Friedrich Schelling

filósofo
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Friedrich Schelling

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Friedrich Schelling (Leonberg, Wurtemberg, 27 de enero de 1775-Bad Ragaz, Suiza, 20 de agosto de 1854) fue un filósofo alemán.

Escritos sobre filosofía de la naturaleza (1797)

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  • «Para ellos, objetivo significa lo mismo que real. Para , lo objetivo es al mismo tiempo algo ideal y real».[2]
  • «El motivo por el que incluso aquellos que han comprendido bien el idealismo no comprenden la filosofía de la naturaleza es porque les resulta difícil o imposible librarse de la parte subjetiva de la intuición intelectual».[3]
  • «No espero de nadie que me entienda en lo tocante a esta generalidad. Si hablo aquí de mis intenciones es contra mi voluntad, ya que la mejor manera de expresar lo que uno quiere es haciéndolo».[3]
  • «Efectivamente, lo que yo llamo naturaleza no es para mí otra cosa que lo puramente objetivo de la intuición intelectual, el puro sujeto-objeto, que aquél plantea como = Yo porque no lleva a cabo la abstracción del que intuye».[4]
  • «La tarea consiste en volver al sujeto-objeto tan objetivo y en sacarlo fuera de sí mismo hasta alcanzar el punto en el que coincida con la naturaleza (como producto) formando un Uno. Ese punto en el que ese sujeto-objeto se vuelve naturaleza es también aquel en el que aquello que tiene en él de ilimitado se eleva al Yo y en el que la oposición que la conciencia común establece entre Yo y naturaleza desaparece por completo, de modo que la naturaleza = Yo y el Yo = naturaleza. A partir de ese punto en el que todo lo que en la naturaleza sigue siendo actividad (y no producto) ha pasado al Yo, la naturaleza sólo sigue durando y viviendo en ese Yo, un Yo que ahora es uno y todo y encierra dentro de sí todas las cosas».[5]
  • «Dentro de la filosofía de la naturaleza, yo contemplo a ese sujeto-objeto, que llamo naturaleza, en su autoconstrucción. Para entender esto hay que elevarse a la intuición intelectual de la naturaleza. El empirista no se eleva hasta allí y es precisamente por eso por lo que siempre es él el que construye en todas sus explicaciones».[6]
  • «Yo no admito la existencia de dos mundos diferentes, sino única y absolutamente la de uno en el que todo se halla comprendido, incluso lo que en la conciencia común se opone en calidad de naturaleza y espíritu».[7]
  • «Al final nos vemos obligados a tomar como única manera verdadera aquella que yo acabo de caracterizar, esto es, aquella gracias a la cual se anula para siempre cualquier dualismo y todo se convierte en un Uno absoluto».[8]

Bruno, o sobre el principio divino y natural de las cosas (1802)

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  • «Cuanto más perfecto sea el concepto eterno del individuo, más capaz será el productor de manifestar cosas distintas de sí mismo, de distanciarse por completo incluso de su individualidad y, por el contrario, cuanto más imperfecto y aislado, más incapaz será de revelar otra cosa que sí mismo».[9]
  • «Aquellos que son aptos para producir obras bellas son a menudo los que poseen en menor medida la idea de la belleza y la verdad, precisamente por estar poseídos por ella».[10]
  • «Todo lo que es, en relación con el absoluto es, en tanto que ideal inmediatamente también real y en tanto que real inmediatamente también ideal. Es evidente que esto no es el caso en nuestro conocer, ya que en este ocurre más bien que lo ideal, el concepto, aparece como mera posibilidad, y por el contrario lo real, la cosa, como realidad».[11]
  • «En el absoluto las cosas estarán expresadas en él en tanto que suprema unidad del pensar y el intuir, y sin relación alguna con el tiempo y en unidad absoluta de posibilidad y realidad».[12]
  • «La relación de lo finito con lo infinito en el absoluto no es, por ello, la de causa y efecto sino la que tiene una parte del cuerpo orgánico con las demás».[13]
  • «El saber como unidad del pensar y el intuir, es conciencia».[14]
  • «En esta unidad absoluta todo es perfecto y en sí mismo absoluto, nada es distinguible de lo demás, pues las cosas se distinguen únicamente por sus imperfecciones y por los límites que les impone la diferencia entre la esencia y la forma. En aquella naturaleza supremamente perfecta, en cambio, la forma es siempre igual a la esencia, porque lo finito, lo único en que se da una diferencia relativa entre ambas, es contenido en sí mismo no como finito, sino infinitamente, sin diferencia alguna entre ellas».[15]
  • «No creerás que las cosas individuales están contenidas en el universo realmente con la separación con que tú las contemplas, sino que, antes bien, se separan meramente para ti, y cada ser participa de la unidad en la medida en la que él mismo se ha separado de ella».[16]
  • «Ni el alma ni el cuerpo son algo en sí pues cada uno de ellos es temporal tan sólo en el otro; en sí existe sólo la unidad de ambos en lo que no está sujeto a la duración, en la naturaleza supremamente bienaventurada donde no están separadas la posibilidad de la realidad, el pensar del ser, el ideal en verdad increado e imperecedero».[17]
  • «¿Qué esperanza tiene entonces de encontrar la filosofía quien busca la lógica? Ninguna. Así pues, de todos los que la buscan en esta forma de conocimiento y pretenden hacer patente el ser de lo absoluto sin más o por este camino, juzgaremos que no han traspasado todavía el umbral de la filosofía».[18]
  • «El ser supremo que no sale de sí ni actúa, es al propio tiempo intuir absoluto y suprema idealidad. Y en tanto que tal, según se mire a lo subjetivo o a lo objetivo cuya oposición está respecto de él mismo por completo aniquilada, suprema indiferenciación de actividad y ser».[19]
  • «Por ello, quien encontrara la expresión para una actividad tan quieta como la más profunda quietud y para una quietud tan activa como la suprema actividad, se aproximaría en alguna medida en el concepto a la naturaleza de lo supremamente perfecto».[20]
  • «Desde este punto de vista de la mera unidad relativa de sujeto y objeto la unidad absoluta de ambos aparece como algo absolutamente independiente de ella, inalcanzable para el saber. Con ello queda fijada la relación de diferencia del absoluto con el saber y el conocer».[21]
  • «El puro sujeto-objeto, empero, aquel conocer absoluto, el yo absoluto, la forma de todas las formas, es el hijo innato del absoluto, eterno igual que él, no distinto de su esencia, sino uno. Quien posee, pues, al hijo posee también al padre, sólo por uno se llega al otro, y la doctrina que emana del uno es la misma que la que emana del otro».[22]

Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana (1809)

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  • «La angustia de la vida misma aleja al hombre del centro en que fue creado, pues éste, como la esencia más pura de toda voluntad, es el fuego devorador para toda voluntad particular; para poder vivir en él, el hombre debe sofocar toda particularidad, por lo cual es casi una tentación necesaria el salir de ésta a la periferia con el objeto de buscar en ella una paz para su ipseidad. (...) el mal sigue siendo siempre particular elección del hombre, el mal, como tal, no puede ser hecho por el fundamento, y toda criatura cae por su propia culpa».[23]
  • «Sólo la ipseidad superada, o sea reconducida de la actividad a la potencialidad, es el bien, y por la potencia, como dominada por el bien, subsiste también siempre en éste. «(...) ¿En qué actuaría la fuerza repulsiva si la atractiva no le ofreciera un objeto (...)? (...) quien no tiene en sí materia ni fuerza para el mal, también es incapaz para el bien. (...) Las pasiones son fuerzas cada una de las cuales tiene una raíz común con la virtud que le corresponde».[24]
  • «La excitación de la voluntad particular se opera solamente para que el amor halle en el hombre una materia o contraste en que realizarse».[25]
  • «Si por tanto, Dios no se hubiese revelado por culpa del mal, éste habría triunfado sobre el bien y el amor».[26]
  • «Ésta es, en efecto, la intención final de la creación: que lo que no podía ser por sí, sea por sí, elevándose desde las tinieblas, como de un fundamento primitivo independiente de Dios, a la existencia. De ahí la necesidad del nacimiento y de la muerte. Dios libra las ideas que eran en él sin vida independiente, hacia la ipseidad y el no-ser, para que, siendo llamadas de ahí a la vida, sean de nuevo en él como existentes independientemente».[27]
  • «Más al morir, (el mal) se separa de todo bien y queda como apetito, como hambre y sed eternas de realidad, pero no puede salir de la potencialidad. En consecuencia su estado es un estado de no-ser».[27]
  • «Puesto que el mal sólo es mal cuando va más allá de la potencialidad; mas, reducido al no ser, o al estado de potencialidad, sea lo que sea, es sólo base, sometido, y a fuer de tal ya no está en contradicción con la santidad ni con el amor de Dios».[28]

Obras completas (1856-1861)

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  • «El yo pienso, yo soy, es, desde Descartes, el error fundamental de todo conocimiento; el pensamiento no es mi pensamiento, y el ser no es mi ser, pues todo es solamente de Dios o la totalidad».[29]
  • «En suprema y última instancia, no hay otro ser que querer. Querer es el ser originario y sólo con éste concuerdan todos los predicados del mismo: ausencia de fundamento, eternidad, independencia respecto al tiempo, autoafirmación».[30]
  • «Aquí ha de ser abandonado todo lo finito, todo lo que sea aún ente, aquí ha de desaparecer la última dependencia; hay que dejarlo todo: no sólo, como suele decirse, mujer e hijos, sino cuanto sólo Es, incluso Dios, pues también Dios es desde este punto de vista solamente un ente».[31]
  • «Pero no solamente ha de dejar a los objetos, sino que también ha de dejarse a sí mismo aquél que quiera vibrar en ese éter libre».[32]
  • «La libertad es la esencia del sujeto». (El sujeto absoluto) no es otra cosa que la libertad eterna. (...) (Esta libertad) es lo eterno, puro poder, (...) la pura voluntad misma». (...) Todo poder es un saber. (...) El poder en acción es el querer. (...)(poder y querer) están unidos en la palabra alemana mögen. La libertad eterna es el eterno querer-poder, no de algo, sino en sí, o, si podemos expresarlo así, la magia eterna».[33]
  • «En efecto, nuestro Yo viene a estar puesto fuera de sí, o sea por fuera de su puesto. Su puesto es el de ser sujeto. Ahora bien, frente al Sujeto absoluto él no puede ser sujeto, pues aquél no puede comportarse como Objeto».[34]

Citas sobre Schelling

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  • «Durante las primeras conferencias uno casi tenía que jugarse la vida para poder oírle. En mi vida había estado entre una multitud tan agobiante - pero ¿qué no haría uno para poder oír a Schelling?».[35]
  • «Mantuvo que tenemos que ir más allá de la Razón para descubrir que la mente y la naturaleza son simplemente distintos movimientos del Espíritu Absoluto».[36]

Referencias

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  1. Bautista Naranjo, Esther. La recepción y reescritura del mito de don Quijote en Inglaterra (siglos XVII-XIX), p. 19. Clásicos Dykinson. Elibro Catedra. Dykinson, 2015. ISBN 8490857296, 9788490857298.
  2. Schelling, F. Escritos sobre filosofía de la naturaleza. Alianza Editorial, 1996. ISBN 84-2062-858-1, p. 262.
  3. 3,0 3,1 Ibid, p. 263.
  4. Ibid, p. 265.
  5. Ibid, p. 266.
  6. Ibid, p. 271.
  7. Ibid, pp. 275-276.
  8. Ibid, p. 276.
  9. Schelling, F. Bruno, o sobre el principio divino y natural de las cosas . Ediciones Orbis. Barcelona, 1986. ISBN 84-7634-250-0, p. 30.
  10. Ibid, p. 31.
  11. Ibid, p. 42.
  12. Ibid, p. 45.
  13. Ibid, p. 49.
  14. Ibid, p. 51.
  15. Ibid, p. 56.
  16. Ibid, p. 57.
  17. Ibid, p. 78.
  18. Ibid, pp. 94-95.
  19. Ibid, p. 98.
  20. Ibid, p. 99.
  21. Ibid, p. 118.
  22. Ibid, pp. 119-120.
  23. Schelling, F. Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana. Editorial Gredos. Madrid, 2012. ISBN 978-84-249-3650-1, p. 271.
  24. Ibid, p. 287.
  25. Ibid, p. 288.
  26. Ibid, p. 289.
  27. 27,0 27,1 Ibid, p. 290.
  28. Ibid, p. 291.
  29. Schelling, F. Obras completas. Ed. de K. F. A. Schelling, J. G. Cotta, Stuttgart, 1856–1861. VII, p. 148.
  30. Ibid, p. 350.
  31. Schelling, F. Obras completas. Ed. de K. F. A. Schelling, J. G. Cotta, Stuttgart, 1856–1861. IX, p. 217.
  32. Ibid, p. 218.
  33. Ibid, p. 220.
  34. Ibid, p. 229.
  35. Kierkegaard, S. Kierkegaard's Writings, II, Volume 2: The Concept of Irony. Princeton University Press, 2013. ISBN 9781400846924, p. 21.
  36. Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Gaia Ediciones, 1996 ISBN 9788484451280, p. 571.