Carme Riera
escritora, catedrática y académica española
Carme Riera | |||||||||||
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Carme Riera (Palma de Mallorca, 12 de enero de 1948) es una escritora y académica española.
Citas
editar- «Como escritora, en las dos lenguas que tengo por mías, me he pasado la vida tratando de encontrar las palabras precisas, las más exactas y oportunas para nombrar las cosas, las sensaciones, las emociones o las ideas».[1]
- «El viaje que más vale la pena es hacia el interior de uno mismo».[1]
- «La insularidad ha constituido un espacio clave en el imaginario humano, un imaginario que habla de paraísos aislados, en los que la felicidad parece todavía al alcance de cualquiera que los visite y en los que se aúnan vestigios de la edad dorada y el “locus amoenus” arcádico».[1]
- «[La RAE] no es más machista que el resto de la sociedad. En la universidad, las mujeres catedráticas no llegamos al 15 %, y creo que no hay ninguna en ginecología, con eso está todo dicho».[2]
- «La televisión ha empobrecido el abanico del lenguaje, especialmente en catalán. La televisión es una apisonadora. Alguna gente de Cataluña se enfada cuando los mallorquines reivindicamos nuestra variedad dialectal, lo ven como un ataque a la unidad de la lengua».[2]
- «El alma de las personas consiste en su memoria. Pero la memoria casi nunca es objetiva ni fiable, sino selectiva, parcial e incluso voluble. A medida que recordamos nos alejamos cada vez más de los hechos, de manera que recordamos no hechos, sino recuerdos de hechos».[3]
Reflexiones y recuerdos
editar- «Jaime Gil de Biedma aseguraba que a partir de los doce años no nos sucede nada importante como lo que nos ha ocurrido hasta entonces. Por lo que a mí respecta yo acorto más esa etapa, hasta los 10 años. [...] No negaré que de adulta no me hayan pasado cosas fundamentales, pero la intensidad con la que he vivido no puede compararse con el grado de intensidad con el que viví todo cuanto antes me sucedió. Durante la niñez las puertas de la percepción permanecen abiertas de par en par y el mundo se nos antoja nuevo, recién estrenado; su creación, consustancial a nuestro nacimiento. Además la vida en estado de inocencia parece dominada por poderes mágicos».[3]
- «Todos los niños sufríamos, entonces, y teníamos unas pesadillas horribles. El sentimiento de culpa durante el franquismo era horroroso. Hubiéramos podido ser tan felices sin él, nos robaron una infancia feliz. La religión y las costumbres ancestrales marcaban el único camino que seguir y, fuera de él, sólo quedaba el infierno. A los miedos infantiles naturales, a la oscuridad o al abandono, añadíamos el miedo al infierno, terrorífico. Recuerdo con horror el descubrimiento de unas postales eróticas y lo que llegó a atormentarme, tuve hasta fiebre, creía que me saldría una joroba como condena».[2]