natural de ser, era de color moreno, brillaba ahora con una blancura extraordinaria. Los miembros de su cuerpo se mostraban al tacto tan blandos y flexibles, que parecían haber vuelto a ser tiernos como los de la infancia. Tan pronto como se tuvo noticia del tránsito del bienaventurado Padre y se divulgó la fama del milagro de la estigmatización, el pueblo en masa acudió en seguida al lugar para ver con sus propios ojos aquel portento, que disipara toda duda de sus mentes y colmara de gozo sus corazones afectados por el dolor. Muchos ciudadanos de Asís fueron admitidos para contemplar y besar las sagradas llagas. Uno de ellos llamado Jerónimo, caballero culto y prudente además de famoso y célebre, como dudase de estas sagradas llagas, siendo incrédulo como Tomás, movió con mucho fervor y audacia los clavos y con sus propias manos tocó las manos, los pies y el costado del Santo en presencia de los hermanos y de otros ciudadanos; y resultó que, a medida que iba palpando aquellas señales auténticas de las llagas de Cristo, amputaba de su corazón y del corazón de todos la más leve herida de duda. Por lo cual desde entonces se convirtió, entre otros, en un testigo cualificado de esta verdad conocida con tanta certeza, y la confirmó bajo juramento poniendo las manos sobre los libros sagrados.[64]​
San Buenaventura, Leyenda Mayor de San Francisco 15,4San Francisco de Asís (en italiano San Francesco d’Assisi, nacido Giovanni di Pietro Bernardone; Asís, 1181/1182[5]​-ibidem, 3 de octubre de 1226)[1]​ es un santo umbro (italiano), diácono,[6]​[7]​ y fundador de la Orden Franciscana, de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas y una tercera conocida como tercera orden seglar, todas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia católica en la Edad Media. Destaca como una de las grandes figuras de la espiritualidad en la historia de la cristianidad.[8]​[9]​[10]​
 
San Francisco de Asís
San Francesco.jpg
Representación de San Francisco de Asís, en un fresco de Cimabue en la Basílica de Asís, se cree que es la imagen más fiel del santo
Fundador de la Orden de los Frailes Menores
Nombre
Giovanni di Pietro Bernardone
Nacimiento
1181/1182
Asís (Umbría-Ducado de Spoleto-Sacro Imperio Romano Germánico)
Fallecimiento
3 de octubre de 1226 (44 años)[1]​
Asís (Umbría-Estados Pontificios)
Venerado en
Iglesia católica, Iglesia anglicana. La Iglesia luterana evangélica en América lo conmemora como «renovador de la Iglesia».[2]​
Canonización
16 de julio de 1228, en Asís, por el papa Gregorio IX
Principal santuario
Basílica de San Francisco de Asís (Italia)
Orden religiosa
Orden de Frailes Menores Ver y modificar los datos en Wikidata
Festividad
4 de octubre[3]​[4]​
17 de septiembre Impresión de los Sacros Estigmas a San Francisco.
Atributos
estigmas, calavera (en representación no sólo del rechazo de la vida de placer, sino de la "hermana muerte"), lobo, aves
Patronazgo
animales, medio ambiente, belenistas, comerciantes (en particular fabricantes de telas, sastres y tejedores), Italia, Perú, Filipinas, Quito (Ecuador), Milagro (Ecuador), Azogues (Ecuador), Meycauayan (Filipinas), Arribeños (Argentina), Telchac Pueblo (México), Tlaltenco (México), San Francisco de Conchos (México), California (EE. UU.), Real de Catorce (México), San Francisco del Rincón, Iguala (México).
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De ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. En Egipto, intentó infructuosamente la conversión de los musulmanes al cristianismo.[11]​ Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Tal forma de vivir no fue aceptada por algunos de los nuevos miembros de la orden mientras ésta crecía; aun así, Francisco no fue reticente a una reorganización. Es el primer caso conocido en la historia de estigmatizaciones visibles y externas.[12]​ Fue canonizado por la Iglesia católica en 1228, y su festividad se celebra el 4 de octubre.[3]​[4]​ En italiano es conocido también como il poverello d'Assisi, es decir, 'el pobrecillo de Asís'.
 
Índice
Contexto histórico
 
 
Cruz cátara, también cruz de Occitania.
En el siglo XII se hicieron cambios fundamentales en la sociedad de la época: el comienzo de las Cruzadas y el incremento demográfico, entre otros motivos, influyeron en el incremento del comercio y el desarrollo de las ciudades. La economía seguía teniendo su base fundamental en el campo dominado por el modo de producción feudal, pero los excedentes de su producción se canalizaban con mayor dinamismo que en la Alta Edad Media. Aunque todavía no se estaba produciendo una clara transición del feudalismo al capitalismo y los estamentos privilegiados (nobleza y clero) seguían siendo los dominantes, como lo fueron hasta la Edad Contemporánea, los burgueses (artesanos, mercaderes, profesionales liberales y hombres de negocios) comenzaban a tener posibilidades de ascenso social, y el comercio y la Banca crecían dominados por el constante afán de lucro.[13]​ La Iglesia, protagonista de ese tiempo, también se vio influida por la nueva riqueza: no eran pocas las críticas a algunos de sus ministros que se preocupaban más por el crecimiento patrimonial y sus relaciones políticas de conveniencia.
 
 
Bajorrelieve de terracota policromada que representa el encuentro de san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán, exponentes decisivos de las órdenes mendicantes del siglo XII. Museo Nacional Alinari de la Fotografía.
 
Debido a ello, diversos movimientos religiosos surgieron en rechazo a la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica en esa época, o se dedicaron a vivir más de acuerdo con los postulados de una vida pobre y evangélica.[14]​ Algunos de ellos medraron afuera de la institución y vivieron a su manera; tales movimientos fueron condenados hasta el punto de considerarlos herejes, como el caso de los cátaros que predicaban entre otras cosas el rechazo al mundo material, a los sacramentos, a las imágenes y a la cruz.[15]​ En cambio, otras organizaciones —como las creadas por san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán— nacieron bajo sumisión a la autoridad católica y sus miembros fueron conocidos con el nombre genérico de «monjes mendicantes».[13]​ Este movimiento extremó la práctica del voto de pobreza: sus miembros ya no vivían del trabajo de las tierras como el Císter reformado por san Bernardo de Claraval, sino que renunciaban incluso a poseer bienes propios. Así, las órdenes mendicantes terminaron por desempeñar un papel de primer orden en la vida de la Iglesia,[13]​ al lograr que la mayoría de los católicos se alejase de la búsqueda de la opulencia, algo que tornaría en el siglo XIV.
 
Infancia y juventud
 
Francisco de Asís nació bajo el nombre de Giovanni. Sus padres fueron Pietro Bernardone dei Moriconi y Donna Pica Bourlemont, provenzal; tuvo al menos un hermano más, de nombre Angelo.[16]​ Su padre era un próspero comerciante de telas que formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a las ferias locales. Entre algunas versiones, fue la afición a esta tierra por lo que su padre lo apodó después como Francesco o el francesito; también es probable que el pequeño fuera conocido más adelante de este modo por su afición a la lengua francesa y los cantos de los trovadores.[17]​
 
Francisco recibió la educación regular de la época, en la que aprendió latín. De joven se caracterizó por su vida despreocupada: no tenía reparos en hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, en sus correrías periódicas, ni en dar pródigas limosnas;[18]​ como cualquier hijo de un potentado tenía ambiciones de ser exitoso.
 
En sus años juveniles la ciudad ya estaba envuelta en conflictos para reclamar su autonomía del Sacro Imperio. En 1197 lograron quitarse la autoridad germánica, pero desde 1201 se enfrascaron en otra guerra contra Perusa (Perugia), apoyada por los nobles desterrados de Asís. En la batalla de Ponte San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y estuvo cautivo por lo menos un año.[19]​
 
Desde 1198 el pontificado se hallaba en conflicto con el Imperio, y Francisco formó parte del ejército papal bajo las órdenes de Gualterio de Brienne contra los germanos.[20]​
 
 
Estatua de San Francisco en Asís que lo representa regresando a la ciudad tras abandonar la guerra.
 
La renuncia a los bienes terrenales, según Giotto.
De acuerdo con los relatos, fue en un viaje a Apulia (1205)[20]​ mientras marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una voz que le recomendaba regresar a Asís. Así lo hizo y volvió ante la sorpresa de quienes lo vieron, siempre jovial pero envuelto ahora en meditaciones solitarias.
 
Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal. Un día en que se mostró en un estado de quietud y paz sus amigos le preguntaron si estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: Estais en lo correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual.[21]​ Hasta ese momento todavía no sabía él mismo exactamente el camino que había de tomar de ahí en adelante; fue después de reflexiones y oraciones que supo que la dama a quien se refería era la Pobreza.
 
El punto culminante de su transformación se dio cuando convivió con los leprosos, a quienes tiempo antes le parecía extremadamente amargo mirar.[22]​ Se dedicó después a la reconstrucción de la capilla de San Damián. Según los relatos, lo hizo después de haber visto al crucifijo de esta iglesia decirle: Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas.[23]​ Entonces decidió vender el caballo y las mercancías de su padre en Foligno, regresó a San Damián con lo ganado y se lo ofreció al sacerdote, pero este lo rechazó.
 
Su padre, al darse cuenta de la conducta de su hijo, fue enojado en su búsqueda, pero Francisco estaba escondido y no lo halló. Un mes después fue él mismo el que decidió encarar a su padre. En el camino a su casa, las personas con que se encontró lo recibieron mal y, creyéndolo un lunático, le lanzaron piedras y lodo.
 
Francisco ante las autoridades eclesiales
Su padre lo reprendió severamente, tanto que lo encadenó y lo encerró en un calabozo.[24]​ Al ausentarse el airado padre por los negocios, la madre lo liberó de las cadenas. Cuando regresó, fue ella quien recibió las reprimendas del señor de la casa, y fue otra vez en búsqueda del muchacho a San Damián, pero Francisco se plantó con calma y le reafirmó que enfrentaría cualquier cosa por amor a Cristo. Pietro Bernardone, más preocupado por lo perdido de su patrimonio,[24]​ acudió a las autoridades civiles a forzarlo a presentarse, pero el joven rehusó hacerlo con el argumento de no pertenecer ya a la jurisdicción civil, por lo que las autoridades dejaron el caso en manos de la Iglesia.
 
Francisco se sometió al llamado de la autoridad eclesial. Ante el requerimiento de devolver el dinero frente a su padre y al obispo de Asís, de nombre Guido, no sólo lo hizo, sino que se despojó de todas sus vestimentas ante los jueces, proclamando a Dios desde ese momento como su verdadero Padre. Ante esto, el obispo lo abrazó y le envolvió con su manto.[25]​
 
Comienzos de la orden
 
 
Porciúncula.
No se sabe con certeza cuántas iglesias en ruinas o deterioradas reconstruyó; entre ellas, a la que más estima tenía era la capilla de la Porciúncula (“la partecita”, llamada así porque estaba junto a una construcción mayor).
 
Allí fue donde recibió la revelación definitiva de su misión, probablemente el 24 de febrero de 1208,[26]​ cuando escuchó estas palabras del Evangelio: No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos... (Lc., 10).[27]​ Así, cambió su afán de reconstruir las iglesias por la vida austera y la prédica del Evangelio. Después de someterse a las burlas de quienes lo veían vestido casi de trapos, ahora su mensaje era escuchado con atención, y al contrario de otros grupos reformadores de la época, el suyo no era un mensaje de descalificaciones ni anatemas.
 
En unos meses sus discípulos eran once: Bernardo di Quintavalle, Pedro Catani, Gil, Morico, Bárbaro, Sabatino, Bernardo Vigilante, Juan de San Constanzo, Angelo Tancredo, Felipe y Giovanni de la Capella.[28]​
 
Bajo la pobreza que Francisco predicaba y pedía, los frailes hacían sus labores diarias atendiendo leprosos, empleándose en faenas humildes para los monasterios y casas particulares, y trabajando para granjeros. Pero las necesidades cotidianas hacían la colecta de limosna inevitable, labor que Francisco alentaba con alegría por haber elegido el camino de la pobreza. Comenzó también la expansión del mensaje evangélico, y para ello los estimuló a viajar de dos en dos.[29]​
 
Audiencia ante el papa para la aprobación de la regla
 
Francisco de Asís en la pintura de Francisco Pacheco (Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Hacia abril o mayo de 1209,[30]​ Francisco se decidió a presentarse ante el papa Inocencio III, para que le aprobara la primera regla de la Orden. Con ese fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma.
 
Fue bajo la intervención del obispo Guido de Asís como pudo tener audiencia con el papa. Éste y ciertos cardenales objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y a la falta de una mínima base material de la orden; pero bajo la influencia del cardenal Juan de San Pablo y su apoyo, Francisco pudo tener una nueva audiencia para que se considerara la aprobación de su hermandad de pobres.
 
El papa por fin aprobó la regla verbalmente, al convencerse de que la ayuda de un hombre como Francisco reforzaría la imagen de la Iglesia con su prédica y su práctica del Evangelio. No se conoce el contenido de esta primera regla.[31]​ Fue por esta época (seis años después de su conversión según Celano)[32]​ cuando fundó, junto a Clara de Asís, la llamada segunda orden.
 
Rivotorto
Camino de vuelta a Asís, él y sus acompañantes se ubicaron en un lugar llamado Rivotorto, donde consolidaron sus principios de vivir en la pobreza, conviviendo entre los campesinos locales y atendiendo a leprosos; desde entonces se hacían llamar a sí mismos Hermanos Menores o Frailes Menores (el nombre fundacional de la congregación es Ordo Fratrum Minorum, abreviado O.F.M.).
 
Después de la estadía en Rivotorto, buscó una sede para su orden; para ello pidió la ayuda del obispo Guido, pero no consiguió respuesta favorable. Fue un abad benedictino del Monte Subasio quien le ofreció la capilla de la Porciúncula y un terreno adyacente (propiamente la partecita, la porcioncita). Francisco aceptó, pero no como un regalo, sino que pagaba como renta canastas con peces.[33]​
 
Crecimiento y expansión
 
 
Francisco dando un sermón a las aves, según fresco de Giotto en la Basílica dedicada al santo.
Dentro del ánimo de la época de los viajes hacia el Este, hizo un intento de ir a Siria para la expansión del Evangelio en la tierra de los llamados «infieles». Esto sucedió probablemente a finales del año 1212 y nuevamente dos años más tarde. Ambas empresas se frustraron.[34]​
 
Antes de 1215 el número de frailes se había incrementado, no sólo en Italia sino en el sur de Francia y en los reinos de España. Viajaban los franciscanos de dos en dos y convivían con la gente común; además, establecían ermitas en las afueras de las ciudades.[35]​
 
Concilio de Letrán
Durante el Concilio de Letrán de 1215, la organización adquirió un fuerte estatus legal; en ese año se decretó que toda nueva orden debía adoptar la Regla de San Benito o la de San Agustín. Para los Frailes Menores no hubo necesidad de esto, por haber sido aceptados seis años antes (aunque de palabra y no oficialmente). En este concilio el papa Inocencio III tomó la letra Tau como símbolo de conversión y señal de la cruz;[36]​ de ahí en adelante el poverello fue devoto de este símbolo.[37]​
 
En esa época, el cardenal Hugolino les ofreció a él y a Domingo de Guzmán la posibilidad de formar cardenales de las filas de sus órdenes. Francisco, según las crónicas de Tomás de Celano, acorde con sus principios respondió: «Eminencia: mis hermanos son llamados frailes menores, y ellos no intentan convertirse en mayores. Su vocación les enseña a permanecer siempre en condición humilde. Mantenedlos así, aún en contra de su voluntad, si Vuestra Eminencia los considera útiles para la Iglesia. Y nunca, os lo ruego, les permitáis convertirse en prelados».[38]​
 
Indulgencia en la Porciúncula
Bajo el pontificado de Honorio III en 1216, se promovió la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del papa para que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto privilegio.[39]​
 
Desde el año 1217[40]​ organizó capítulos en el que los Frailes Menores se reunían para intercambiar experiencias; para la organización apropiada de los territorios en que los frailes se habían dispersado, organizó también provincias de evangelización.[41]​
 
Viaje a Oriente
 
Captura de Damieta durante las cruzadas, óleo de Cornelis Claesz. van Wieringen.
Hacia el capítulo de 1219, la orden tuvo sus primeras disensiones respecto de las normas de pobreza dictadas por Francisco. Algunos persuadieron al cardenal Hugolino para que hablara con él, a fin de que la orden fuera dirigida por hermanos «más sabios»[42]​ y de acuerdo con reglas como la de San Benito, a lo que el poverello se opuso recalcando la forma de vida de humildad y simplicidad.[42]​ La innovación que brotó de este encuentro fue la organización de misiones a las llamadas «tierras paganas».
 
En 1219 se embarcó hacia el oriente, pasando por Chipre, San Juan de Acre y Damieta en el delta del Nilo, donde los cruzados estaban bajo la orden del duque Leopoldo VI de Austria. Allí, Francisco los previno de que había sido alertado por Dios de que no realizaran ningún ataque; ante sus palabras, los soldados se burlaron de él. El resultado de la siguiente batalla fue un desastre para los cruzados.[43]​ Continuó su estadía y el aprecio hacia su persona crecía, incluso algunos caballeros abandonaron las armas para convertirse en frailes menores.[44]​
 
Frente al sultán de Egipto
 
Cuerno entregado por el sultán de Egipto a San Francisco de Asís.
Tomó como misión la conversión de los musulmanes. Para ello se acompañó del hermano Illuminato para adentrarse en esas tierras; al encontrarse con los primeros soldados sarracenos fue golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el sultán de Egipto al-Malik al-Kamil.
 
Según las crónicas de Buenaventura, el poverello, en su afán de convertirlo al cristianismo, invitó a los ministros religiosos musulmanes a entrar con él en una gran fogata (equivalente a una ordalía o prueba del fuego), para así demostrar qué religión era la verdadera; los mulás rehuyeron la propuesta. Francisco ofreció entrar solo y retó al Sultán a que, si salía ileso, se convertiría al cristianismo e incitaría a su pueblo a hacerlo; el príncipe rechazó también esa posibilidad. Al final, sus pretensiones se frustraron.[45]​ En reconocimiento, el sultán de Egipto entregó a Francisco un cuerno de marfil finamente tallado que habría oficiado de pasaporte en tierras musulmanas y que se conserva en la Basílica de Asís. Tiempo después, Francisco obtuvo del sultán al-Mu'azzam de Damasco, hermano de al-Malik, permiso solo para visitar Siria y Tierra Santa.[46]​
 
Crisis y reorganización
 
La orden, durante su ausencia, sufrió una crisis: hubo disensiones, falta de organización y desacuerdos con la ruda vida diaria. El rumor sobre la muerte de Francisco en el Oriente dio pie a implantar reformas, entre ellas ciertas medidas disciplinarias, ayunos e incluso la institución de una casa de estudio en Bolonia; muchos consideraron estos cambios contrarios a la idea original del fundador. Enterado de estos sucesos, Francisco fue ante el papa Honorio III y le rogó que designara al cardenal Hugolino para reorganizar la orden.[47]​
 
Las nuevas disposiciones tuvieron un nuevo Ministro General, Elías Bombarone, y una nueva regla, la de 1221 (Regla no bulada) que entre otros temas trató el año de noviciado, la prohibición del vagabundeo y de la desobediencia ante órdenes contrarias a los principios franciscanos.[48]​
 
La tercera orden
Ante el incremento de las vocaciones y el peligro de inclusión de gente de dudosa vocación espiritual, nació la llamada Tercera Orden, para permitir a hombres y mujeres laicos vivir el Evangelio tras las huellas de Francisco. Obtuvo su estatus legal en 1221 también con la ayuda del cardenal Hugolino. Es en posteriores escritos como se rescata su contenido, porque el original se perdió. Consistía de trece capítulos en los que se reglamentaba la santificación personal de los terciarios, su vida social y la organización de la nueva fraternidad.[49]​
 
Bajo influencia nuevamente de este cardenal, la orden reabrió el convento de Bolonia para el estudio, a pesar de la convicción de Francisco de la primacía de la oración y la prédica de los Evangelios por sobre la educación formal.[50]​
 
La regla definitiva
 
La regla definitiva
Bajo la insistencia de ministros de la orden, fue obligado a redactar una nueva regla, ya que ciertos opositores a la entonces vigente consideraban que le faltaba consistencia y definición, y que eso le impedía obtener una definitiva aprobación por parte de la Santa Sede. Nuevamente aceptó las exigencias. Para ello se retiró dos veces a la ermita de Fonte Colombo cerca de Rieti, a redactar una definitiva regla bajo ayuno y oración.[51]​ El 29 de noviembre de 1223, con otra participación del cardenal Hugolino, la regla tuvo su forma definitiva[52]​ y fue aprobada por el papa Honorio III.
 
Navidad en Greccio
 
Terminada la labor de aprobación de la regla definitiva, Francisco decidió retornar a Umbría. Debido a la cercanía de la Navidad, a la que él tenía especial aprecio, quiso celebrarla de manera particular ese año de 1223; para ello convidó a un noble de la ciudad de Greccio, de nombre Juan, a festejar el nacimiento de Jesucristo en una loma rodeada de árboles y llena de cuevas de un terreno de su propiedad.
 
Pretendió que la celebración se asemejara lo más posible a la natividad de Jesús de Nazaret, y montó un pesebre con animales y heno; pobladores y frailes de los alrededores acudieron a la misa en procesión. Allí el poverello asistió como diácono y predicó un sermón. Aunque no fue la primera celebración de este tipo, es considerada un importante acontecimiento religioso, una fiesta única.[53]​
 
Los estigmas
 
 
La estigmatización según un fresco en la Basílica de San Francisco.
 
San Francisco de Asís recibiendo los estigmas según José de Arce, imagen del siglo XVII, titular de la Parroquia de San Francisco de Asís y Santuario Mariano de Nuestra Señora de la Soledad, Las Palmas de Gran Canaria, Canarias.
Francisco asistió en junio de 1224 a lo que fue su último capítulo general de la orden. Hacia principios de agosto decidió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para este viaje a algunos de sus compañeros: León, Angelo, Illuminato, Rufino y Masseo, a quien el poverello puso al mando del grupo.
 
Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando, quien llevaba provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a manera de celda, donde después se aisló. La oración ocupó un lugar central en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el silencio y soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose, ayunando, e incluso, gesticulando.
 
En ese lugar, fray León fue testigo de los actos de su soledad: lamentos por el futuro de la orden y estados de éxtasis. Al saber que era espiado, decidió irse a un sitio más apartado en una saliente de montaña. En la fiesta de la Asunción Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días.
 
Por órdenes del poverello, fray León lo visitaba dos veces para llevarle pan y agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de León, éste fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por ocurrir.[54]​ Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.
 
Probablemente el 14 de septiembre de 1224,[54]​ oró para recibir dos gracias antes de morir: sentir la Pasión de Jesús, y una enfermedad larga con una muerte dolorosa. Después de intensas oraciones, entonces en un trance profundo —según relato de San Buenaventura—[55]​ el mismo Nazareno se le presentó, crucificado, rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los pies y el costado; posteriormente, sus hermanos vieron los estigmas de Francisco, que él conservó por el resto de su vida.[56]​ Sin embargo, Francisco —al igual que otros santos estigmatizados— hizo todo lo posible para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse indigno, no del dolor que sentía, sino de ser portador de las señales de la Pasión de Cristo.[57]​ Por eso, fue desde entonces con las manos metidas entre las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.
 
San Francisco en oración (Diego de Velázquez) 1632
San Francisco en oración, círculo de Francisco de Herrera el Viejo.[58]​
Muerte
 
 
Basílica de San Francisco.
Retornó a la Porciúncula acompañado sólo por León; en su camino hubo muestras de veneración al estigmatizado, aparentemente su acompañante hacía saber a todos acerca del prodigio.[59]​ Mientras tanto, su salud —que desde mucho tiempo antes nunca fue buena del todo— empeoraba: El sangrado de sus heridas lo hacía sufrir constantemente. En el verano de 1225 pasó un tiempo en San Damián bajo el cuidado de sus allegados.
 
Fue durante esta temporada cuando compuso el Cántico de las criaturas, que hizo también cantar a sus compañeros.[60]​ Se encaminó luego a Rieti, rodeado del entusiasmo popular por tocarlo o arrancar algún pedacito del paupérrimo sayo que vestía, y se instaló en el palacio del obispo. Después se hospedó en Fonte Colombo, donde fue sometido a tratamiento médico, que incluyó cauterizar con un hierro ardiente la zona desde la oreja hasta la altura de la ceja de uno de sus ojos; según los relatos, Francisco no sintió dolor al «platicar» con el fuego para que no lo dañara.[61]​ Otro intento para ser tratado por renombrados médicos fue hecho en Siena, sin buen resultado.
 
Deseó volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días. Arribó a Asís y fue llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres armados, puesto que la localidad estaba en estado de guerra.[62]​ En su lecho escribió su Testamento.[22]​ En sus últimos momentos entonó nuevamente su Cántico al Hermano Sol —al que agregó un nuevo verso dedicado a la hermana Muerte— junto a Angelo y León.[63]​
 
 
La tumba de Francisco en Asís.
De acuerdo con su último deseo, fue encaminado a la Porciúncula, donde se estableció en una cabaña cercana a la capilla. Murió el 3 de octubre de 1226 a la edad de 44.
 
Así relata San Buenaventura la verificación de las llagas de Francisco después de su muerte:
 
Al emigrar de este mundo, el bienaventurado Francisco dejó impresas en su cuerpo las señales de la Pasión de Cristo. Se veían en aquellos dichosos miembros unos clavos de su misma carne, fabricados maravillosamente por el poder divino y tan connaturales a ella, que, si se les presionaba por una parte, al momento sobresalían por la otra, como si fueran nervios duros y de una sola pieza. Apareció también muy visible en su cuerpo la llaga del costado, semejante a la del costado herido del Salvador. El aspecto de los clavos era negro, parecido al hierro; mas la herida del costado era rojiza y formaba, por la contracción de la carne, una especie de círculo, presentándose a la vista como una rosa bellísima. El resto de su cuerpo, que antes, tanto por la enfermedad como por su modo natural de ser, era de color moreno, brillaba ahora con una blancura extraordinaria. Los miembros de su cuerpo se mostraban al tacto tan blandos y flexibles, que parecían haber vuelto a ser tiernos como los de la infancia. Tan pronto como se tuvo noticia del tránsito del bienaventurado Padre y se divulgó la fama del milagro de la estigmatización, el pueblo en masa acudió en seguida al lugar para ver con sus propios ojos aquel portento, que disipara toda duda de sus mentes y colmara de gozo sus corazones afectados por el dolor. Muchos ciudadanos de Asís fueron admitidos para contemplar y besar las sagradas llagas. Uno de ellos llamado Jerónimo, caballero culto y prudente además de famoso y célebre, como dudase de estas sagradas llagas, siendo incrédulo como Tomás, movió con mucho fervor y audacia los clavos y con sus propias manos tocó las manos, los pies y el costado del Santo en presencia de los hermanos y de otros ciudadanos; y resultó que, a medida que iba palpando aquellas señales auténticas de las llagas de Cristo, amputaba de su corazón y del corazón de todos la más leve herida de duda. Por lo cual desde entonces se convirtió, entre otros, en un testigo cualificado de esta verdad conocida con tanta certeza, y la confirmó bajo juramento poniendo las manos sobre los libros sagrados.[64]​
San Buenaventura, Leyenda Mayor de San Francisco 15,4San Francisco de Asís (en italiano San Francesco d’Assisi, nacido Giovanni di Pietro Bernardone; Asís, 1181/1182[5]​-ibidem, 3 de octubre de 1226)[1]​ es un santo umbro (italiano), diácono,[6]​[7]​ y fundador de la Orden Franciscana, de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas y una tercera conocida como tercera orden seglar, todas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia católica en la Edad Media. Destaca como una de las grandes figuras de la espiritualidad en la historia de la cristianidad.[8]​[9]​[10]​
 
San Francisco de Asís
San Francesco.jpg
Representación de San Francisco de Asís, en un fresco de Cimabue en la Basílica de Asís, se cree que es la imagen más fiel del santo
Fundador de la Orden de los Frailes Menores
Nombre
Giovanni di Pietro Bernardone
Nacimiento
1181/1182
Asís (Umbría-Ducado de Spoleto-Sacro Imperio Romano Germánico)
Fallecimiento
3 de octubre de 1226 (44 años)[1]​
Asís (Umbría-Estados Pontificios)
Venerado en
Iglesia católica, Iglesia anglicana. La Iglesia luterana evangélica en América lo conmemora como «renovador de la Iglesia».[2]​
Canonización
16 de julio de 1228, en Asís, por el papa Gregorio IX
Principal santuario
Basílica de San Francisco de Asís (Italia)
Orden religiosa
Orden de Frailes Menores Ver y modificar los datos en Wikidata
Festividad
4 de octubre[3]​[4]​
17 de septiembre Impresión de los Sacros Estigmas a San Francisco.
Atributos
estigmas, calavera (en representación no sólo del rechazo de la vida de placer, sino de la "hermana muerte"), lobo, aves
Patronazgo
animales, medio ambiente, belenistas, comerciantes (en particular fabricantes de telas, sastres y tejedores), Italia, Perú, Filipinas, Quito (Ecuador), Milagro (Ecuador), Azogues (Ecuador), Meycauayan (Filipinas), Arribeños (Argentina), Telchac Pueblo (México), Tlaltenco (México), San Francisco de Conchos (México), California (EE. UU.), Real de Catorce (México), San Francisco del Rincón, Iguala (México).
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De ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. En Egipto, intentó infructuosamente la conversión de los musulmanes al cristianismo.[11]​ Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Tal forma de vivir no fue aceptada por algunos de los nuevos miembros de la orden mientras ésta crecía; aun así, Francisco no fue reticente a una reorganización. Es el primer caso conocido en la historia de estigmatizaciones visibles y externas.[12]​ Fue canonizado por la Iglesia católica en 1228, y su festividad se celebra el 4 de octubre.[3]​[4]​ En italiano es conocido también como il poverello d'Assisi, es decir, 'el pobrecillo de Asís'.
 
Índice
Contexto histórico
 
 
Cruz cátara, también cruz de Occitania.
En el siglo XII se hicieron cambios fundamentales en la sociedad de la época: el comienzo de las Cruzadas y el incremento demográfico, entre otros motivos, influyeron en el incremento del comercio y el desarrollo de las ciudades. La economía seguía teniendo su base fundamental en el campo dominado por el modo de producción feudal, pero los excedentes de su producción se canalizaban con mayor dinamismo que en la Alta Edad Media. Aunque todavía no se estaba produciendo una clara transición del feudalismo al capitalismo y los estamentos privilegiados (nobleza y clero) seguían siendo los dominantes, como lo fueron hasta la Edad Contemporánea, los burgueses (artesanos, mercaderes, profesionales liberales y hombres de negocios) comenzaban a tener posibilidades de ascenso social, y el comercio y la Banca crecían dominados por el constante afán de lucro.[13]​ La Iglesia, protagonista de ese tiempo, también se vio influida por la nueva riqueza: no eran pocas las críticas a algunos de sus ministros que se preocupaban más por el crecimiento patrimonial y sus relaciones políticas de conveniencia.
 
 
Bajorrelieve de terracota policromada que representa el encuentro de san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán, exponentes decisivos de las órdenes mendicantes del siglo XII. Museo Nacional Alinari de la Fotografía.
 
Debido a ello, diversos movimientos religiosos surgieron en rechazo a la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica en esa época, o se dedicaron a vivir más de acuerdo con los postulados de una vida pobre y evangélica.[14]​ Algunos de ellos medraron afuera de la institución y vivieron a su manera; tales movimientos fueron condenados hasta el punto de considerarlos herejes, como el caso de los cátaros que predicaban entre otras cosas el rechazo al mundo material, a los sacramentos, a las imágenes y a la cruz.[15]​ En cambio, otras organizaciones —como las creadas por san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán— nacieron bajo sumisión a la autoridad católica y sus miembros fueron conocidos con el nombre genérico de «monjes mendicantes».[13]​ Este movimiento extremó la práctica del voto de pobreza: sus miembros ya no vivían del trabajo de las tierras como el Císter reformado por san Bernardo de Claraval, sino que renunciaban incluso a poseer bienes propios. Así, las órdenes mendicantes terminaron por desempeñar un papel de primer orden en la vida de la Iglesia,[13]​ al lograr que la mayoría de los católicos se alejase de la búsqueda de la opulencia, algo que tornaría en el siglo XIV.
 
Infancia y juventud
 
Francisco de Asís nació bajo el nombre de Giovanni. Sus padres fueron Pietro Bernardone dei Moriconi y Donna Pica Bourlemont, provenzal; tuvo al menos un hermano más, de nombre Angelo.[16]​ Su padre era un próspero comerciante de telas que formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a las ferias locales. Entre algunas versiones, fue la afición a esta tierra por lo que su padre lo apodó después como Francesco o el francesito; también es probable que el pequeño fuera conocido más adelante de este modo por su afición a la lengua francesa y los cantos de los trovadores.[17]​
 
Francisco recibió la educación regular de la época, en la que aprendió latín. De joven se caracterizó por su vida despreocupada: no tenía reparos en hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, en sus correrías periódicas, ni en dar pródigas limosnas;[18]​ como cualquier hijo de un potentado tenía ambiciones de ser exitoso.
 
En sus años juveniles la ciudad ya estaba envuelta en conflictos para reclamar su autonomía del Sacro Imperio. En 1197 lograron quitarse la autoridad germánica, pero desde 1201 se enfrascaron en otra guerra contra Perusa (Perugia), apoyada por los nobles desterrados de Asís. En la batalla de Ponte San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y estuvo cautivo por lo menos un año.[19]​
 
Desde 1198 el pontificado se hallaba en conflicto con el Imperio, y Francisco formó parte del ejército papal bajo las órdenes de Gualterio de Brienne contra los germanos.[20]​
 
 
Estatua de San Francisco en Asís que lo representa regresando a la ciudad tras abandonar la guerra.
 
La renuncia a los bienes terrenales, según Giotto.
De acuerdo con los relatos, fue en un viaje a Apulia (1205)[20]​ mientras marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una voz que le recomendaba regresar a Asís. Así lo hizo y volvió ante la sorpresa de quienes lo vieron, siempre jovial pero envuelto ahora en meditaciones solitarias.
 
Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal. Un día en que se mostró en un estado de quietud y paz sus amigos le preguntaron si estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: Estais en lo correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual.[21]​ Hasta ese momento todavía no sabía él mismo exactamente el camino que había de tomar de ahí en adelante; fue después de reflexiones y oraciones que supo que la dama a quien se refería era la Pobreza.
 
El punto culminante de su transformación se dio cuando convivió con los leprosos, a quienes tiempo antes le parecía extremadamente amargo mirar.[22]​ Se dedicó después a la reconstrucción de la capilla de San Damián. Según los relatos, lo hizo después de haber visto al crucifijo de esta iglesia decirle: Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas.[23]​ Entonces decidió vender el caballo y las mercancías de su padre en Foligno, regresó a San Damián con lo ganado y se lo ofreció al sacerdote, pero este lo rechazó.
 
Su padre, al darse cuenta de la conducta de su hijo, fue enojado en su búsqueda, pero Francisco estaba escondido y no lo halló. Un mes después fue él mismo el que decidió encarar a su padre. En el camino a su casa, las personas con que se encontró lo recibieron mal y, creyéndolo un lunático, le lanzaron piedras y lodo.
 
Francisco ante las autoridades eclesiales
Su padre lo reprendió severamente, tanto que lo encadenó y lo encerró en un calabozo.[24]​ Al ausentarse el airado padre por los negocios, la madre lo liberó de las cadenas. Cuando regresó, fue ella quien recibió las reprimendas del señor de la casa, y fue otra vez en búsqueda del muchacho a San Damián, pero Francisco se plantó con calma y le reafirmó que enfrentaría cualquier cosa por amor a Cristo. Pietro Bernardone, más preocupado por lo perdido de su patrimonio,[24]​ acudió a las autoridades civiles a forzarlo a presentarse, pero el joven rehusó hacerlo con el argumento de no pertenecer ya a la jurisdicción civil, por lo que las autoridades dejaron el caso en manos de la Iglesia.
 
Francisco se sometió al llamado de la autoridad eclesial. Ante el requerimiento de devolver el dinero frente a su padre y al obispo de Asís, de nombre Guido, no sólo lo hizo, sino que se despojó de todas sus vestimentas ante los jueces, proclamando a Dios desde ese momento como su verdadero Padre. Ante esto, el obispo lo abrazó y le envolvió con su manto.[25]​
 
Comienzos de la orden
 
 
Porciúncula.
No se sabe con certeza cuántas iglesias en ruinas o deterioradas reconstruyó; entre ellas, a la que más estima tenía era la capilla de la Porciúncula (“la partecita”, llamada así porque estaba junto a una construcción mayor).
 
Allí fue donde recibió la revelación definitiva de su misión, probablemente el 24 de febrero de 1208,[26]​ cuando escuchó estas palabras del Evangelio: No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos... (Lc., 10).[27]​ Así, cambió su afán de reconstruir las iglesias por la vida austera y la prédica del Evangelio. Después de someterse a las burlas de quienes lo veían vestido casi de trapos, ahora su mensaje era escuchado con atención, y al contrario de otros grupos reformadores de la época, el suyo no era un mensaje de descalificaciones ni anatemas.
 
En unos meses sus discípulos eran once: Bernardo di Quintavalle, Pedro Catani, Gil, Morico, Bárbaro, Sabatino, Bernardo Vigilante, Juan de San Constanzo, Angelo Tancredo, Felipe y Giovanni de la Capella.[28]​
 
Bajo la pobreza que Francisco predicaba y pedía, los frailes hacían sus labores diarias atendiendo leprosos, empleándose en faenas humildes para los monasterios y casas particulares, y trabajando para granjeros. Pero las necesidades cotidianas hacían la colecta de limosna inevitable, labor que Francisco alentaba con alegría por haber elegido el camino de la pobreza. Comenzó también la expansión del mensaje evangélico, y para ello los estimuló a viajar de dos en dos.[29]​
 
Audiencia ante el papa para la aprobación de la regla
 
Francisco de Asís en la pintura de Francisco Pacheco (Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Hacia abril o mayo de 1209,[30]​ Francisco se decidió a presentarse ante el papa Inocencio III, para que le aprobara la primera regla de la Orden. Con ese fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma.
 
Fue bajo la intervención del obispo Guido de Asís como pudo tener audiencia con el papa. Éste y ciertos cardenales objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y a la falta de una mínima base material de la orden; pero bajo la influencia del cardenal Juan de San Pablo y su apoyo, Francisco pudo tener una nueva audiencia para que se considerara la aprobación de su hermandad de pobres.
 
El papa por fin aprobó la regla verbalmente, al convencerse de que la ayuda de un hombre como Francisco reforzaría la imagen de la Iglesia con su prédica y su práctica del Evangelio. No se conoce el contenido de esta primera regla.[31]​ Fue por esta época (seis años después de su conversión según Celano)[32]​ cuando fundó, junto a Clara de Asís, la llamada segunda orden.
 
Rivotorto
Camino de vuelta a Asís, él y sus acompañantes se ubicaron en un lugar llamado Rivotorto, donde consolidaron sus principios de vivir en la pobreza, conviviendo entre los campesinos locales y atendiendo a leprosos; desde entonces se hacían llamar a sí mismos Hermanos Menores o Frailes Menores (el nombre fundacional de la congregación es Ordo Fratrum Minorum, abreviado O.F.M.).
 
Después de la estadía en Rivotorto, buscó una sede para su orden; para ello pidió la ayuda del obispo Guido, pero no consiguió respuesta favorable. Fue un abad benedictino del Monte Subasio quien le ofreció la capilla de la Porciúncula y un terreno adyacente (propiamente la partecita, la porcioncita). Francisco aceptó, pero no como un regalo, sino que pagaba como renta canastas con peces.[33]​
 
Crecimiento y expansión
 
 
Francisco dando un sermón a las aves, según fresco de Giotto en la Basílica dedicada al santo.
Dentro del ánimo de la época de los viajes hacia el Este, hizo un intento de ir a Siria para la expansión del Evangelio en la tierra de los llamados «infieles». Esto sucedió probablemente a finales del año 1212 y nuevamente dos años más tarde. Ambas empresas se frustraron.[34]​
 
Antes de 1215 el número de frailes se había incrementado, no sólo en Italia sino en el sur de Francia y en los reinos de España. Viajaban los franciscanos de dos en dos y convivían con la gente común; además, establecían ermitas en las afueras de las ciudades.[35]​
 
Concilio de Letrán
Durante el Concilio de Letrán de 1215, la organización adquirió un fuerte estatus legal; en ese año se decretó que toda nueva orden debía adoptar la Regla de San Benito o la de San Agustín. Para los Frailes Menores no hubo necesidad de esto, por haber sido aceptados seis años antes (aunque de palabra y no oficialmente). En este concilio el papa Inocencio III tomó la letra Tau como símbolo de conversión y señal de la cruz;[36]​ de ahí en adelante el poverello fue devoto de este símbolo.[37]​
 
En esa época, el cardenal Hugolino les ofreció a él y a Domingo de Guzmán la posibilidad de formar cardenales de las filas de sus órdenes. Francisco, según las crónicas de Tomás de Celano, acorde con sus principios respondió: «Eminencia: mis hermanos son llamados frailes menores, y ellos no intentan convertirse en mayores. Su vocación les enseña a permanecer siempre en condición humilde. Mantenedlos así, aún en contra de su voluntad, si Vuestra Eminencia los considera útiles para la Iglesia. Y nunca, os lo ruego, les permitáis convertirse en prelados».[38]​
 
Indulgencia en la Porciúncula
Bajo el pontificado de Honorio III en 1216, se promovió la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del papa para que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto privilegio.[39]​
 
Desde el año 1217[40]​ organizó capítulos en el que los Frailes Menores se reunían para intercambiar experiencias; para la organización apropiada de los territorios en que los frailes se habían dispersado, organizó también provincias de evangelización.[41]​
 
Viaje a Oriente
 
Captura de Damieta durante las cruzadas, óleo de Cornelis Claesz. van Wieringen.
Hacia el capítulo de 1219, la orden tuvo sus primeras disensiones respecto de las normas de pobreza dictadas por Francisco. Algunos persuadieron al cardenal Hugolino para que hablara con él, a fin de que la orden fuera dirigida por hermanos «más sabios»[42]​ y de acuerdo con reglas como la de San Benito, a lo que el poverello se opuso recalcando la forma de vida de humildad y simplicidad.[42]​ La innovación que brotó de este encuentro fue la organización de misiones a las llamadas «tierras paganas».
 
En 1219 se embarcó hacia el oriente, pasando por Chipre, San Juan de Acre y Damieta en el delta del Nilo, donde los cruzados estaban bajo la orden del duque Leopoldo VI de Austria. Allí, Francisco los previno de que había sido alertado por Dios de que no realizaran ningún ataque; ante sus palabras, los soldados se burlaron de él. El resultado de la siguiente batalla fue un desastre para los cruzados.[43]​ Continuó su estadía y el aprecio hacia su persona crecía, incluso algunos caballeros abandonaron las armas para convertirse en frailes menores.[44]​
 
Frente al sultán de Egipto
 
Cuerno entregado por el sultán de Egipto a San Francisco de Asís.
Tomó como misión la conversión de los musulmanes. Para ello se acompañó del hermano Illuminato para adentrarse en esas tierras; al encontrarse con los primeros soldados sarracenos fue golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el sultán de Egipto al-Malik al-Kamil.
 
Según las crónicas de Buenaventura, el poverello, en su afán de convertirlo al cristianismo, invitó a los ministros religiosos musulmanes a entrar con él en una gran fogata (equivalente a una ordalía o prueba del fuego), para así demostrar qué religión era la verdadera; los mulás rehuyeron la propuesta. Francisco ofreció entrar solo y retó al Sultán a que, si salía ileso, se convertiría al cristianismo e incitaría a su pueblo a hacerlo; el príncipe rechazó también esa posibilidad. Al final, sus pretensiones se frustraron.[45]​ En reconocimiento, el sultán de Egipto entregó a Francisco un cuerno de marfil finamente tallado que habría oficiado de pasaporte en tierras musulmanas y que se conserva en la Basílica de Asís. Tiempo después, Francisco obtuvo del sultán al-Mu'azzam de Damasco, hermano de al-Malik, permiso solo para visitar Siria y Tierra Santa.[46]​
 
Crisis y reorganización
 
La orden, durante su ausencia, sufrió una crisis: hubo disensiones, falta de organización y desacuerdos con la ruda vida diaria. El rumor sobre la muerte de Francisco en el Oriente dio pie a implantar reformas, entre ellas ciertas medidas disciplinarias, ayunos e incluso la institución de una casa de estudio en Bolonia; muchos consideraron estos cambios contrarios a la idea original del fundador. Enterado de estos sucesos, Francisco fue ante el papa Honorio III y le rogó que designara al cardenal Hugolino para reorganizar la orden.[47]​
 
Las nuevas disposiciones tuvieron un nuevo Ministro General, Elías Bombarone, y una nueva regla, la de 1221 (Regla no bulada) que entre otros temas trató el año de noviciado, la prohibición del vagabundeo y de la desobediencia ante órdenes contrarias a los principios franciscanos.[48]​
 
La tercera orden
Ante el incremento de las vocaciones y el peligro de inclusión de gente de dudosa vocación espiritual, nació la llamada Tercera Orden, para permitir a hombres y mujeres laicos vivir el Evangelio tras las huellas de Francisco. Obtuvo su estatus legal en 1221 también con la ayuda del cardenal Hugolino. Es en posteriores escritos como se rescata su contenido, porque el original se perdió. Consistía de trece capítulos en los que se reglamentaba la santificación personal de los terciarios, su vida social y la organización de la nueva fraternidad.[49]​
 
Bajo influencia nuevamente de este cardenal, la orden reabrió el convento de Bolonia para el estudio, a pesar de la convicción de Francisco de la primacía de la oración y la prédica de los Evangelios por sobre la educación formal.[50]​
 
La regla definitiva
 
La regla definitiva
Bajo la insistencia de ministros de la orden, fue obligado a redactar una nueva regla, ya que ciertos opositores a la entonces vigente consideraban que le faltaba consistencia y definición, y que eso le impedía obtener una definitiva aprobación por parte de la Santa Sede. Nuevamente aceptó las exigencias. Para ello se retiró dos veces a la ermita de Fonte Colombo cerca de Rieti, a redactar una definitiva regla bajo ayuno y oración.[51]​ El 29 de noviembre de 1223, con otra participación del cardenal Hugolino, la regla tuvo su forma definitiva[52]​ y fue aprobada por el papa Honorio III.
 
Navidad en Greccio
 
Terminada la labor de aprobación de la regla definitiva, Francisco decidió retornar a Umbría. Debido a la cercanía de la Navidad, a la que él tenía especial aprecio, quiso celebrarla de manera particular ese año de 1223; para ello convidó a un noble de la ciudad de Greccio, de nombre Juan, a festejar el nacimiento de Jesucristo en una loma rodeada de árboles y llena de cuevas de un terreno de su propiedad.
 
Pretendió que la celebración se asemejara lo más posible a la natividad de Jesús de Nazaret, y montó un pesebre con animales y heno; pobladores y frailes de los alrededores acudieron a la misa en procesión. Allí el poverello asistió como diácono y predicó un sermón. Aunque no fue la primera celebración de este tipo, es considerada un importante acontecimiento religioso, una fiesta única.[53]​
 
Los estigmas
 
 
La estigmatización según un fresco en la Basílica de San Francisco.
 
San Francisco de Asís recibiendo los estigmas según José de Arce, imagen del siglo XVII, titular de la Parroquia de San Francisco de Asís y Santuario Mariano de Nuestra Señora de la Soledad, Las Palmas de Gran Canaria, Canarias.
Francisco asistió en junio de 1224 a lo que fue su último capítulo general de la orden. Hacia principios de agosto decidió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para este viaje a algunos de sus compañeros: León, Angelo, Illuminato, Rufino y Masseo, a quien el poverello puso al mando del grupo.
 
Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando, quien llevaba provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a manera de celda, donde después se aisló. La oración ocupó un lugar central en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el silencio y soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose, ayunando, e incluso, gesticulando.
 
En ese lugar, fray León fue testigo de los actos de su soledad: lamentos por el futuro de la orden y estados de éxtasis. Al saber que era espiado, decidió irse a un sitio más apartado en una saliente de montaña. En la fiesta de la Asunción Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días.
 
Por órdenes del poverello, fray León lo visitaba dos veces para llevarle pan y agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de León, éste fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por ocurrir.[54]​ Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.
 
Probablemente el 14 de septiembre de 1224,[54]​ oró para recibir dos gracias antes de morir: sentir la Pasión de Jesús, y una enfermedad larga con una muerte dolorosa. Después de intensas oraciones, entonces en un trance profundo —según relato de San Buenaventura—[55]​ el mismo Nazareno se le presentó, crucificado, rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los pies y el costado; posteriormente, sus hermanos vieron los estigmas de Francisco, que él conservó por el resto de su vida.[56]​ Sin embargo, Francisco —al igual que otros santos estigmatizados— hizo todo lo posible para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse indigno, no del dolor que sentía, sino de ser portador de las señales de la Pasión de Cristo.[57]​ Por eso, fue desde entonces con las manos metidas entre las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.
 
San Francisco en oración (Diego de Velázquez) 1632
San Francisco en oración, círculo de Francisco de Herrera el Viejo.[58]​
Muerte
 
 
Basílica de San Francisco.
Retornó a la Porciúncula acompañado sólo por León; en su camino hubo muestras de veneración al estigmatizado, aparentemente su acompañante hacía saber a todos acerca del prodigio.[59]​ Mientras tanto, su salud —que desde mucho tiempo antes nunca fue buena del todo— empeoraba: El sangrado de sus heridas lo hacía sufrir constantemente. En el verano de 1225 pasó un tiempo en San Damián bajo el cuidado de sus allegados.
 
Fue durante esta temporada cuando compuso el Cántico de las criaturas, que hizo también cantar a sus compañeros.[60]​ Se encaminó luego a Rieti, rodeado del entusiasmo popular por tocarlo o arrancar algún pedacito del paupérrimo sayo que vestía, y se instaló en el palacio del obispo. Después se hospedó en Fonte Colombo, donde fue sometido a tratamiento médico, que incluyó cauterizar con un hierro ardiente la zona desde la oreja hasta la altura de la ceja de uno de sus ojos; según los relatos, Francisco no sintió dolor al «platicar» con el fuego para que no lo dañara.[61]​ Otro intento para ser tratado por renombrados médicos fue hecho en Siena, sin buen resultado.
 
Deseó volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días. Arribó a Asís y fue llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres armados, puesto que la localidad estaba en estado de guerra.[62]​ En su lecho escribió su Testamento.[22]​ En sus últimos momentos entonó nuevamente su Cántico al Hermano Sol —al que agregó un nuevo verso dedicado a la hermana Muerte— junto a Angelo y León.[63]​
 
 
La tumba de Francisco en Asís.
De acuerdo con su último deseo, fue encaminado a la Porciúncula, donde se estableció en una cabaña cercana a la capilla. Murió el 3 de octubre de 1226 a la edad de 44.
 
Así relata San Buenaventura la verificación de las llagas de Francisco después de su muerte:
 
Al emigrar de este mundo, el bienaventurado Francisco dejó impresas en su cuerpo las señales de la Pasión de Cristo. Se veían en aquellos dichosos miembros unos clavos de su misma carne, fabricados maravillosamente por el poder divino y tan connaturales a ella, que, si se les presionaba por una parte, al momento sobresalían por la otra, como si fueran nervios duros y de una sola pieza. Apareció también muy visible en su cuerpo la llaga del costado, semejante a la del costado herido del Salvador. El aspecto de los clavos era negro, parecido al hierro; mas la herida del costado era rojiza y formaba, por la contracción de la carne, una especie de círculo, presentándose a la vista como una rosa bellísima. El resto de su cuerpo, que antes, tanto por la enfermedad como por su modo natural de ser, era de color moreno, brillaba ahora con una blancura extraordinaria. Los miembros de su cuerpo se mostraban al tacto tan blandos y flexibles, que parecían haber vuelto a ser tiernos como los de la infancia. Tan pronto como se tuvo noticia del tránsito del bienaventurado Padre y se divulgó la fama del milagro de la estigmatización, el pueblo en masa acudió en seguida al lugar para ver con sus propios ojos aquel portento, que disipara toda duda de sus mentes y colmara de gozo sus corazones afectados por el dolor. Muchos ciudadanos de Asís fueron admitidos para contemplar y besar las sagradas llagas. Uno de ellos llamado Jerónimo, caballero culto y prudente además de famoso y célebre, como dudase de estas sagradas llagas, siendo incrédulo como Tomás, movió con mucho fervor y audacia los clavos y con sus propias manos tocó las manos, los pies y el costado del Santo en presencia de los hermanos y de otros ciudadanos; y resultó que, a medida que iba palpando aquellas señales auténticas de las llagas de Cristo, amputaba de su corazón y del corazón de todos la más leve herida de duda. Por lo cual desde entonces se convirtió, entre otros, en un testigo cualificado de esta verdad conocida con tanta certeza, y la confirmó bajo juramento poniendo las manos sobre los libros sagrados.[64]​
San Buenaventura, Leyenda Mayor de San Francisco 15,4