Uso de «buena fe» en el Quijote

En su obra el Quijote (1605 y 1615), Cervantes emplea la expresión «buena fe» en las siguientes citas:

  • — «Apostaré que está mirando la mula de alquiler que está muerta en esa hondonada. Pues a buena fe que ha ya seis meses que está en ese lugar. Díganme: ¿han topado por ahí a su dueño?».[1]
    • El cabrero a don Quijote
    • Fuente: «Capítulo XXIII. De lo que le aconteció al famoso don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta verdadera historia se cuentan».
  • «—Así sería —dijo Sancho—, porque a buena fe que andaba Rocinante como si fuera asno de gitano con azogue en los oídos».[2]
    • Fuente: «Cap. XXXI».
  • «— En decir que maldecía mi fortuna dijiste mal —dijo don Quijote—, porque antes la bendigo y bendeciré todos los días de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar tan alta señora como Dulcinea del Toboso.
    — Tan alta es —respondió Sancho—, que a buena fe que me lleva a mí más de un coto.
    — Pues, ¿cómo, Sancho? —dijo don Quijote—. ¿Haste medido tú con ella? — Medíme en esta manera —respondió Sancho—: que, llegándole a ayudar a poner un costal de trigo sobre un jumento, llegamos tan juntos que eché de ver que me llevaba más de un gran palmo».[3]
    • Fuente: «Capítulo XXXI. De los sabrosos razonamientos que pasaron entre don Quijote y Sancho Panza, su escudero, con otros sucesos».
  • «— Harto mejor sería no buscalle, porque si le hallamos y acaso fuese el dueño del dinero, claro está que lo tengo de restituir; y así, fuera mejor, sin hacer esta inútil diligencia, poseerlo yo con buena fe hasta que, por otra vía menos curiosa y diligente, pareciera su verdadero señor; y quizá fuera a tiempo que lo hubiera gastado, y entonces el rey me hacía franco».[1]
    • Sancho a don Quijote
    • Fuente: «Capítulo XXIII. De lo que le aconteció al famoso don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta verdadera historia se cuentan».
  • «Sancho Panza, que también tuvo a milagro la mejoría de su amo, le rogó que le diese a él lo que quedaba en la olla, que no era poca cantidad. Concedióselo don Quijote, y él, tomándola a dos manos, con buena fe y mejor talante, se la echó a pechos, y envasó bien poco menos que su amo».[4]
    • Fuente: «Capítulo XVII. Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pensó que era castillo».
  • «— Sea par Dios —dijo Sancho—, que yo cristiano viejo soy, y para ser conde esto me basta.
    — Y aun te sobra —dijo don Quijote—; y cuando no lo fueras, no hacía nada al caso, porque, siendo yo el rey, bien te puedo dar nobleza, sin que la compres ni me sirvas con nada. Porque, en haciéndote conde, cátate ahí caballero, y digan lo que dijeren; que a buena fe que te han de llamar señoría, mal que les pese».[5]
    • Fuente: «Capítulo XXI. Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero».
  • «Tomóle la mano el canónigo, aunque las tenía atadas, y, debajo de su buena fe y palabra, le desenjaularon, de que él se alegró infinito y en grande manera de verse fuera de la jaula. Y lo primero que hizo fue estirarse todo el cuerpo, y luego se fue donde estaba Rocinante...».[6]
    • Fuente: «Capítulo XLIX. Donde se trata del discreto coloquio que Sancho Panza tuvo con su señor don Quijote».
  • — Y yo ni más ni menos —dijo la ventera—, porque nunca tengo buen rato en mi casa sino aquel que vos estáis escuchando leer: que estáis tan embobado, que no os acordáis de reñir por entonces.
    — Así es la verdad —dijo Maritornes—, y a buena fe que yo también gusto mucho de oír aquellas cosas, que son muy lindas; y más, cuando cuentan que se está la otra señora debajo de unos naranjos abrazada con su caballero, y que les está una dueña haciéndoles la guarda, muerta de envidia y con mucho sobresalto. Digo que todo esto es cosa de mieles.[7]
    • Fuente: «Capítulo XXXII. Que trata de lo que sucedió en la venta a toda la cuadrilla de don Quijote».
  • «— A buena fe que no viene vestida de labradora, sino de garrida palaciega. ¡Pardiez, que según diviso, que las patenas que había de traer son ricos corales, y la palmilla verde de Cuenca es terciopelo de treinta pelos!».[8]
    • Fuente: «Capítulo XXI. Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucesos».
  • «— A buena fe —respondió Sancho— que si Dios me llega a tener algo qué de gobierno, que tengo de casar, mujer mía, a Mari Sancha tan altamente que no la alcancen sino con llamarla señora».[9]
    • Sancho a Teresa
    • Fuente: «Capítulo V. De la discreta y graciosa plática que pasó entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza, y otros sucesos dignos de felice recordación».
  • «— Aunque eso así suceda, ¡oh Sancho! —respondió don Quijote—, nunca llegará tu silencio a do ha llegado lo que has hablado, hablas y tienes de hablar en tu vida; y más, que está muy puesto en razón natural que primero llegue el día de mi muerte que el de la tuya; y así, jamás pienso verte mudo, ni aun cuando estés bebiendo o durmiendo, que es lo que puedo encarecer.
    — A buena fe, señor —respondió Sancho—, que no hay que fiar en la descarnada, digo, en la muerte, la cual también come cordero como carnero; y a nuestro cura he oído decir que con igual pie pisaba las altas torres de los reyes como las humildes chozas de los pobres».[10]
    • Fuente: «Capítulo XX. Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico, con el suceso de Basilio el pobre».
  • «— Calle, señor —replicó Sancho—, que a buena fe que si me doy a preguntar y a responder, que no acabe de aquí a mañana. Sí, que para preguntar necedades y responder disparates no he menester yo andar buscando ayuda de vecinos».[11]
    • Fuente: «Capítulo XXII. Donde se da cuenta de la grande aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la Mancha».
  • «Con esta buena fe, el buen capellán pidió al retor mandase dar los vestidos con que allí había entrado el licenciado; volvió a decir el retor que mirase lo que hacía, porque, sin duda alguna, el licenciado aún se estaba loco».[12]
    • El barbero
    • Fuente: «Capítulo Primero. De lo que el cura y el barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad».
  • «Finalmente, el colmilludo jabalí quedó atravesado de las cuchillas de muchos venablos que se le pusieron delante; y, volviendo la cabeza don Quijote a los gritos de Sancho, que ya por ellos le había conocido, viole pendiente de la encina y la cabeza abajo, y al rucio junto a él, que no le desamparó en su calamidad; y dice Cide Hamete que pocas veces vio a Sancho Panza sin ver al rucio, ni al rucio sin ver a Sancho: tal era la amistad y buena fe que entre los dos se guardaban».[13]
    • Fuente: «Capítulo XXXIV. Que cuenta de la noticia que se tuvo de cómo se había de desencantar la sin par Dulcinea del Toboso, que es una de las aventuras más famosas deste libro».
  • «— He dejado de ser gobernador de una ínsula —respondió Sancho—, y tal, que a buena fe que no hallen otra como ella a tres tirones».[14]
    • Fuente: «Capítulo LIV. Que trata de cosas tocantes a esta historia, y no a otra alguna».
  • — No quiero yo decir —respondió don Quijote— que ésta sea aventura del todo, sino principio della; que por aquí se comienzan las aventuras. Pero escucha, que, a lo que parece, templando está un laúd o vigüela, y, según escupe y se desembaraza el pecho, debe de prepararse para cantar algo.
    — A buena fe que es así —respondió Sancho—, y que debe de ser caballero enamorado.
    — No hay ninguno de los andantes que no lo sea —dijo don Quijote—. Y escuchémosle, que por el hilo sacaremos el ovillo de sus pensamientos, si es que canta; que de la abundancia del corazón habla la lengua.[15]
    • Fuente: «Capítulo XII. De la estraña aventura que le sucedió al valeroso don Quijote con el bravo Caballero de los Espejos».
  • «— No sé —dijo Sancho Panza—, a mí me parece la más hermosa criatura del mundo; a lo menos, en la ligereza y en el brincar bien sé yo que no dará ella la ventaja a un volteador; a buena fe, señora duquesa, así salta desde el suelo sobre una borrica como si fuera un gato».[16]
    • Fuente: «Capítulo XXXI. Que trata de muchas y grandes cosas».

Referencias

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  1. 1,0 1,1 Cervantes (1605), «Capítulo XXIII». Consultado el 20 de abril de 2012.
  2. Cervantes. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), «cap. XXXI». Centro Virtual Cervantes. Consultado el 20 de abril de 2012.
  3. Cervantes (1605), «Capítulo XXXI». Consultado el 20 de abril de 2012.
  4. Cervantes (1605), «Capítulo XVII». Consultado el 20 de abril de 2012.
  5. Cervantes (1605), «Capítulo XXI». Consultado el 20 de abril de 2012.
  6. Cervantes (1605), «Capítulo XLIX». Consultado el 20 de abril de 2012.
  7. Cervantes (1605), «Capítulo XXXII». Consultado el 20 de abril de 2012.
  8. Cervantes (1615), «Capítulo XXI». Consultado el 20 de abril de 2012.
  9. Cervantes (1615), «Capítulo V». Consultado el 20 de abril de 2012.
  10. Cervantes (1615), «Capítulo XX». Consultado el 20 de abril de 2012.
  11. Cervantes (1615), «Capítulo XXII». Consultado el 20 de abril de 2012.
  12. Cervantes (1615), «Capítulo Primero». Consultado el 20 de abril de 2012.
  13. Cervantes (1615), «Capítulo XXXIV». Consultado el 20 de abril de 2012.
  14. Cervantes (1615), «Capítulo LIV». Consultado el 20 de abril de 2012.
  15. Cervantes (1615), «Capítulo XII». Consultado el 20 de abril de 2012.
  16. Cervantes (1615), «Capítulo XXXI». Consultado el 20 de abril de 2012.

Bibliografía

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